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Pedro Iturralde: «La copla es lo mejor que ha dado la música española en el siglo XX»
Pedro Iturralde está a punto de estrenar nuevo disco, «Entreamigos», y de iniciar una nueva gira de conciertos, y eso que ha cumplido los 85 años. Los que lo convierten en una leyenda del jazz
El saxofón, decía Charlie Parker, no se toca. «Lo bueno es que él te toque a ti.» Pedro Iturralde no sabe explicar lo que se le pasa por la cabeza cuando se engarza a uno de sus saxofones. «Pero tengo la música tan dentro que mientras duermo muevo los dedos como si estuviera tocando», explica sonriente. Se trata esta de una ocasión excepcional. Hace años que don Pedro es reacio a dar entrevistas.
Nadie diría que el maestro del jazz español –creó, opositó y ganó la primera Cátedra de Jazz de nuestro país– tiene ya 85 años. Iturralde sigue siendo un hombre guapo. Tanto que parece que huele a jabón de cedro y mandarinas. Su casa es sencilla. El piano manda en el salón; el saxofón, sus saxofones, en un pequeño estudio. El genio sigue actuando y está en forma. Hasta hace poco, montaba 25 kilómetros en bici al día. «Iba por El Pardo, a la carretera de la playa... pero lo tuve que dejar.» Ahora tiene una bicicleta estática en la terraza.
Parece que Pedro Iturralde huele a jabón de cedro y mandarinas
Le pregunto por su capacidad pulmonar. Toma entonces mi mano y por un momento, en vano, pienso que va a besármela. Entonces sopla como el lobo del cuento. El aire que exhala es rotundo, constante. Pasan los segundos y la brisa no cesa. Hasta que... «Al final de Les Feuilles Mortes siempre me quedo solo con mi nota.» «¡Gracias a Dios –continúa– cerraron el Whisky Jazz Club de la calle Villamagna! ¡Si no, hubiera muerto ya hace tiempo!»
Es ya la hora del aperitivo pero Pedro Iturralde acaba de terminar de desayunar. El otoño deshoja el tiempo en el Monte de El Pardo. El aire es nítido. «Menos mal que vivo aquí –explica–, después de tantos años aspirando el humo del tabaco en los clubes.»
¿Sabe que van a cerrar el Café Central?
Es una pena. He tocado allí en muchísimas ocasiones.
Lo dice con cierta melancolía. Afortunadamente, aún nos queda Clamores , la sala en la que presentará Entreamigos, su nuevo disco, los próximos 14 y 15 de noviembre. Interpretará clásicos como Sophisticated Lady, Lisboa, Saudade, Old Friends... y Les Feuilles Mortes, claro.
«Cuando elegí el saxo me dijeron: "¡Pero si eso es un instrumento de payasos!"»
Iturralde es un músico de los de antes, un músico de verdad. Además de ser uno de los mejores saxofonistas de la Historia, es un excelente compositor y clarinetista. También domina otros instrumentos, como el piano y la guitarra. «Los músicos ahora son de otra forma. Están más especializados.» A veces, ni siquieran saben música. «Sólo cantan.»
Francisca, su segunda mujer, vela por el descanso del maestro. «No me lo cansen mucho», advierte. Pero es imposible. Iturralde comienza a desgranar su música, que al fin y al cabo es su vida.
Su primera esposa también se llamaba Francisca. Murió en 2006. Se quedó literalmente hecho polvo. «Era andaluza, de Montoro –apunta–. Nos habíamos conocido en Madrid. Cuando de joven me fui a vivir a Argel, me la llevé conmigo. Entonces era todavía una colonia francesa y a mí me pareció como París. Había de todo: programas de radio, de música; había big bands, libros... Aprendí a hablar un francés perfecto y también descubrí la chanson, que es una maravilla.» Y tararea Les Feuilles Mortes con su elegante cadencia.
La suya ha sido una vida sana. Jazz, drogas y alcohol no es siempre la norma.
Es verdad que a veces van de la mano. Nunca he fumado, aunque reconozco que lo intenté. Y cuando estaba más en activo, bebía Cointreau, que me venía muy bien para la garganta. Respecto a las drogas, no me gustan nada. Cuando estaba en el Whisky Jazz Club fui al médico a mirarme los pulmones. Me preguntó si fumaba mucho. Yo le dije que no, pero le expliqué que tocando con el saxo tenor tenía que respirar por la boca. Me salvó venirme a vivir a las afueras de Madrid.
«Se tiene un mal concepto de la improvisación, pero es injusto»
Toma ahora un vinilo. Es su Jazz Flamenco. El primer disco se grabó en noviembre del 66; el segundo, en enero de 1967. Lo acaba de reeditar Blue Note. «Un trabajo fundamental para la Historia del jazz español que contó con la colaboración de un jovencísimo Paco de Lucía», me lee el propio Iturralde.
