abc de arco
ARCO'15 : comienza la fiesta latina
¿Significa la proliferación en ARCO'15 de grandes piezas de tamaños descomunales la recuperación del mercado? Hoy lo sabremos
Les voy a contar un secreto. El de cómo funciona la cabeza de un periodista. Nosotros llegamos a los sitios con una tesis que luego intentamos confirmar o descartar (esto último, las menos de las veces). El caso es que mi aproximación a ARCO’15 tuvo lugar bajo la idea de que esta iba a ser la edición de la eclosión del arte latino, aquella en la que, después de muchos años, se hablara de verdad el rico español de Hispanoamérica. Y razón no me faltaba. Pero lo que llama poderosamente la atención hoy del visitante que pisa por primera vez la feria es la proliferación de buenas piezas y de un tamaño inabarcable.
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¿Y saben lo más curioso? Que buena parte se encuentran en estands españoles: Ahí tienen las descomunales pinturas de Katharina Grosse en Helga de Alvear (que da, y bien en los morros, a los que creían que su salto a SOLO/DÚO podía ser un síntoma de flaqueza); el Bosco Sodi de Álvaro Alcázar; el Vik Muniz de Elba Benítez; los bakenhol de Pepe Cobo (ahora en Lima); y las obras que parecen venderse a metro cuadrado en Juana de Aizpuru, en Adora Calvo, en Parra y Romero... Es como si nuestros compatriotas quisieran dar por superada la crisis económica o, de forma más modesta, asumir que los compradores extranjeros (un millón y medio de euros se ha gastado la feria en traerlos) no la padecen.
Sin cambiar el titular
Pero hay otra máxima en periodismo que dice que no debemos dejar nunca que la realidad nos arruine un buen titular. Y ahí estamos nosotros, en nuestras trece de que esta esté llamada a ser la edición latina, aquella que convierta definitivamente a ARCOmadrid en el puente entre Europa y el Nuevo Continiente. Los datos nos avalan. En el salón de este año participan 218 galerías (una menos que en 2014). De ellas, 47 tienen su origen en Sudamérica, lo que supone un crecimiento de un 52 por ciento con respecto a la edición anterior. A ello ha contribuido, sin duda alguna, la llamada de que en 2015 el país invitado sea Colombia . Así se mueve el mercado y de ello se aprovecha ARCOmadrid.
Y hablando de Colombia, esta nación ha hecho muy bien los deberes. Tras los fiascos turcos y finlandeses, el desembarco del país cafetero (a cargo de Juan A. Gaitán) merece la pena la visita: ahí están las piezas de Liliana Sánchez en Casa Riegner , o el aire urbano y canalla de Edgar Jiménez en Doce Cero Cero. O las insinuaciones feministas de Mónica Restrepo en Jenny Vilà, o las poderosas composiciones de Carolina Caycedo en Instituto de Visión.
Y luego hay un segundo «efecto llamada»: el que experimentan aquellas galerías (latinas o no) que han decidido poner un colombiano en su vida y a las que les sale bien la jugada: François Bucher, Lina López y Bernardo Ortiz en Alarcón Criado; Forero y Argote en ADN; y las apuestas de Manuel Calderón y Jorge Magyaroff en Fernando Pradilla (aquí, El Museo), que son casi, casi dos Solo Projects sin proponérselo.
El lugar natural
Allí, en los Solo Projects de verdad, no faltan los artistas latinoamericanos. Para eso se creó esa sección. Recalan (y bien a gusto) Anna Maria Maiolino en Raffaella Cortese, Armando Andrade Tudela en Elba Benítez, el Nicolás Franco de AFA; la Ana Roldán de Instituto de Visión, la pintura homoerótica de José Pedro Godoy (Yael Rosenblut) o el postcolonial Manuel Vecino de miaumiau. Y aún quedan fuera de este sector latinos para rato: Liliana Porter, siempre soberbia, en Espacio Mínimo; dos mexicanas de las que quitan el hipo: Teresa Margolles, en Peter Kilchmann, y Mariana Castillo Deball en Wien Lu-katsch; el peruano Fernando Bryce en Barbara Thum... Un argentino, Martín Vitaliti en etHall, estos ya en Opening , un sector de la feria que por primera vez acepta la inclusión de galerías españolas y a donde damos la bienvenida también a The Goma o García Galería.
A partir de aquí, y sin consignas, déjense perder por los pasillos de esta feria tan latina y tan optimista. Les podría decir cuáles serán las piezas más fotografiadas (y entre ellas se sitúan la realizada con cinta de carrocero por Monika Grzymala en Crone, también grande, grande, como los recuperados Solo Objects), pero es mejor que intenten descubrir la poesía que encierran los pabellones 7 y 9 de Ifema, si es que eso, en una feria, es posible. Pero no se vayan de aquí sin recalar en el lirismo de Rubén Ramos Balsa (que invita a ver la tierra y la luna en una cuchara) en F2; los mapplethorpe de Mai 36 Galerie (a los que nada tienen que envidiar las fotografías de Chema Madoz en Elvira González); algunas cosillas en Anhava o en Forsblom, que no está bien castigar a los finlandeses así en bloque, y que no les debió de ir tan mal la jugada cuando algunos repiten; al Willie Cole y Travis Somerville de Beta Pictoris; un soberbio Nacho Criado (también lo es su joven compañera Hisae Ikenaga, incluso cuando reduce las escalas) en Formato Cómodo; Hiroshi Sugito y su alegoría al desperfecto en Zink; el «bienalizado» Francesc Ruiz en Estrany/De la Mota o Daniel G. Andújar en Casa Sin Fin... El listado sería ilimitado. Y dejaré de escribir y surgirán más nombres. Pero es su turno. Hagan de este ARCO una edición única e irrepetible. Los galeristas consultados están convencidos de que así va a ser. Que no les traicione el mercado.