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Flaubert, la teoría del todo
Borradores juveniles, notas para futuras novelas, reflexiones, curiosidades. Los «Cuadernos» que Páginas de Espuma publica la próxima semana nos presentan a un Flaubert enciclopédico
Poseo desde hace muchos años un libro titulado Aprendiz de escritor (1830-1838), uno de aquellos «Cuadernos marginales» de Tusquets, donde se recogen, en una edición a cargo de Menene Gras, gran cantidad de textos escritos por el Flaubert niño y adolescente. El presente volumen comienza precisamente donde aquel terminaba, de modo que «Agonías», que era el texto que terminaba el cuaderno de Tusquets, es el primero del presente volumen de Páginas de Espuma . Que consiste en una apasionante incursión en los abundantes cuadernos de notas del escritor francés a través de todas las etapas de su carrera, desde los borradores juveniles hasta las notas destinadas a la segunda parte de Bouvard y Pécuchet, cuya primera ni siquiera tuvo ocasión de limar del todo.
Qué extraña sensación nos procura recorrer estas «notas» para una novela que son, en realidad, una antología de estupideces tomadas de todo tipo de fuentes y también un florilegio de frases cursis. Entendemos la impaciencia de Flaubert ante la hipocresía y la cortedad de miras de sus odiados «burgueses», pero ¿no es de estúpidos pasarse años leyendo estupideces, copiando estupideces y coleccionando estupideces?
Leerlo todo, vivirlo todo
Flaubert poseía, en grado máximo, la capacidad de hacer que sus frases se levantaran perfiladas y nítidas, que parecieran necesarias y que transmitieran sensaciones e imágenes, y eso desde el principio. Nadie puede estar más desengañado del mundo que un adolescente, y esa es la visión que nos presenta el joven Gustave en sus «Agonías», una serie de textos llenos de escenas macabras, crisis religiosas, cadáveres llenos de gusanos, desesperación y nihilismo. Adivinamos muchas lecturas románticas del tipo gótico debajo de estas páginas y también la sensualidad desatada de un joven de diecisiete años.
No hay rincón de la Historia ni ángulo de la actividad humana que no investigue
«Recuerdos, apuntes y pensamientos íntimos», de dos o tres años más tarde, componen un texto más maduro y de muy atractiva lectura. El joven aprendiz de escritor se deleita en paradojas morales («la modestia, la más orgullosa de las bajezas») y exhibe su característico mal du siécle, mezcla de desilusión y cinismo. Pero el futuro ya está asomando por entre las románticas quejas: «Estoy sediento de narrarme a mí mismo», dice en uno de los fragmentos. He aquí el primer impulso del novelista. Hay reflexiones sobre Montaigne, Voltaire, Molière... y Sade, que parece ser una especie de modelo para el joven Flaubert.
El primer impulso del novelista. Pues, ¿cuál es el segundo? Sin duda, el enciclopédico: leerlo todo, vivirlo todo, conocerlo todo, recordarlo todo, escribirlo todo. Flaubert, uno de los más grandes novelistas enciclopédicos de la Historia, nos muestra, en el resto de los cuadernos que aquí se exploran, hasta qué punto estaba obsesionado por un deseo de totalidad.
Un disparate soñado
Aparecen aquí amontonados todo tipo de conocimientos históricos, esotéricos, exóticos, misteriosos, morbosos, mágicos, oníricos. No hay rincón de la Historia ni ángulo de la actividad humana que deje sin investigar. Hallamos, por dar unos ejemplos, reflexiones y noticias sobre los países ideales inventados por el hombre en distintas épocas; las cacerías que realizaba un señor de Monville en el siglo XVIII en su jardín, que había hecho crecer como una selva tropical, vestidos sus amigos y él como salvajes; el proyecto de Athanasius Kircher de crear un autómata que hablara como un ser humano; la bondad ética de la enfermedad (la mendacidad religiosa, siempre un tema favorito); el culto al oso de los aínos del norte de Japón; la imagen de una «isla de las mujeres» de mujeres árboles, cuyos brazos y cabelleras son ramas y copas; una historia en la que combaten el hijo de un rey y un simio (todo esto es del fascinante «Cuaderno de proyectos»)...
Flaubert, sobre la palabra: «¡Es como la realidad! Un instante»
También aparecen un elefante de bronce por cuya trompa suena el viento del mar; la señorita X, que pregunta humildemente a sus clientes si les gusta como practica la fellatio; el proyecto de dos copistas llamados (en este punto) Dubolard y Pécuchet; la práctica de sumergir a los recién nacidos en el mar; pájaros tan oleaginosos que son usados como lámparas; la historia de las pelucas; de cómo en la Edad Media se perdió la costumbre de tomar helados; lecturas de Max Müller sobre el origen de la religión; animales imaginarios; costumbres de las alondras al ver un espejo; edificios de construcción extraña; la forma de los tréboles...
Leyendo todos estos cuadernos da la impresión de que Flaubert se pasó toda su vida planeando la escritura de una obra gigantesca, delirante, mezcla de Enciclopedia de Tlön, Almanaque de curiosidades y Mil y una noches. Las tentaciones de San Antonio y Bouvard y Pécuchet son las obras que más se parecen a este maravilloso disparate soñado y sin duda imposible de llevar a cabo, que más tarde florecería en las obras, tan disímiles entre sí, de Joyce, Roussel, Borges, Perec y Pynchon.