¿Es cierto que «Jazz Flamenco» es el disco más importante de la Historia del jazz en España?
Sí. Y eso que aquí no se entendió muy bien porque empezaron a hablar de jazz fusión. Pero yo no hice flamenco, sino jazz con canciones populares andaluzas. Nunca lo he explicado y me gustaría que quedase claro.
Es difícil reconducir el discurso de Iturralde. El músico se pierde entre los vericuetos matemáticos de la música: el compás, la armonía, el ritmo son conceptos que los profanos escuchamos pero que son difíciles de explicar.
¿Qué quiere decir?
Que es sólo jazz. Estructuré y armonicé canciones populares andaluzas para jazz. Y sobre ese arreglo, improvisamos los solos.
Improvisar es una palabra muy denostada, aunque en el jazz lo sea todo.
Aquí, porque lo dicen los políticos, se tiene un mal concepto de la improvisación, pero es injusto, porque precisamente se trata de una creación espontánea. Y a veces sale perfecto. Hasta Bach improvisaba.
«La infancia es la patria del hombre pero también puede ser una pesadilla»
El músico se levanta y camina hacia el aparato de música. Pone la versión de Jazz Flamenco de Anda Jaleo a toda pastilla. Casi no se escucha lo que dice. Habla y tararea al mismo tiempo que extiende una partitura. «Mire, la pieza arreglada. Le metí un puente de cuatro y ocho compases. Y luego, un coro. Sobre eso improvisé.» La partitura refleja el instante de la improvisación. Irrepetible. Escuchamos.
La guitarra de Paco de Lucía era ya inconfundible.
En el disco pone que es «Paco de Algeciras» porque pertenecía a una casa rival. Antes de Paco, el guitarrista más importante era Sabicas, que acompañaba a Carmen Amaya y pasaba largas temporadas en América dando conciertos porque no viajaba en avión. Mi guitarrista murió en un accidente de coche. Entonces, me dijo Alberto Vélez que había un chaval joven que era muy bueno... Y resultó ser Paco de Lucía.
Vuelve a subir el volumen. Y repite que en España no se le entendió. «Influyó el título. Yo lo quería llamar Andalucismos o Jazz sobre canciones andaluzas.» Seguimos escuchando las notas larguísimas de su saxo. Me gustaría que bajara la música para seguir con la entrevista. Parker tenía razón. Iturralde no toca jazz: es el jazz el que le toca a él. Insisto. Iturralde acaba entonces con el Anda Jaleo, y entorna los ojos.
¿Cómo empezó? ¿Cómo se hizo músico?
Tengo una memoria buenísima y me acuerdo de detalles de mi vida desde que nací. Vivíamos en un molino movido por el río Arga. Al lado teníamos una casita con un huerto, el gallinero, un palomar. Incluso teníamos nuestra propia miel.
Iturralde sufrió una neumonía y algo peor aún: empezó a ir al colegio
La infancia es la patria del hombre pero también puede ser una pesadilla. Después de aquel paraíso de leche y miel, la familia Iturralde se fue a Falces, en Navarra, donde el padre empezó a trabajar en una fábrica de harinas. «Hasta los cuatro años tuve una infancia felicísima –recuerda–. Pero en Falces sufrí una depresión. En el molino era libre y podía ir por donde quisiese, pero en la fábrica... Mi padre no nos dejaba movernos de la habitación por miedo a que nos atropellara un camión o que metiéramos el brazo en alguna máquina.»
¿Pero cómo descubrió su vocación?
Mi padre era un músico de corazón. Era muy bueno, con mucho gusto. Tocaba el clarinete, el retinto, el saxofón, y cada noche, la guitarra. Ahora, cuando pienso en él, soy capaz de identificar cada una de las notas por el recuerdo del movimiento de sus dedos en las cuerdas.
Además de una depresión a tan temprana edad, Iturralde sufrió una bronconeumonía y algo peor aún, empezó a ir al colegio. «Lo detestaba. Un día que acompañé a mi padre al ensayo con la banda, me entró algo por dentro y decidí que quería ser músico. Y como soy muy cogotón, testarudo, me empeñé. Estudiaba cada tarde y no me iba a merendar hasta que la lección me saliese perfecta. Ahora... los alumnos siempre dicen ‘‘pero si en mi casa todo sale fenomenal’’.»
A los catorce ya era famoso en toda Navarra.
Comencé a tocar por cafés. Entonces ya ganaba mucho más dinero que mi padre, que estuvo siempre en contra de que fuera músico. Aprendí de todo: Beethoven, Schubert y también zarzuela: La verbena de la Paloma, El Sitio de Zaragoza. Nunca he ido a una zarzuela pero me las sé todas. Después ya me llamaron para tocar música de baile. Lo llamaba jazz. No se improvisaba pero había que tocar con swing. Con el director de ese grupo descubrí a Duke Ellington, que es al jazz lo que Bach a la música clásica; a Count Basie…
Y le ficharon para viajar al extranjero.
