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Liao Yiwu: «Llegué a soñar con los condenados a muerte»

Los años que Liao Yiwu pasó en prisión fueron una pesadilla hasta que los puso por escrito. Así nació «Por una canción, cien canciones», que publica Sexto Piso. Versos en los que el disidente da fe del recrudecimiento de la represión en China

Liao Yiwu: «Llegué a soñar con los condenados a muerte»

josé-Pablo jofré

Literatura y tortura, poesía y exilio, libertad y memoria: los temas de los que conversar con el poeta chino Liao Yiwu (Yanting, Sichuan, 1958) son interminables. Su última obra, Por una canción, cien canciones , con prefacio de la Premio Nobel Herta Müller, llega a España de la mano de Sexto Piso. Son versos en los que el disidente relata con oficio de cronista el horror de los años que pasó en prisión: de 1990 a 1994. El libro incluye el poema «Masacre», que, publicado en vísperas de la matanza de Tiananmén (1989), resultó ser una triste profecía de lo que ocurrió. Premio de la Paz de los Libreros Alemanes en 2012, Liao Yiwu vive desde 2011 exiliado en aquel país, donde logró refugiarse tras hacer a las autoridades de Pekín la falsa promesa de que no publicaría este libro, que debió escribir tres veces, ya que los carceleros le requisaban constantemente el papel en el que escribía.

En su obra relata la injusticia, el drama de la cárcel y de la tortura, pero también habla de la poesía como vehículo de liberación. ¿Sigue creyendo en ella?

Hoy en China hay una dictadura. Contra ella, yo diría que actualmente la documentación tiene mucho más poder que la poesía. Sin embargo, el 4 de junio de 1989, durante la matanza de Tiananmén, sí tuvo mucha fuerza: la poesía política, en aquel momento, fue muy poderosa. Todos los poemas que escribí antes fueron una forma de dejar salir las emociones. Por una canción, cien canciones tiene mucho más poder que mi poema «Masacre». Mi agente de Nueva York me dice: «Ese es el único libro acerca de la vida en prisión en China, sobre el sistema, sobre el horror. Tú has vivido el horror en las cárceles chinas. Es la primera obra que aborda esa realidad, y probablemente no habrá más». Mi libro no sólo persigue el objetivo de que se cierren las cárceles chinas, sino las cárceles de todas las dictaduras del mundo.

El suyo es un trabajo memorístico, así como un homenaje a su padre. ¿Los recuerdos siguen siendo su materia prima a la hora de crear? ¿Cómo se lleva artísticamente con el contexto cultural contemporáneo?

«La experiencia me ha transformado en un enemigo del Estado»

Es muy difícil para mí juzgar dónde las materias primas de mi literatura coinciden con el contexto cultural contemporáneo, pero una cosa es segura: escribo desde la cultura china. En mi trabajo empleo siempre la forma clásica de describir cosas en las historias, de ahí proviene mi estilo. La experiencia en la cárcel me ha cambiado totalmente y transformado en un enemigo del Estado; sin esa experiencia no sería la persona que soy. Volviendo al periodo en que estuve preso, nosotros solemos decir que una persona, si quiere ser un buen escritor, debe cumplir tres condiciones: la primera es que debe haber estado en la cárcel, debe tener experiencia en prisión; la segunda es que debe haber vivido un divorcio; y la tercera es que debe ser errante, vivir como un gitano. Estas tres condiciones han sido mis experiencias vitales. Por eso creo que mi obra, mi literatura y mi vida han llegado a ser muy especiales.

El exilio duele y a veces impide escribir. ¿Cómo se las ha arreglado para crear en un contexto lingüístico distinto?

Por supuesto que el exilio y la huida son dolorosos, pero, como en Pablo Neruda, estas experiencias han dejado poesías muy bellas. La vida en el exilio es dolorosa; sin embargo, puede ser un recurso. Por ejemplo, lo que ahora estoy escribiendo se titula Memorias de exilio: cuento todo el proceso que me llevó a abandonar China y refugiarme en Alemania.

Además de poeta, usted es músico. ¿Qué hay de musical en su proyecto literario y qué de literario en su música?

La música está íntimamente relacionada con mis experiencias vitales: la flauta de bambú, por ejemplo, que un monje de más de ochenta años me enseñó a tocar en prisión. Es en ese sentido como usted debe entender la manera en que veo la música, que tiene dos significados para mí: uno, la amargura y los dolores en prisión; el segundo, cómo superar esa amargura y ese dolor para ser libre. La filosofía para superar todo eso es para mí la música. Aquel monje me enseñó que no todos estamos prisioneros en cárceles visibles, que todos estamos presos en cárceles invisibles. ¿Qué es entonces la libertad?, ¿dónde está? Eso debe definirlo cada uno por sí mismo. Por esta razón, mi música viene de mi literatura y ambas me dan energía para vivir. La primera persona que me iluminó en mi vida fue mi padre; aquel monje fue la segunda.

