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Donna Leon: «La fama no es buena. Quiero vivir en paz, ser invisible»

Gracias al comisario Brunetti, Donna Leon se ha convertido en uno de los grandes nombres de la novela negra. Su territorio, Venecia, «la Disneylandia del Adriático». «El crimen perfecto es más fácil que componer una ópera», asegura en esta entrevista

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laura revuelta

Esta entrevista se tenía que haber celebrado en Venecia, pero no fue así por razones que no vienen al caso. Estamos en fin de semana de Carnaval y no me quiero ni imaginar el gesto de la señora Leon mientras contempla su ciudad de acogida transformada en un baile de máscaras. «Desde su llegada hacía ya un mes, sus colegas venecianos habían hablado de poco más que del lento declive de la ciudad y su gradual transformacion en la Disneylandia del Adriático», da unas pinceladas críticas en uno de los párrafos iniciales de su nueva novela, Sangre o amor (por cierto, el título desmerece mucho el libro). En otros se deleita en las típicas postales que se pasean por la retina como en esos souvernirs o visores con forma de televisor y colores chillones: «No hacía viento, así que la luna se reflejaba en el agua como en un cristal negro. Durante unos minutos no pasó ninguna barca y Brunetti permaneció en silencio. Como si su voz fuera a hacer añicos la superficie del agua». La de cal y la de arena en sus descripciones ambientales. Donna Leon me reconocerá en el curso de esta entrevista que sufre «el mal de Stendhal todos los días de mi vida y todos los minutos y horas del día». Tras este Carnaval llegará el del arte contemporáneo y su Bienal en el mes de mayo. Luego, el Festival de cine ...

Cuando cuelgo, me doy cuenta de que la grabadora no ha guardado ni una palabra

Esta entrevista no se celebró en Venecia, y se hace por teléfono. Once de la mañana de un miércoles, pero no tengo que llamar directamente al teléfono de su casa, sino que debo pasar antes por el de la editorial en Barcelona. Ellos harán la conexión. Controles de seguridad y de privacidad, supongo. Aviso a los navegantes y a los fans de la autora, que son muchos: nadie me pida el número de Donna Leon porque no lo tengo (por si quedaba alguna duda). Comunica. Están mal las líneas. Cuando por fin conseguimos hablar, será media hora. Cuando cuelgo, me doy cuenta de que la grabadora no ha guardado ni una sola de nuestras palabras. He apuntado frases en el cuaderno pero prefiero reconocer mi torpeza. Paso por el apuro y pido hablar de nuevo con ella. Vuelta a empezar. Once de la mañana del jueves. Idénticos trámites que el día anterior. «Yo soy una tecnoneandertal –confiesa Dona Leon–. No entiendo nada de esto. Internet me confunde. El ordenador para mí es una máquina de escribir. Empezamos de nuevo, ningún problema.» A la segunda va la vencida y todo sale según lo previsto. Ella es «tecnoneandertal» y yo no valgo para pinchar teléfonos. Ya sabe que no me puede «fichar», tomar como modelo, para una novela de espionaje si se le ocurriera escribirla.

«Un argumento que yo evito siempre en mis libros es la locura»

Ya que empezamos por la tecnología sigamos el hilo. Como quien linkea un texto, esta confesión lleva a la pregunta de si cree que la realidad virtual supera ya a la ficción: «Hoy sí, porque se han vuelto todos locos con Twitter, Facebook, y todos estos medios de comunicación. Aumenta la locura de quienes queman vivas a las personas… Cuando un monstruo no tiene publicidad, quizá se contenga, pero ahora tiene fama, publicidad… Me dan miedo las cosas que nos presentan en internet. Un argumento que yo evito siempre en mis libros es la locura. Para mí sería demasiado difícil escribir sobre este tema, porque se me escapa. Pero cuando leo sobre una red de pederastas, que tiene imágenes de niños víctimas… Ahora, con todos los medios de comunicación, todos estos locos pueden ponerse de acuerdo y decir: “Sí, sí, yo hago esto”. Los demás les animan. Para mí es algo… inimaginable».

