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«Antes éramos soldados, ahora somos consumidores»

Fernando Sánchez Castillo expone en la galería Juana de Aizpuru «Tiempo libre». Habla de Picasso en calzoncillos, del artista como apátrida, del cerdo y del hombre, y del arte como refugio

«Antes éramos soldados, ahora somos consumidores»

paloma torres

Fernando Sánchez Castillo (Madrid, 1970) nos ha citado en el café Los Gatos, que en realidad no se llama Los Gatos, en la madrileña Plaza del Rey. Como aún está cerrado, caminamos por la ciudad en calma hasta el Círculo de Bellas Artes. El artista habla sin premeditación; con sencillez torna la entrevista en conversación.

Siente desconfianza ante Picasso en calzoncillos, el gran pintor, el gran estudio. «Yo estoy aquí para desmitificar la necesidad del artista como héroe. Quizás yo no tenga una vida lujosa o un estudio enorme, pero quiero mostrar que una persona normal también encuentra en el arte algo que decir».

«El servicio militar es un secuestro que te hace la sociedad»

La desmitifación es uno de los temas de Sánchez Castillo: una crítica seria, pero no trágica. Expuso por última vez en España en Matadero Madrid con Síndrome de Guernica, en 2012, que trataba sobre el destino final del Azor, la embarcación de Franco. Ahora expone en Juana de Aizpuru Tiempo libre , que se articula en tres proyectos relacionados con el ejército: una colección de fotografías históricas de soldados que juegan a matar o a morir, el héroe de las protestas de Tiananmen convertido en un juguete de plástico producido en China y un último trabajo con las Fuerzas Aéreas de Perú. Mientras habla, el artista va mostrando su colección de fotografías.

¿Por qué «Tiempo libre»?

Tiempo libre porque trata de esos momentos de libertad que uno tiene dentro de la vida regulada. Un amigo me trajo una fotografía de Mostar, en Yugoslavia, donde había una piedra blanca. Alguien tiró sobre ella un bote de pintura roja, que parecía sangre chorreando. En la imagen, un soldado se hace el muerto sobre la piedra, mientras ríe. Casi todos los soldados de Naciones Unidas, cuando ya había acabado el conflicto, se hacían fotos con esa piedra. Era un souvenir de su propia muerte. Eso, para mí, es un momento de libertad creativa en el que el arte vence a la muerte.

¿Cómo es la victoria del arte sobre la muerte? ¿En qué sentido?

Todo el arte está relacionado con la muerte porque el hombre es el único animal que sabe que va a morir. El servicio militar, o el estar en una guerra, es un secuestro que te hace la sociedad. Desde ese momento, tu vida pasa a ser una propiedad del Estado. En las fotografías de los soldados ves que todavía la muerte les pertenece y pueden, incluso, jugar con ella.

¿Entonces sólo tenemos breves instantes de libertad?

Los debates sobre las grandes ideas, como la libertad, hacen falta, pero lo que creo es que tenemos que encontrar pequeños refugios.

¿El arte es uno?

El arte es el mío.

Con su arte desmitifica el concepto de héroe.

La idea de héroe la construye el poder. El héroe suele ser alguien manipulado. El de Tiananmen es una de las cien personas más influyentes del mundo, pero nadie pregunta al Estado chino qué ha pasado con él. Es un héroe para Occidente, pero también es una persona olvidada. La idea de héroe es un material en torno al cual el poder construye el ideal del pobre.

«La sociedad del consumo cada vez nos aplana más»

Cascorro, por ejemplo, el héroe de Cuba, era un kamikaze, como los que hoy día atentan en nombre de Al Qaeda. Y nosotros hemos hecho un monumento a un kamikaze. Un tipo tan estúpido que se decía a sí mismo: yo, por España, me ato a una cuerda, me meto en el fortín donde están los cubanos, me prendo fuego y luego con la cuerda me recuperáis para que mi cuerpo se entierre en España. Esto se parece a la idea de que matas y después vas al paraíso, pero manipulada por el Estado.

¿El artista es incómodo?

He hecho en otros proyectos anteriores trabajo de archivo, por ejemplo, con las estatuas de Franco... No quiero ni nombrarlo. Yo hice mi «mili» realizando esos trabajos. Ya lo quiero pasar. Es como Teresa Margolles, grandísima artista y amiga, y, antes que nada, obsesionada por su trabajo. Ella ha hecho el «servicio militar» ocupándose de las mujeres de Ciudad Juárez. ¡Y ha corrido riesgo vital! Incómoda para el Estado, incómoda para los asesinos, incómoda para todo el mundo. El arte es lo que le ha permitido ese pensamiento extraño que no es crítico, que no es periodístico, que no es filosófico. Estar ahí. La imagen.

Creo que los artistas hablan para las generaciones futuras. Tengo mucha desconfianza (con respeto a todo el mundo), de la necesidad del artista como héroe: el gran pintor, el estudio, Picasso en calzoncillos... Yo estoy aquí para desmitificar eso. Para mostrar que una persona normal también encuentra en el arte algo que decir.La mejora de la sociedad implica la mejora de cada uno. Yo colecciono fotos y podemos disfrutar de las imágenes. En ellas están nuestros abuelos, nuestros padres, nuestros hijos... y podemos estar nosotros.