En su libro relata cómo creó «Masacre» y la versión cinematográfica muda de «Réquiem». Hábleme de este segundo proyecto.

«No veo signos de reforma política en China. Sólo contaminación espiritual»

¿Dónde está la película ? Estará ahora en la «caja negra» del partido comunista chino. Ya sabe, los poetas hemos sido siempre tan ingenuos... Nos entregamos a nuestras pasiones e ideas, nos juntamos, produjimos esta película . Y ellos esperaron, esperaron, hasta que la película estuvo terminada, y al final nos arrestaron y pusieron el filme en la «caja negra». Probablemente, si el partido comunista chino se desvaneciera, tendríamos la oportunidad de verla. Como usted sabe, el poeta y el policía son enemigos naturales. El poeta soñará con hacer un viaje de tres meses en tren; el policía pensará: «De acuerdo, tú viajas donde quieres y yo te espero en la estación de destino para atraparte». Ese es el trabajo de un policía chino, arrestar a las personas; mientras más arreste, mejor.

En el prólogo, Herta Müller habla del «lobby» industrial alemán y su influencia en el desinterés de las autoridades por los derechos humanos en China. ¿Cree que estamos retrocediendo como civilización?

Después de 1989, la mayoría de nosotros, todo el pueblo chino, creíamos que la tiranía sería derrocada y que la economía de mercado conduciría al país hacia la democracia. Pero no sucedió así y lo que estamos viendo hoy es cómo China utiliza el capitalismo para exportar basura y contaminar el medio ambiente. En este sentido, acierta usted al decir que la civilización humana está dando marcha atrás. Sin embargo, por otro lado, vivo en Alemania y sé que este país tiene una hermosa cultura de la memoria. Herta Müller , por ejemplo, es muy influyente: todo lo que diga es muy importante para la sociedad alemana. Que la sociedad tome tan en serio lo que sus intelectuales dicen me parece que algo positivo.

¿Cómo y cuándo cree que comenzarán a vislumbrarse reformas de apertura en China?

No veo ningún signo de reforma política en China, sólo veo contaminación. En Pekín no se puede ver a más de quince metros de distancia; veinticinco provincias del país están contaminadas. Lo que podemos ver en realidad es la contaminación espiritual. ¿Qué hacer? Lo único que queda es difundir el pensamiento libre, la filosofía de la libertad, tan lejos como sea posible, hasta que China reaccione un día. Pero probablemente nunca suceda. Lo que creo y veo venir es que ese imperio debe romperse en pedazos, en diez o veinte naciones diferentes. Mientras Dios siga amando a la humanidad y no la deje contaminarse por el diablo que es China, Dios ayudará a que ese país se rompa.

No hay esperanza.

«Lo puse todo en palabras, línea tras línea, y ya no tengo pesadillas»

En realidad, hay esperanza de salvación en muchas personas, pero yo soy el único que habla, que duda y que lo dice en voz alta para ser escuchado. China es enorme, no es como Europa, tantos países pequeños y soberanos. En China, como en Europa, cada región tiene su lengua, su propia cultura. Tener un gobierno central es simplemente antinatural; la evidencia se encuentra en la Historia de China: vivió su mejor época, intelectual y culturalmente, cuando estuvo dividida en diferentes naciones. Confucio es de ese periodo.

A propósito del horror vivido, usted ha expresado su anhelo de limpiar su alma por completo.

Escribir ha sido un proceso de curación. Estuve muy enfermo, mentalmente enfermo, después de salir de prisión. Tenía muchas pesadillas, soñaba con los prisioneros, con los condenados a muerte. Pero después lo puse todo en palabras, línea tras línea, y ya no tengo pesadillas.

En la primera parte de su libro leemos que hay una relación entre la juventud, la poesía y la revolución. ¿Cómo es ser poeta en la edad adulta?

Por aquel entonces yo estaba muy convencido de la cultura occidental. Éramos la generación beat y yo luché contra mi padre, que trataba de transmitirme la tradición china: Confucio o lo que fuera; todo ello me parecían nimiedades. En los años ochenta llegó mucha literatura occidental a China. Ginsberg era muy famoso, yo lo admiraba. Fue el momento de los hippies, que tomaban drogas; en China no teníamos, pero las buscábamos. Así era en mi juventud. Era anarquista también, no creía en ningún gobierno, no me interesaba la política y no estuve tampoco envuelto en el movimiento estudiantil. Si la matanza no hubiese sucedido, yo seguiría siendo un poeta del montón, pero la masacre cambió mi fe y mi vida.

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