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Robert Coover, alto voltaje
Con décadas de retraso se publica en España la feroz sátira de Robert Coover sobre el juicio contra los Rosenberg. «La hoguera pública» fue el inesperado «best seller» de un gran autor de presencia errática y espasmódica en nuestro idioma
Nunca estará de más hablar y celebrar tanto a Thomas Pynchon y Don DeLillo; pero sí resulta de muy mala educación e ignorancia obviar la majestuosa aunque más secreta figura de Robert Coover . Porque Coover (Iowa, 1932) es, junto a los autores de Contraluz y Submundo, el literal y literario tercer hombre a la hora de lo histórico-histérico. Y La hoguera pública (1977) puede y debe considerarse no sólo una de las cimas de su muy alta trayectoria sino, además, otra de las tantas candidatas a ese oasis/espejismo de la Gran Novela Americana.
De trayectoria y presencia injustificadamente errática y espasmódica en nuestro idioma, es de desear que esta demorada pero bienvenida traducción de la monumental La hoguera pública ayude a poner las cosas en su sitio y a Coover en el lugar que le corresponde junto a los grandes estilistas de su generación.
Por otra parte, cabe precisar que Coover no se queda quieto ni descansa en sus laureles: acaba de publicar en su país las 1.005 páginas de The Brunist Day of Wrath, secuela de The Origin of the Brunists, su elogiado debut de 1966 sobre las idas y vueltas de un culto religioso.
Aterrorizada editorial
Y bien puede decirse que La hoguera pública –junto a Ragtime, de E. L. Doctorow, en 1975– supuso una suerte de reinvención de la novela histórica norteamericana. Aquí, los protagonistas son los culpables o inocentes Julius y Ethel Rosenberg, acusados de ser espías soviéticos y condenados a la silla eléctrica en 1953 por pasar información sobre la bomba atómica. Doctorow utilizó libremente este material real para El libro de Daniel en 1971. Pero mientras lo de Doctorow se apoyaba en un realismo lírico y dolido, Coover sale volando para dar vueltas locas en el aire posmoderno junto a un caricaturesco Nixon como narrador de buena parte de la novela. Paisaje que también incluye una feroz sátira de la psicosis colectiva de la «guerra fría», los manejos de Joseph McCarthy & J. Edgar Hoover & Roy Cohn, y la atronadora mayoría silenciosa Made in USA representada bajo la inflamada y maledicente figura de un Tío Sam.
Coover: «Me senté frente a mi máquina y la historia salió de un tirón»
La hoguera pública fue un inesperado best seller (lo que aterrorizó a Viking , su editorial, que temió una avalancha de juicios por difamación y prefirió no promocionar el libro y hasta retirarlo de las librerías). Ahora es un clásico moderno.
El especialista Larry Mc-Caffery no dudó en posicionarla en cuarto lugar detrás de Ulises, Pálido fuego y El arco iris de gravedad. Fue el mismo Mc-Caffery quien interrogó a Coover sobre la génesis de la novela. Recordó Coover entonces: «Yo pensaba que la ejecución de los Rosenberg era una especie de divisoria de aguas para la Historia de mi país, y que de alguna manera nos las habíamos arreglado para olvidarla o reprimirla… Ya estaban muertos, llorarlos era inútil... Pero sí me pareció importante romper la indiferencia… Así que me senté frente a mi máquina y, por primera vez, la historia salió de un tirón. Me sentía enormemente feliz; fue la experiencia más gozosa que jamás me haya deparado la escritura».
Se nota. Y es esa misma felicidad la que se traslada a los electrizados lectores de esta novela electrizante.
Nunca mejor dicho: literatura de alto voltaje.