Donna Leon, no obstante, tiene una página web . Ella no la gestiona, como tantos famosos de toda clase y profesión. Tendrá algún «negro» que tuitea y contesta a unos y otros del club de fans de quien está «etiquetada» como «La gran dama del crimen». No es la primera ni será la última escritora que lleva sobre sus hombros esta cartela promocional, sumada a frases elogiosas de la crítica, como las que se colocan en las fajas de los libros que mucho abarcan pero poco aprietan. Se me ocurren nombres de clásicas y modernas del género, pero no vienen al caso, al preguntarle qué siente cuando la adulan con estas palabras. ¿Quizá un exceso de responsabilidad por estar a la altura de Patricia Highsmith ? Pero no aparece, ni se asoma este nombre mítico, sacrosanto, a lo largo de toda la conversación. «Es como con la comida –apunta–. Uno te puede felicitar cuando te dice “ese risotto estaba fantástico; la pasta con almejas, deliciosa”. Cuando alguien me dice “me ha gustado ese libro”, soy feliz, porque he proporcionado placer a otra persona, y para una persona normal, y yo espero serlo, esto es un placer, te hace feliz, y la felicidad es contagiosa.»

Donna Leon encaja en cómo la he imaginado cuando escucho su voz

Donna Leon es muy menuda, la he visto en ciento y una fotos. Cuando la fama del personaje entrevistado es planetaria y no puedes hablar con él cara a cara, tienes la ventaja de poder estudiar sus gestos y poses en las imágenes que se acumulan en internet. Más allá de su melena cuadrada de pelo blanco que la acompaña desde hace muchos años, pocos tics en las secuencias. No se altera demasiado: el mismo corte de pelo, parecidas gafas, idéntico estilo en el vestir, un clásico informal, sport. Tiene toda la pinta de que tras esta normalidad aparente se esconde una escritora de novela negra. Por lo general, la grandes damas que han escrito grandes historias del crimen no lucen un porte de mujer fatal. Donna Leon encaja en cómo la he imaginado cuando escucho su voz al otro lado del hilo telefónico. Fina y dulce, con sutiles altibajos. Entonada en una partitura musical. Ella es norteamericana de nacimiento pero lleva media vida en Venecia, y la otra media ha viajado al galope de sus distintos trabajos antes de «matar» como una posesa. Explica que habla «italiano bastante bien, pero escribirlo me resulta mucho más difícil». Por supuesto, con esta receta italoanglosajona se cocina un tipo de pasta muy especial, al dente y con una salsa boloñesa cuyo secreto solo ella sabe. No obstante, yo le pregunto, claro, por el truco, el toque de la mamma Donna Leon.

¿Cómo combina esas dos culturas tan dispares en su vida cotidiana?

Yo soy una falsa mediterránea. Vuestra manera de relacionaros es algo instintivo, la generosidad, la espontaneidad, la alegría de vivir. Yo miro y estudio todo antes, como hace Brunetti. Veo que los mediterráneos están mucho más dispuestos a perdonar, a aceptar las debilidades humanas. Los estadounidenses son más duros, más precisos, y más propensos a la condena. Los mediterráneos tienen paciencia, siguen adelante. Perdonan.

¿«I love Italy», como pone en las pegatinas turísticas?

Si ella describe Venecia con toda su luz, también lo hace con todas sus sombras

Yo adoro Italia, adoro el entusiasmo del italiano, la cultura del italiano, el refinamiento de los italianos, la elegancia, la generosidad, lo cultivados que son. Un pueblo muy sofisticado. Te abren la puerta y te dejan pasar, te ceden el sitio en el vaporetto, en el autobús o en el tren, son caballerosos. Es muy fácil. Sobre todo, para una mujer de cierta edad, con el pelo blanco.

¿Y la situación política en su país de adopción, cómo la ve?

Es un mess (un desastre), como decimos en inglés. Llevan no sé cuántos años sin un gobierno, pero siguen adelante, porque el italiano es un genio, sabe cómo apañárselas, cómo sobrevivir. Este presidente, Mattarella, parece una buena persona.

El amor no es ciego. El entusiasmo que no altera el tono de voz cantarín de Donna Leon suelta críticas aquí y allá. Si ella describe Venecia con toda su luz, también con todas sus sombras. De lo contrario su novela negra sería de marca blanca y se convertiría en esa especie de novela erótica sin erotismo que tanto se lleva ahora con el fenómeno 50 sombras de Grey. «Yo reflejo lo que veo –apostilla–: si vas por la mañana a un bar a tomar un café, te encuentras con una persona que no conoces, con un extraño, y empiezas a blablablá… Hablas primero de la crisis económica, que aquí no se nota; pero si sales del corazón de Venecia ves los crímenes sin castigo. La gente aquí está harta de no tener nada, de no tener posibilidades, de ver cómo sus hijos van a España a buscar trabajo, porque aquí no hay nada de trabajo para los jóvenes. Y no lo habrá durante mucho tiempo. Y estas personas saben que sus hijos no tendrán lo mismo que tuvieron ellos, tendrán menos, y para unos padres, eso es insoportable.»

