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Mircea Cartarescu: «Hoy Europa está llena de extremismos»
De la dictadura de Ceaucescu a la política europea. Hablar con Mircea Cartarescu, que publica «El Levante», no es hablar sólo de literatura. «Me considero un poeta de la profundidad», asegura
![Mircea Cartarescu: «Hoy Europa está llena de extremismos»](https://s1.abcstatics.com/Media/201505/04/mircea-cartarescu-2--644x362.jpg)
Habla poco, pero su lengua es triperina. Vive en los libros y cree en la inspiración. Es un romántico. Adora España y entiende nuestra lengua. Pero es un hombre introvertido y prefiere a recurrir a la traductora, Marian Ochoa de Eribe. Aún así, se le entiende todo. Si se habla despacio, como hace Cartarescu , el rumano no puede esconder su raíz latina. Yo, me callo. Espero acompañarle a Estocolmo algún día (aunque odio los aviones) a recoger el Nobel. Allí será un melancólico vampiro entre las nieves.
Usted no aspira a escribir «best-sellers», sino a escribir para la inmensa minoría, como decía Juan Ramón.
Es algo así. La primera prueba de fuego para lo que escribo soy yo mismo. Ahora bien, si además les gusta a muchos lectores, mejor que mejor. No obstante, para mí, escribir un libro es una experiencia personal; escribo libros para vivir en ellos.
Apuntan las leyendas, y viene usted de tierra de vampiros, que de adolescente leía tanto que estuvo a punto de caer en la esquizofrenia. Le salvó la mili, que imagino que en un país comunista no debía de ser muy divertida.
Sí, sí. Leía diez horas al día, vivía en los libros, estaba perdiendo el contacto con la realidad, y el servicio militar, la universidad y un puñado de buenos amigos me sacaron de aquel agujero negro.
¿Se trataba de huir de la realidad como los autores del realismo mágico?
No llamaría realismo mágico a lo que hago. Yo escribiría igual fuera cual fuera la condición histórica en la que viviera. Pero tiene razón en que soy un escritore imaginativi [así suena el rumano], de los que no prestan tanta atención al exterior como a su propia vida interior. Soy tremendamente introvertido, y lo que escribo es un mapa, son las coordenadas de mi interior.
Ya hemos dibujado ese mapa. ¿Cómo se siente en él?
«A Kafka le admiro, era un escritor puro, ajeno a todo menos a la creación»
Soy yo mismo. De hecho, en cada uno de mis libros busco definirme mejor. Cada libro nuevo me dice algo también nuevo de mí que desconocía. Nunca escribo sin un plan inicial, aunque sean unas pocas palabras que actúan como una varita mágica, que son la bandera de salida. Después, confío totalmente en la inspiración.
En España eso no va a ser bien visto. Nuestros novelistas siempre están hablando de que una novela es estar horas, días, años y siglos trabajando. Es usted un romántico, como Mihai Eminescu, el gran poeta compatriota suyo.
Para los críticos soy un posmoderno [parece que ni él ni yo sabemos muy bien lo que es eso], pero yo me considero un neorromántico, un poeta de lo profundo, como Heine, como Novalis.
Desde luego tiene aspecto de poeta romántico…
Sí, sí, parezco un tipo del siglo XIX, pero no es intencionado, he sido así siempre.
Con esa fe casi suicida en la inspiración, en ese mapa interior del que me hablaba, hoy puede dibujar un río, mañana una montaña, pasado mañana puede ser épico, lírico… Es hermoso, pero agotador.
Para mí es algo natural, siempre he escrito así, incluso las mil quinientas paginas de Orbitor. Edito muy poco, corrijo muy poco.
Picasso, y muchos otros, hablaban de que preferían que la inspiración les pillase trabajando, y a usted me lo imagino paseando tranquilamente por Bucarest con su hija y su esposa, y llega la inspiración y usted les dice: «Hala, me voy a un café a escribir trescientas páginas». Como Neruda, que le llegaba la inspiración y de una tacada se escribía el «Canto general».
