Un vaso medio lleno

Hoy cierra ARCOmadrid, una edición íntima y con muchos destellos, que invitaba a buscar las grandes piezas para cada uno de nosotros

Un vaso medio lleno j.d.-g

javier díaz-guardiola

Habría preferido comenzar por otro sitio, pero me es imposible. Aún me repiquetean en la cabeza las imágenes de aquellos insensibles que se creen superiores a los demás y que desprecian el pasado destrozando el patrimonio albergado por el ya convertido en polvo Museo de Mosul.

Y mientras, en España, en ARCOmadrid, a miles y miles de kilómetros (aunque la intransigencia no conoce de fronteras) los medios preocupándonos por si el vaso de Wilfredo Prieto en Nogueras Blanchard está medio lleno o medio vacío; si tiene o no tiene agua de verdad (me contaba el galerista que alguno hasta metió una pajita para comprobarlo) y si ese recipiente y su contenido merecían 20.000 euros en pago (más IVA, que por estar donde estamos, es del 21 por ciento; que no se nos olvide).

Y quizás no estamos tan lejos. A más de uno y a más de dos no le habría costado nada sacar su martillo y pulverizar el vaso del cubano. Total: es sólo un vaso. Total: lo otro sólo eran piedras.

Pero lo que se nos olvida es todo lo que hay detrás y en ambos casos: una cultura, unas costumbres, unas tradiciones... Quién sabe si el que compra ahora «sólo» un vaso y un «buchito» de agua (porque la obra ha sido vendida) no se está llevando parte del legado que ya está en los museos de arte contemporáneo (Wilfredo no es un recién llegado), o el que dentro de diez siglos recale en los de Historia.

Y así debemos entender todas y cada una de las obras, grandes o pequeñas, colombianas o no, arriesgadas o conservadoras, de este ARCO que hoy cierra sus puertas y desde el que expositores y visitantes dieron una lección de respeto al mundo (que tampoco hay que crucificarse todo el día por vivir en el Primero) con el minuto de silencio que guardaron el pasado viernes por la nueva atrocidad del Estado Islámico .

Por lo demás, como decía, acaba este ARCO, el XXXIV; el que antecede al XXV y que promete ser «el del aniversario», como lo fue el XXX, pero sin arriesgar demasiado (lo que no impidió que esta fuera una edición íntima y con muchos destellos, que invitaba a buscar las grandes piezas para cada uno de nosotros).

No me equivoqué mucho cuando situé, el primer día, en el estand de Crone, la obra que sería más fotografiada. Justo frente a la monumental pieza de Monika Grzymala estaba el vaso de los 20.000 de Wilfredo, que pasó desapercibido para mí. Justo desde ese silencio en el que aún se sumía, la feria de Madrid encauzó la que debería haber sido desde hace años su vocación: Latinoamérica. Lo mismo de ahí tendrían que venir en el futuro los países invitados. No sé. Yo veo el vaso medio lleno...

Un vaso medio lleno

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