Me sorprende lo que me comenta de España y yo le recuerdo nuestra corrupción. «Nosotros siempre la hemos tenido. Ahora en España, madre mía. Pobre Infanta, pobre el marido de la Infanta. En todas partes, nadie se salva», dice.

«Nunca he conocido una persona a la que la fama no le haya pasado factura»

Repito que el amor no es ciego, ni tampoco tonto. Y el amor por menos de un «quítame allá esas pajas» (expresión muy española que al italiano no hay quien la traduzca, y menos quien la entienda) se puede convertir en odio. Donna Leon sabe donde pisa por la calles de Venecia, con sus aguas movedizas y sus mareas altas e inundaciones. El amor viene con los celos incorporados. No digamos si la pareja es italiana.

Su amor a la ciudad y a sus habitantes no es ni ciego ni tonto, por eso no permite que sus novelas sean traducidas al italiano. Recordamos que escribe en inglés. Es un curioso dato que pido que me lo explique. «No, no quiero que mis obras se traduzcan mientras yo viva en Venecia. Me gusta la ciudad, pero no quiero que mis libros se lleven al italiano. Nunca he conocido una persona a la que la fama no le haya pasado factura. La fama no es buena para la gente, yo quiero vivir en paz, ser invisible. La gente sabe que soy una escritora estadounidense que escribe sobre Venecia, pero exijo ser una persona normal. Es mejor pasar entre los demás como una persona normal, no famosa.»

Una estadounidense que reside en Venecia, que lleva una vida anónima siendo una de las escritoras que más vende en todo el mundo y que imagina toda clase de crímenes o de delitos. Parece el guión de una almibarada película del technicolor norteamericano o, aún peor, un telefilme de sobremesa en fin de semana. Podríamos echarnos la siesta mientras el metraje sin sustancia pasa por la pantalla, pero la banda sonora sube los decibelios. A tu sopor le enchufan un aria de Verdi que te pone firme, en alerta, en el sofá de casa. Nada hace presagiar en el discurrir cotidiano de Donna Leon torturas y tormentos. Una escritora que busca el anonimato en una ciudad donde, por otro lado, resulta fácil conseguirlo en cuanto uno da la vuelta a la esquina y se sale de los puentes y piazzas atestadas de público.

Durante el tiempo que trabaja Donna Leon en un libro, ¿está obsesionada, ocupa sus veinticuatro horas del día?

«Italia ha masacrado la cultura. Aquí, en Venecia, todo se está derrumbando»

¡Ojalá! Yo necesito una semana en la que no tenga compromisos, que no tenga que viajar ni hacer otras cosas, y entonces me concentro en el trabajo desde las siete de la mañana hasta las siete de la tarde, rogando que me llame algún amigo para salir a tomar un café y me salve. Normalmente hago esto una semana y luego podría no trabajar durante un mes. O dos. No hay un ritmo.

Entre tanto sosiego, ¿de dónde saca Donna Leon sus historias?

Siempre tengo miedo de llevar a los libros mi vida personal, lo que me interesa, lo que me gusta, lo que leo. He trabajado durante muchos años con una orquesta de música barroca y ópera barroca, he pasado quince años en el mundo de la lírica. El último libro tenía el mundo de la lírica como argumento, y el cuarto también, así que pensé que lo que me interesa a mí a lo mejor podía atraer a más gente. Me interesaba en concreto este fenómeno de los admiradores. Pensé: «Vamos a ver si puedo escribir un libro sobre el mundo de la ópera, pero donde la ópera no resulte muy destructiva». Retomo un personaje del primer y del quinto libro. Hacía veinte años que no tenía nada que ver con él, no podía liberarme de la imagen de esta cantante, y el libro trata de Flavia, una cantante que tiene un admirador demasiado apasionado.

¿Flavia responde a un prototipo dentro de las divas de la ópera?

No, responde a algo que me han contado muchos cantantes, tanto hombres como mujeres. Muchos de ellos tienen admiradores de este tipo, que no ven delito en su comportamiento, quieren hacerse amigos. No obstante, algunos admiradores no ven, y por lo tanto no respetan, los límites de la educación, de cómo hay que comportarse con otra persona. Se vuelven demasiado agobiantes. De hecho, existe la historia de una cantante, no recuerdo si italiana o estadounidense, a la que acosaba un admirador… Hablo de los años veinte… No recuerdo el nombre.