«En Estados Unidos siempre me han comprendido»
Un cantante vino al pueblo y me contrató (tocaba el clarinete, el saxofón, el violín...) para una gira por Lisboa, Tánger, Argel, Líbano... No hubiera vuelto pero me tocó hacer la mili y mi padre tuvo miedo de que me declararan prófugo.
Supongo que tocaría en la banda.
Pues no, porque nunca me ha gustado la autoridad. Después, me fui a Madrid. Hice la carrera por libre. En el conservatorio entonces no había profesor de saxofón. En realidad, lo despreciaban un poco. Yo tocaba muy bien el clarinete, el saxofón y el piano. Cuando elegí el saxo me dijeron: «¡Pero si eso es un instrumento de payasos!»
Sin embargo, tuvo la suerte de que le becaran en el Berklee College of Music de Boston.
Entonces ya estaba casado. Mi mujer me dijo que cómo iba a ponerme a estudiar otra vez. Yo le respondí que me arrepentiría si no lo hacía. En Estados Unidos siempre me han comprendido. Incluso me invitaron a tocar en el bicentenario del descubrimiento de América. Cuando acabé en Berklee, me ofrecieron un contrato para tocar en una big band, pero aquella no era vida para mí: estar siempre viajando, de hotel en hotel...
¿Como era ser músico de jazz en la España de Franco?
Me hicieron jefe de orquesta del Hotel Plaza, el edificio que han comprado los chinos. Estaba en la planta 26. Además, había muchos clubes de música en vivo.
Y compuso su «Jazz Flamenco», el disco que le hizo famoso en todo el mundo. ¿Cómo se le ocurrió?
«Mi favorito es el saxofonista Coleman Hawkins»
Yo llevo la música clásica en mi interior. Hasta Stravinski, me interesa todo. Me encanta Chopin, los románticos. Reconozco que Beethoven es un genio, pero me gusta menos. También he investigado el folclore. Antes de Jazz Flamenco, compuse Etnofonías, basado en músicas de las regiones de España. A una le puso letra Donna Hightower . También estaba Asturianías, que empieza como un vals y luego le meto el Asturias de Albéniz. Y así llegué a Jazz Flamenco. Aunque también he arreglado canciones catalanas que han gustado mucho.
Usted es vasco y estuvo casado con una andaluza. También hace jazz sobre canciones de todas las regiones.
Es que la música es un idioma universal que no entiende de política.
Aunque diga que no le comprendieron en su momento, usted se siente reconocido en España. Tanto como Tete Montoliu.
Tete era muy buen pianista pero él de flamenco no quería saber nada porque era muy catalán. Decía que sólo los pianistas negros eran buenos. Y él, claro está.
¿El jazz es música de negros?
Es verdad que los negros son los que empezaron, pero obviamente también ha habido muy buenos blancos. Stan Getz, por ejemplo. John Coltrane dijo que si pudiéramos, todos tocaríamos como él; si pudiéramos. Lo ideal sería un saxofonista con el sonido de Stan Getz o el fraseo cualquiera de los grandes.
Pero su favorito es...
Coleman Hawkins . Es el primer saxofonista que hacía bien las improvisaciones.
¿Qué me dice de la música española?
«El buen jazz es cada vez más minoritario»
La copla es lo mejor que ha dado en el siglo XX porque los compositores era poetas. Quintero, León y Quiroga se debieron forrar a hacer dinero con los derechos.
Concha Piquer también empezó en Estados Unidos cantando jazz. Incluso llegó a pintarse de negro para imitar a Al Jolson.
A ella le fue bien en todos sitios. Sólo en Argentina tuvo problemas con su nombre porque por razones obvias [ya saben, la concha argentina] se lo quisieron cambiar. Ella, claro, se negó. Ella quería ser Conchita Piquer. Pero repito, la copla es nuestra chanson. Yo hice un arreglo muy bonito para La niña de fuego.
En España hay gente muy buena: Chano Domínguez, Jorge Pardo...
Jorge Pardo me parece muy bien porque toca como es. Pero el buen jazz es cada vez más minoritario, aunque haya periodos en los que se ha puesto de moda. Cuando los jóvenes ven lo difícil que es tocar un instrumento lo dejan porque no les merece la pena estudiar.
Quizás porque también faltan los maestros como Iturralde. Se levanta y coge su saxofón. Tiene 85 años. Cuando lo toca, vuelve a parecer ese joven que un día salió de Falces al mundo. En la calle, siguen cayendo las hojas muertas. Les Feuilles Mortes.