¿Piensa que el artista ha de hablar mucho sobre la propia obra, o que ésta debería hablar por sí sola?

El silencio a veces esconde que no hay nada detrás de la obra y que el espectador debe completarla. Es verdad que la relación con el arte no es unívoca, especialmente en el arte contemporáneo, pero el artista tiene que saber muy bien lo que dice.

Mire, estos son paracaidistas jugando a «cowboys» y disparando a cámara... Y ésta es española, de Marruecos. Los ricos pagaban 500 pesetas y se libraban de las masacres en África. Fíjese en los calzados que llevaban, y mire éste, tiene cara de campo... Parecen viejos, de otro siglo, pero a la vez los rostros nos resultan muy parecidos a familiares nuestros..

¿El arte tiene que ser por obligación social y contestar a los problemas de su tiempo?

«Conozco panaderos que son artistas. Pero nos faltan códigos para apreciarlo»

Yo creo que todo lo que se hace tiene una implicación social. Como decía Marcel Duchamp el arte es para todos, pero sólo unos pocos lo saben. Leí, hace poco, una entrevista del poeta Antonio Lucas a Goytisolo. Al terminarla uno se da cuenta de que allí hay «algo más». Aunque Lucas sólo hubiera hecho esa entrevista, ya habría aportado algo. El hacer «algo más» en las cosas cotidianas, eso también es arte. Conozco panaderos que son artistas. Lo que pasa es que ya nos faltan los códigos para apreciarlo. La sociedad del consumo cada vez nos aplana más.

¿Nos homogeiniza?

No exactamente. Porque se puede homogeneizar a mejor. Si de pronto todos fuéramos Premios Nobel, no estaría mal. Me refiero más al paso del ciudadano al consumidor. Conozco un coleccionista sordomudo que se dedica a hacer aromas y sólo colecciona cosas que tienen que ver con el aroma. Hace grandes negocios en China. A los cerdos les dan el mismo pienso, pero les cambian un poco el aroma para que coman más y engorden antes. Y, el cerdo, es muy parecido al ser humano.

Al mirar las fotografías, me doy cuenta de que los españoles somos muy histriónicos, lo alemán es el esperpento, los franceses ritualizan la muerte. Mire estos soldados con el casco, las bayonetas, pero en camisón. Si aparecieran desnudos, me la habrían quitado de las manos. En la galería hemos ampliado las imágenes por cuatro. Es la monumentalización de un instante. Si te muestro la fotografía pequeña, me convierto en uno de esos artistas de archivo.

¿Le interesa el archivo o hay un abuso?

«Yo dije: Quiero ir a la Bienal de Venecia después de muerto»

A mí me interesa el archivo, trabajo mucho con ello, pero creo que el artista tiene que dar un poco más. Warbour, un pensador judío de finales del XIX y principios del XX, plantea la idea de atlas: tú tienes el conocimiento a través de las imágenes del pasado, del presente y del futuro, pero en el collage, en un golpe visual, adquieres el sentido, más que por el archivo.

El artista es un experto en visualización. La imagen hoy en día es fundamental, hoy que tenemos más imágenes que nunca. Hacemos tantas fotos, que no imprimimos ninguna. El día que nos quedamos sin electricidad, que haya un apagón, perderemos nuestras imágenes.

¿Qué es lo que le interesa del tema militar, que tanto trata?

Yo odio las armas, pero las conozco. Me interesa porque es el intento del Estado de uniformar a la población, al ciudadano. Antes éramos soldados, ahora somos consumidores.

La risa de los soldados mientras juegan, ¿es el último resquicio de libertad, lo que no te pueden arrebatar?

Sí, y la risa también es una agresión. Según Bergson, los primates enseñan los dientes. Nosotros somos primates muy complicados. O muy sencillos, depende. Podemos hablar, por ejemplo, de Strauss Kann, que se comporta como un gorila y le han cazado por gorila.

En ocasiones, las fotografías me recuerdan a composiciones clásicas de la pintura, a «Los borrachos», de Velázquez o a «El sueño de Jacob», de Ribera.

«El artista tiene que ser un "cosmopolita apátrida"»

No tienen nada que ver contigo, pero las haces propias. Esto es la apropiación. Es algo anónimo que no tenía un valor artístico, y tú se lo das al dirigir la mirada. El héroe de Tian an Men de juguete, se lo puedes dar a tus hijos y no hablarles nunca del tema. Puede venir el embajador de China a tu casa y no se va a enterar de que está allí. Pero mi intención sí queda.

El artista tiene que ser un «cosmopolita apátrida», que era lo que decían los nazis a los judíos. El concepto de patria se lo carga el Estado. En España ya no hay patria, hay marca. La marca es la destrucción de un país. El concepto de marca es el concepto de destrucción de una sociedad en pos de unos intereses comerciales.

Fernando, ¿cuál es la frustración del artista contemporáneo?

Cada generación tiene que vivir con sus decepciones. Cuántas madres tienen a sus hijos enterrados en cunetas, y no pueden sacar a sus hijos y ponerlos en el cementerio. Puede llamarse memoria histórica, yo lo llamo humanidad. Yo no me considero un ser frustrado. Mi única frustración es, tal vez, no tener tiempo libre.

«Antes éramos soldados, ahora somos consumidores»

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