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Así es como (nunca) sucedió
De Houellebecq a series de televisión como «House of Cards», la ucronía es un género en alza, aunque no sea nuevo. A vueltas con la política ficción, pocos autores se resisten a inventar Historias paralelas
El término fue acuñado por el francés Charles Renouvier (1815-1903) en su obra Ucronía: la utopía en la Historia . «Ucronía» sería al Tiempo lo mismo que «utopía» es al Espacio: un tiempo, una época, una Historia, que jamás tuvieron lugar. El propio Renouvier practicó la ucronía al imaginar una Historia alternativa en la que el mundo romano nunca llega a hacerse cristiano, de modo que toda la Historia de Occidente se desarrolla por cauces distintos a los que conocemos. De eso, precisamente, trata la ucronía, de imaginar desarrollos alternativos de la Historia, de crear Historias paralelas . Ya lo hizo Tito Livio en su Historia de Roma al describir una guerra imaginaria entre Alejandro Magno y Roma en el siglo IV a. C. Javier Negrete, un escritor de fantasía y ciencia ficción con formación clásica, retomó el tema en su novela Alejandro Magno y las águilas de Roma .
La política ficción o ucronía es, en realidad, uno de los géneros literarios definitorios de Occidente. Política ficción son La república , de Platón; Utopía , de Tomás Moro; la Fábula de las abejas , de Bernard de Mandeville ; 1984 , de Orwell... Lo cierto es que la política es uno de los temas favoritos de la ficción, desde las tragedias griegas a las novelas históricas que hoy en día hacen furor, y que muchas de las obras cimeras de nuestra tradición literaria no son otra cosa que política ficción: ¿qué otra cosa son Hamlet o La vida es sueño ? La ficción es tantas veces política porque la política está también hecha de ficción y de fantasía . Todo proyecto político es implícitamente utópico, aunque las utopías de unos suelen ser las distopías de otros. Tan fantástico es el «socialismo utópico» de Charles Fourier como el socialismo «científico» de Marx y Engels que promete un «paraíso en la tierra».
¿Qué otra cosa son títulos como «Hamlet» sino política ficción?
Resulta curioso recordar, a este respecto, que dentro de la severa y restrictiva política cultural soviética, la ciencia ficción, quizá por el mero fetichismo de considerarla una ficción «científica» , siempre estuvo bien vista. Y que gran parte del debate sobre el socialismo se llevó a cabo por medio de obras de ficción política tales como El tallo de hierro , de Jack London; Mirando atrás , de Edward Bellamy; Cuando despierte el durmiente , de H. G. Wells; Noticias de ninguna parte, de William Morris... También M. P. Shiel, autor de La nube púrpura (y probable creador de la monarquía de Redonda, otro proyecto de política ficción), era socialista. En aquellos años la ciencia ficción no era vista, precisamente, como un juego de evasión. La verdad es que nunca lo ha sido.
Cuestión de azar
El hábito de inventar Historias alternativas –ucronías, como las llamaba Renouvier– ha sido a menudo practicado por los propios historiadores. Por ejemplo, el volumen colectivo Si, o la Historia reescrita (1931), que tenía textos de Chesterton , André Maurois, Hilaire Belloc y Winston Churchill, nada menos, y que se basaba en un ensayo de G. M. Trevelyan titulado «Si Napoleón hubiera ganado la batalla de Waterloo».
Las Historias alternativas proponen curiosos enigmas intelectualmente estimulantes. En «Cuatro siglos de buen gobierno», una ucronía española de 1895 (recientemente recogida en Ciencia ficción española , de Julián Díez y Fernando Ángel Moreno), el autor se pregunta qué habría pasado si el nieto de los Reyes Católicos e hijo de la reina de Portugal, don Miguel, hubiera llegado a ser rey, e imagina una Historia alternativa en la que Iberia (España y Portugal reunidos de nuevo) se convierte en una gran potencia progresista, moderna y democrática.
Chabon, avergonzado, decidió crear un mundo en el que todo fuera posible
En La conjura contra América , Philip Roth imagina que Charles Lindbergh, conocido antisemita, sale elegido presidente, haciendo de Estados Unidos un país violentamente xenófobo. En El sindicato de policía yiddish , Michael Chabon sueña la creación de un Estado judío en Alaska. El origen de esta preciosa novela está en un manual de conversación en yiddish que cayó por azar en manos del autor. Algo escribió Chabon sobre lo divertido que resultaba un manual de conversación lleno de situaciones de la vida corriente (sacar billetes de avión, meter dinero en el banco) que jamás se darían en la vida corriente, dado que no existen sociedades donde se hable yiddish . Cuando sufrió la consiguiente reprimenda (hay que ser muy atrevido para tomarse a broma cualquier asunto que tenga que ver con los judíos), Chabon, avergonzado, decidió crear un mundo en el que todas esas situaciones fueran realmente posibles.
Invadimos Inglaterra
La ucronía nos proporciona toda clase de posibilidades, desde las plausibles hasta las delirantes. En La alteración , Kingsley Amis describe un universo paralelo en el que la Reforma nunca tuvo lugar y en el que Lutero llegaría a ser papa en Roma. En El hombre en el castillo , de Philip K. Dick, uno de los ejemplos más conocidos, el Eje ganó la Segunda Guerra Mundial, del mismo modo que en las páginas de En el día de hoy , de Jesús Torbado, es la República la que ganó la Guerra Civil. Esa misma ucronía se escenificó en un reciente documental de La Sexta, Viva la República , de Jaime Grau, cuyo fracaso no debemos atribuir al bajo presupuesto sino al hecho perturbador de que en esta Historia «alternativa» todo sucede, al final, exactamente igual que en la conocida. Recordemos, de paso, que los falsos documentales ( C.S.A. The Confederated States of America , de Kevin Wilmott, no demasiado sutil, u Operación Luna , de William Karel, que cuenta cómo Stanley Kubrick filmó en un estudio de Londres la llegada de los hombres a la Luna) también pertenecen al género ucrónico.
Jed Bartlet (
«El ala oeste
») es el presidente ucrónico más famoso
El más prolífico creador de ucronías del que se tiene noticia es, sin duda, Harry Turtledove. En sus obras, la humanidad sufre una invasión extraterrestre durante la Segunda Guerra Mundial, las tropas sureñas ganan la Guerra Civil americana, la Armada Invencible vence a los ingleses, tras lo cual las tropas españolas invaden Inglaterra, etc. etc. Para hacer el juego más complicado, Turtledove añade a sus mundos alternativos y superpuestos los viajes en el tiempo o, en algunos casos, la existencia «real» de la magia. O de la Atlántida.
Y ¿qué decir del cine y muy especialmente de la televisión? Cada vez que aparece el presidente de Estados Unidos y no es quien nosotros sabemos, se produce una situación ucrónica. Jed Bartlet ( El ala oeste ), interpretado por el inolvidable Martin Sheen, es el presidente ucrónico más famoso. Pero el juego político, a veces monstruosamente distorsionado, es el tema de muchas otras series de éxito: House of Cards , donde Kevin Spacey interpreta a un implacable manipulador, el congresista (y luego vicepresidente) Frank Underwood; Homeland , historia sobre las consecuencias de la guerra de Irak; The Good Wife , donde el jefe de campaña del fiscal del Estado, Ely Gold (un monumental Alan Cumming), se come la serie. También debemos citar Scandal , cuyo personaje protagonista (Kerry Washington) está basado en parte en Judy Smith, jefa de prensa de la Administración Bush y que es, además, coproductora de la serie.