arte
Últimas palabras de Patricia Gadea
El Museo Reina Sofía dedica una retrospectiva a la figura de Patricia adea. El que fuera su amigo y miembro junto a elladel colectivo Estrujenbank, el poeta Dionisio Cañas, saca a la luz por vez primera un nutrido material inédito de y sobre la artista que publicamos en exclusiva en ABC Cultural
Cuando en julio de 2003, a mi regreso de Nueva York, fui a visitar a Patricia Gadea a Palencia, ciudad en la que estaba luchando para salir de su adicción a la heroína, dimos un largo paseo por las afuera de la ciudad. Le propuse que mientras que caminábamos habláramos de su obra y de la situación actual de su trabajo. Se colgó en el cuello una pequeña cámara que yo llevaba con la cual, además de hacer fotos, se podían grabar vídeos y, por lo tanto, su voz, que era lo que a mí me interesaba. Mientras caminábamos, sin preocuparnos de las imágenes que se captaban, Patricia y yo dialogábamos sin pensar en una finalidad específica como sería publicar aquel diálogo. Cuando Patricia fue encontrada muerta el 14 de abril de 2006, me di cuenta de que aquella había sido su última entrevista. Esta había permanecido inédita hasta hoy. Por lo tanto, lo que ahora publicamos es como un testamento estético y vital de Patricia Gadea que ve la luz por primera vez.
Tu participación en el grupo Estrujenbank (E. B.) fue fundamental, no sólo porque estuviste en el origen desde su creación en Nueva York en 1985, sino porque la relación con Juan Ugalde, que en aquella época era tu marido, fue muy intensa y también porque eras la única mujer del grupo. ¿Esta doble situación llegó a ser conflictiva, además de muy creativa en algún momento?
Todo esto empezó hace mucho tiempo, pero voy a situar el comienzo a mediados de 1990, poco después de volver Juan y yo de New York y poco antes de que tuviéramos a Dionisio, nuestro hijo. Creo que el mal rollo comenzó en la exposición que hicimos como Estrujenbank en la galería Buades de Madrid [1989]. Por esas fechas, Juan y yo comenzamos a discutir porque él aceptó que en la obra que se expuso apareciera sólo su nombre como artista. Tanto la tarjeta de invitación como el catálogo, como todo lo planteado, vivido y defendido, apareció bajo el nombre de Juan Ugalde, y nosotros fuimos relegados a colaboradores de lujo. Por entonces yo estaba muy centrada: tenía claro todo lo que estaba aportando a ese ideal, y me molestó mucho que Juan aceptara exponer bajo ese criterio, cuando además los criterios de E. B. hablaban de un arte colectivo. Como es costumbre en Juan, este se calló. Más tarde me enteré que esa fecha coincidía con lo que él llamó «el comienzo de los problemas en nuestro matrimonio», palabras dichas por boca de María Antonia de Castro.
«Se puede hablar de expresión y vida y para ello, nada mejor que la pintura»
En el libro que publicamos «Los tigres se perfuman con dinamita» (1992), no parece que hubiera ningún tipo de conflicto entre Juan y tú. Por mi parte, nunca pensé que fueras tratada por nosotros como algo diferente por ser mujer; todo lo contrario, me parecía que el grupo era muy representativo de la sociedad en la que vivíamos: una mujer, un poeta homosexual (yo), un artista hombre reconocido, Juan Ugalde , y un marxista bastante anárquico, Mariano, y sin ningún nombre dentro del mundo del arte. ¿Cuáles eran verdaderamente tus sentimientos respecto al Juan y el resto del grupo?
Releyendo Los tigres se perfuman con dinamita, quizás, a primera vista, lo que más me llama la atención es lo ingenuo de bastantes de los argumentos, que no de sus planteamientos, y es lo que a mí me resulta válido; el cómo se llega a encauzar una energía y se convierte en un lenguaje coherente, articulado, artístico y sobre todo poético. Quizás ese era uno de los conceptos más atractivos de E.B. Ninguno de sus componentes éramos unos sesudos recalcitrados, pues anteponíamos la acción a la profundización de los temas; la acción de conocer a la gente, de admirar más clases sociales que las de nuestra cuna; la acción del vértigo de convertir en arte elucubraciones más o menos sostenibles de bares y darle a todo un carácter de empresa, de empresa chapucera pero sana y de expresión libre.
Lo curioso de todo esto es que funcionó. Es más: fue apasionante y casi titánico. El lenguaje se iba articulando poco a poco, y surgían temas más o menos delirantes. Y la empresa E.B. les adjudicaba un envoltorio artístico, ya fuera en forma de artículo, de exposición, de título-planteamiento para exposiciones, de temas para artículos o de controversia para aquel desmedido Sevilla 92.
Era titánico, porque, ante todo, respondíamos; quiero decir que involucrábamos a gente, a artistas, y la propia dinámica de la ausencia del protagonismo del arte se convertía en ebullición de ideas, que nosotros mediábamos en viables, con más o menos rapidez, para que el planteamiento, el concepto o la ocurrencia no se recalentara y se tiñera de falso intelectualismo, que no estábamos dispuestos a confesar, ya que nuestra aportación a la política del arte y a sus cánones estéticos era precisamente E.B.: una actitud frente al arte.
