libros
Jean Pierre Bernès: «Gracias por haberme arrancado de mi tumba»
Jean Pierre Bernès, traductor de Borges al francés, recuerda en esta entrevista al escritor, de actualidad por la publicación de «George & Elsa», ensayo sobre su primera esposa
![Jean Pierre Bernès: «Gracias por haberme arrancado de mi tumba»](https://s1.abcstatics.com/Media/201412/15/borges--644x362.jpg)
Entrevistar a una persona como si se tratara de dos. La experiencia es turbadora. Primero, sobrecoge el parecido físico. La misma calvicie, un aire ascético de monje budista, la sonrisa mordaz, una mirada huidiza. A la semejanza de los cuerpos hay que sumarle la convivencia de ambos en una casona del siglo XVIII donde lo más palpable son las ausencias. Una morada que es un museo, una prisión o una bóveda. Es aquí, en su casa familiar de Audenge, un pueblo ubicado a pocos kilómetros de Burdeos, donde Jean Pierre Bernès, su propietario, de setenta y cuatro años, ha acumulado un archivo vasto y heterogéneo sobre Jorge Luis Borges. Ambos hombres ocupan el mismo espacio, pero no de la misma manera. Bernès ha hecho de cada rincón un lugar sagrado. Borgeano. En cambio, el escritor argentino, muerto en 1986, es el espectro que tomó posesión del lugar y condenó a su dueño a ser su memoria.
«¿Cómo se puede hacer rimar ‘‘jusqu’au’’ y Vasco?», desafió Borges
Bernès, traductor y director de la edición de las Obras Completas de Borges en La Pléiade –el Olimpo de la literatura mundial–, vive en comunión secreta con el escritor.
Todo comenzó en Buenos Aires, donde Bernès, que en 1975 tenía treinta y cinco años, llegó como consejero cultural de la Embajada de Francia. Era un joven y brillante hispanista. Soñaba con conocer a Borges, que figuraba en el programa de sus enseñanzas. Pudo hacerlo durante una cena en la casa de las hermanas Grondona, de quienes Borges era muy amigo.
El arqueólogo del tango
Cuando acompañó al poeta de vuelta a su casa, este, afirma Bernès, le sometió a un desafío: «¿Cómo es posible que se pueda hacer rimar jusqu’au y Vasco? Cuando usted descubra quién es el autor, avíseme». Se trataba de un verso de Mallarmé. Bernés lo llamó días después para darle la respuesta correcta, que fue el pretexto para iniciar una larga amistad y recoger confidencias que él cuenta en su libro J. L. Borges: la vie commence... (J. L. Borges: la vida empieza...)
«¿Sabe por qué se titula así el libro? –pregunta ahora–. Es en honor a un soneto burlesco de Quevedo que condensa las infinitas miserias de la vida en estas pocas palabras: ‘‘La vida empieza en lágrimas y caca’’.» Una cita escatológica que Borges solía evocar.
«Borges ponía sobrenombres a todo el mundo, incluidos los más crueles»
«Esta es la casa de los cuatro pianos», comenta mientras se sienta ante uno de ellos. Apoya sus dedos en el teclado como si fuera a librar batalla y, con la violencia de un poseído, comienza a tocar un tango, género musical que Borges consideraba como «la única contribución argentina a la cultura... o a la incultura del mundo». El escritor le transmitió la pasión del tango: «No la del tango sentimental, que él consideraba como lamentaciones de cornudos, sino el de los compadritos». «Borges se autoproclamaba ‘‘el arqueólogo del tango’’», añade.
El escritor argentino «era una esponja literaria –continúa Bernès–. Ponía sobrenombres a todo el mundo, incluidos los más crueles, y le gustaba sembrar indicios aquí y allá. Me pedía dejar errores en ciertas traducciones de sus textos anteriores a los míos. Esto le hacía reír. Decía que su obra sería enriquecida por los errores de traducción y que el traductor y el lector escribirían la versión definitiva. Tenía una memoria sorprendente de los textos. Dictaba, luego escuchaba y corregía muchas veces la puntuación, comenzando con los puntos, las comas, luego las mayúsculas... A veces, yo incurría a propósito en errores durante mis lecturas y él me corregía. ¡Su memoria era prodigiosa!»
Un costado perverso y lúdico
Bernès trabajó catorce años, de 1984 a 1999, en la preparación de los dos tomos consagrados a Borges. El primero fue publicado en 1993 y el segundo pudo ver la luz en 2010, tras dos procesos que inició, y perdió, María Kodama, su viuda.
«Para Borges, yo representaba a Francia, ‘‘el país de la literatura’’. Él se incluía entre los grandes, ¡claro que sí! Me decía: ‘‘No sabemos nada de la intimidad de Dante, de Cervantes o de Shakespeare; yo quiero que se sepa, ¡habrá que contar!’’ Y yo lo contaré todo. Pero lo haré en un libro que será publicado después de mi muerte. ¡Que algunos se preparen en sus tumbas para leer lo que voy a contar!», dice en un tono a la vez severo y jocoso.
«A Borges le obsesionaba no saber en qué idioma iba a morir»
«Dos o tres veces –recuerda Bernès– Borges me habló de Perón y del encarcelamiento de su hermana Norah o de la persecusión que había sufrido su madre. Aquello lo marcó. Pero él estaba fuera de la política.»
«Tenía un costado perverso y lúdico a la vez. Era alguien también de una gran modestia. Me decía que la traducción mejora el texto original, y para ilustrar esta idea –y con cierto sarcasmo– contaba que, de chico, su abuela, Fanny Haslam, le leía el Quijote en inglés. Y cuando descubrio lo que creía la versión española de la obra, pensó que se trataba de una mala traducción. ¡Ese era Borges!» exclama.
Silencio sobre Bioy
En la habitación que hace de escritorio las paredes están saturadas de fotos y cuadros. Bernés se aproxima a un retrato pintado por Silvina Ocampo. «Borges consideraba a Silvina como la más grande escritora latinoamericana. En cambio, nunca me hizo ningún comentario sobre la obra de Bioy.»
Señala con el dedo la fotografía de un cuarto decorado en tonos rojizos y con luces tamizadas. La habitación donde murió Oscar Wilde. «Borges, cuando trabajábamos para la edición de La Pléiade en Ginebra, donde vivió los últimos años, me decía: ‘‘Lléveme a París, quiero terminar mis días en el país de la literatura, en la habitación donde murió Oscar Wilde’’. Poco antes de fallecer, un tema le obsesionaba: no saber en qué idioma iba a morir. Y cuando el momento fatídico se acercaba, me dijo: ‘‘Gracias, usted me ayudó a morir en un universo literario. No tengo nada para legarle, pero le condeno a ser la memoria de Borges’’».
«Cuando le conocí, supe que Borges sería para mí el amigo de infancia que nunca tuve», asegura. Y, antes de despedirse, agrega con la voz triste de los desamparados: «Gracias por haberme arrancado de mi tumba».