[Gran sonrisa.] No, no tanto, porque soy muy ordenado y disciplinado. Escribo todas las mañanas dos horas, una página, página y media, mientras tomo un café en mi despacho. Y siempre a mano y en un cuaderno. Me da igual estar seis meses que varios años con un libro. Ahora mismo, estoy con un libro que iba a tener doscientas páginas y, sin embargo, se niega a terminar, estoy desesperado, llevo ya cinco años con él.
Bueno, ponga «The End», y que sea lo que Dios quiera.
[Resignado.] Da, da. [Sí, sí.]
No pensaba editar «El Levante».
No es que no lo quisiese editar, es que no habría podido, porque es una parábola sobre la dictadura de Ceaucescu. Pero circuló bastante en los circuitos prohibidos underground.
Su obra recuerda a Kadaré y su denuncia de la tiranía albanesa, y a Kafka, que vio antes que nadie la sinrazón del mundo contemporáneo.
«Rusia es el principal problema del mundo democrático»
Kafka es una de mis grandes influencias. Le admiro, era un escritor puro, ajeno a todo menos a la creación. Era un escritor de terror puro, de pánico puro, y al mismo tiempo estaba dotado de un heroísmo que me gusta. «Soy el centinela que permanece despierto mientras los demás duermen» decía.
El estalinismo se metía en el alma de las personas, y también de los artistas, sin que apenas se dieran cuenta. ¿Le sucedió a usted?
En el caso de Rumanía y de Ceaucescu, hubo varias fases distintas de comunismo, hasta hubo alguna etapa liberal en los sesenta, cuando Ceaucescu se enfrentó al Pacto de Varsovia y denunció la invasión de Checoslovaquia. Nos llegaban todos los libros del mundo, sin casi censura, porque también funcionaba mal; hasta la Policía funcionaba mal en Rumanía. Luego surgió la llamada novela socialista, que incluso denunciaba excesos del régimen. Eran auténticos best sellers, porque el escritor era el único al que se le permitía algo de libertad. Finalmente, Ceaucescu se convirtió en el Conductator, algo dantesco. Albania era nuestro modelo, imagínese.
Ceaucescu en pleno ataque de melomanía llegó a enfrentarse con la Madre Rusia. ¡Qué miedo!
[Gesto de espanto.] Rusia es el principal problema del mundo democrático. Nadie se pueda oponer a una Rusia agresiva, es un peligro para todos.
Es usted moderadamente europeísta. ¿Cómo se ve el Viejo Continente desde las calles de Bucarest?
Además de Putin, Europa tiene otros gravísimos problemas: la desigualdad, la crisis, el problema griego, el terrorismo islamista. Jamás Europa ha estado en una situación tan complicada. Los rumanos estamos muy asustados, y además tenemos una larga fronter con Ucrania; está tan cerca que podemos oír cómo estallan las bombas.
¿La yihad también ha llegado al Este de Europa?
«Los corruptos están escribiendo sus memorias desde la cárcel»
Eso dicen nuestros servicios secretos. Nuestros musulmanes no tienen nada que ver con los fanáticos. En Rumanía, judíos, musulmanes y cristianos hemos convivido tranquilamente durante siglos, pero hay radicales que llegan a través de Bulgaria. Son pocos, pero muy peligrosos.
Putin, la yihad, la extrema derecha: un triángulo de terror. Ustedes tuvieron a la Guardia de Hierro, feroces aliados de Hitler.
El extremismo es nocivo siempre, sea el que sea. Y hoy Europa está llena de extremismos.
¿Qué hacemos? ¿Rezar?
Somos el continente de la civilización. Tenemos que ser fieles a esa tradición de libertad y pensamiento.
¿La Unión Europea le acaba de gustar o no?
Sí, pero no soy un eurocéntrico.
¿Los alemanes son tan malos?
[Una sonrisa irónica inunda su cara.] Nooooo... Pensemos en Thomas Mann.
Hace cuatro años me decía que no existía ninguna esperanza para Rumanía. ¿Es más optimista ahora?
Sí. Los políticos corruptos están escribiendo sus memorias en la cárcel.