«Juan y yo acabamos hartos el uno del otro, y nos separamos, punto crucial del colectivo»
Aunque yo me encontraba en Nueva York, seguía bastante de cerca lo que Juan y tú hacíais en Madrid. No obstante, y a pesar de las cartas, tengo la impresión de que no percibía con claridad lo que para ti significaba toda aquella hiperactividad artística y personal.
Hasta ahora he hecho un repaso personal sobre lo que supuso E.B. para mí, Patricia, miembro fundador. En mi casa, durante aquellos años, de 1987 a 1992, se gestaban ideas, una tras otra. Todo era por y para la causa, desde que nos levantábamos hasta que nos acostábamos. E.B. se convirtió en una forma de movernos, de ir por la calle, de gastar el tiempo, de observar y, cómo no, de un exceso de comunicación entre los dos miembros más estables de E.B.(o sea, entre Juan y yo). Llegados a este punto, voy a hablar de cómo E.B. deja de ser todo lo ingenuo que parece y comienza a tener repercusiones que merecen un trato más maduro.
Tantos años creando una forma de hacer arte se convierten en una dinámica imparable de dar, de desnudar ideas, sentimientos, de profundizar. Aquí Juan y yo acabamos por estar hartos el uno del otro, y nos separamos, punto crucial que creo se habría merecido una exposición en la sala de E.B., porque creo que fue la decisión hasta entonces más madura de los componentes fundadores de E.B., y porque aquí comienza una nueva época en la que yo me separo bastante de los intereses de E.B., porque en ese momento una actitud personal me podía hacer actuar con sentimientos confusos.
¿Y esa decisión tuya de separarte de Estrujenbank y de Juan, cómo repercutió en tu vida y en tu obra?
No quiero personalizar, pero si E.B. tiene que latir, tiene que hablar de temas que no suenen grandilocuentes, de experiencias acordes a nuestra edad y que realmente nos hagan comulgar con nuestro entorno, con la gente de nuestro día a día, si publicó un libro que rezaba «los tigres se perfuman con dinamita», tiene que ser coherente y explicar de qué esta hecha la dinamita y de cómo se es un tigre en esta sociedad de principios del siglo XXI. Si no, no haríamos una presentación hoy aquí [se refiere a la de la reedición del libro que se hizo en la Casa de América , en abril de 2003].
Tratar temas generales de índole masculina bajo un punto de vista masculino es una de las mayores ingenuidades y suele significar, para mí que soy mujer, el que no se sabe dialogar con la mujer en sí, si no es con una postura de superioridad. Cuando se está acostumbrada a pintar los 365 días del año y a buscar en el alma el sentir contemporáneo, no suele agradar que se tengan posturas injustas de género. Así que me lancé a la vida a vivir mi particular etapa de E.B. personal, ya que lo tenía metido hasta el tuétano, y recogí y reciclé posturas de E.B. que para mí eran menos ingenuas, más cotidianas y menos grandilocuentes. Claro que lo hice de forma callada, sin reivindicar E.B. en la obra, aunque quien me conoce sabía que no podía apartar de un plumazo esa forma de observar el entorno, o de mezclar temas de la actualidad. Así realicé algunas intervenciones hablando del inagotable mundo de lo femenino y utilizando la metáfora del circo.
«Cuando se está acostumbrada a pintar los 365 días del año, no agradan las posturas injustas de género»
Parece que la experiencia de Estrujenbak ha hecho que se consolidara en ti tu fe en la pintura frente a las nuevas tecnologías.
Hace algún tiempo se hablaba de lo políticamente correcto; últimamente se habla de transparencia en las actitudes, lo que está claro es que se puede hablar de expresión y de vida y que para ello no hay nada mejor que la pintura. Las nuevas tecnologías son máquinas deliciosas que nos ayudan a abrir campos de expresión y difusión. Creo que E.B. y muchos de los que han coincidido con E.B., han enriquecido el lenguaje propuesto en aquella época utilizando las llamadas nuevas tecnologías: cámaras digitales, C.D’s enanos, ordenadores, vídeos, vídeo-entrevistas... Medios actuales que nos han hecho hablar en más de una ocasión de la vigencia de la pintura.
A la vez que te alejabas de Juan, de su obra, y de la estética de Estrujenbank, te hundías en una dependencia de las drogas que harían que tuvieras que huir de Madrid para, de alguna forma, reconstruir tu personalidad en todos los sentidos. ¿Cuál es tu postura frente a todos estos asuntos?
La del alejamiento de la ciudad como centro de acción y de su vertiginosa velocidad de comunicación y de medios. Por una serie de decisiones sobre mi salud psíquica, he decidido vivir lejos de la velocidad de la ciudad, y pretendo conseguir expresar mi experiencia de vida con el medio artesanal de la pintura, siempre debidamente condimentado con oportunidades de la expresión poético-plástica de otros medios. Y he elegido, conscientemente este medio en comparación con Juan, que se quedó con la fotografía, porque durante estos años he buscado en primer lugar la diferencia de técnica con él, para que las comparaciones fueran desapareciendo y porque para mí la pintura es el resultado de una experiencia de vivir y observar sentimientos y la luz, y para sensibilizarme más hacia vivencias enfocadas. En ese sentido, he acumulado en mi vida experiencias con drogas y paisajes inciertos, que tengo atrapados en el alma y con los que me siento comprometida en expresar.