«Alcina se da cuenta de que ya no es hermosa, ese aria te rompe el corazón»

Menciona la ópera como banda sonora de algunas de sus historias y me vienen a la memoria dos películas . Una, de Hitchcock, El hombre que sabía demasiado , donde la secuencia central, un crimen, ocurre o tiene que ocurrir en medio de un concierto. Otra es la tercera parte de El Padrino: entre redobles de la Cavalleria Rusticana se masca el trágico final. Para Donna Leon, Händel es el compositor perfecto. Un verso de su Rodelinda abre este último libro: «Un corazón enamorado no atiende a la voz de la virtud, o no la oye». El Barroco es su tiempo y llevado a los rigores más tradicionales. «Yo adoro la ópera clásica –puntualiza–. He visto óperas modernas, y no me gustan. Estoy muy apegada a la música barroca. Por ejemplo, la historia de Alcina es la de una mujer de cierta edad que se enamora perdidamente de un hombre mucho más joven. Alcina es una ópera perfecta. Cuando en un momento se da cuenta de que ya no es hermosa, ese aria te rompe el corazón. Ha tomado un filtro por el amor de un hombre mucho más joven.

¿Alguna de sus novelas podría convertirse en un libreto operístico?

Quizá. Porque todas mis historias son muy dramáticas. Podría ser.

¿Qué es más fácil, componer la ópera perfecta o cometer el crimen perfecto?

Yo creo que el crimen perfecto es más fácil, porque para cometer un crimen basta una sola persona: hay alguien que no te gusta, que está delante de ti y boom, cae muerto. Y tú no le empujas, pones tu pie delante del suyo y así puedes decir que no has hecho nada. Es más fácil para una persona hacer algo así. Mientras que para la ópera se necesita un teatro, músicos, cantantes, una orquesta, el director… Es más fácil el crimen, lo siento, pero es más fácil.

«Brunetti es simpático. Ya es buena cosa. Es familiar. Un intelectual que piensa»

Crimen perfecto es el título de una película de Hitchcock que certifica que este tampoco existe, por mucha mítica que se quiera echar al fuego. Al final, el malo se delata en los errores. Claro que la trama de Hitchcock y la de otros maestros nunca ha sido tan sencilla, tan light, como poner una zancadilla a alguien y que este se abra la cabeza. Por cierto, esta novela de Donna Leon también cuenta con un empujón en plena vía veneciana. Casualidades de la vida, pero no se puede contar más. Todo esto me lleva a pensar que sus novelas se salen de la norma y me (le) pregunto por sus maestros. «He leído los libros de Chandler, y de Hammett, que escriben muy bien, con un nivel de sofisticación altísimo. No me suele interesar la historia, más bien la escritura; cómo manipulan el lenguaje. Yo soy la dama actual de la novela negra, pero ellos son los maestros, por cómo escribían.»

Hammett creó a Sam Spade; Chandler , a Philip Marlowe. Podría citar a otros tantos escritores/as que han puesto en pie un comisario o detective cuyo origen es turbio y su vida, aún más. Donna Leon, no. Ella «se casa» con Brunetti. Han leído bien: se casa, porque «no me lo he inventado sin más –matiza–. Una vez estaba escribiendo una novela negra, la primera, y sabía que tendría que pasar tiempo con este personaje, de modo que tuve el buen juicio de decirme: ‘‘Tengo que inventar un compañero ideal. ¿Qué hago?’’»

¿Y qué hizo? ¿Y cómo es él?

Es un intelectual, lee mucho, ama la cultura, vive en una casa con unos cuadros preciosos, le gusta comer bien, le gusta el buen vino, ama a su mujer, quiere a sus hijos, es una persona con la que yo podría convivir. Me siento muy afortunada por haber creado un personaje así, porque a la larga, después de veinticinco años, me sigue cayendo muy bien. A los lectores no lo sé, pero a mí, sí.

La antítesis del comisario al uso en la novela negra.

La amabilidad de Donna Leon trabaja a favor de sus historias policiacas

Alcoholizados, que traicionan siempre a las mujeres, que tienden siempre a ser las víctimas o los creadores de la violencia. ¿Cuántos años podrías ser capaz de convivir con un tipo así? Sería muy interesante. Es como un matrimonio: si te casas con uno guapo al que quieres con locura pero no te ayuda en casa, no limpia, deja el baño sucio, todo desordenado… Al cabo de cinco años sigue siendo guapo, pero…

¿Brunetti es el hombre ideal?

Es simpático. Ya es buena cosa. Es familiar. Un intelectual que piensa, no tiene ideas preconcebidas. También lee: a historiadores; también a Eurípides o Sófocles. Es una persona culta. No un esnob.

Queda claro que la amabilidad de Donna Leon trabaja a favor de sus historias policiacas. En Venecia «tenemos acqua alta, nieve y lluvia», comenta. Cuidado que nadie se «tropiece» en pleno Puente Vecchio.

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