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Los sablazos de Dylan Thomas
¿Sigue siendo el mayor poeta en lengua inglesa? Con motivo del centenario de su nacimiento, analizamos su complejo carácter, su obra y su leyenda
![Los sablazos de Dylan Thomas](https://s1.abcstatics.com/Media/201410/27/thomas-3--644x362.jpg)
La longitud de los poetas –como la de las sílabas de las lenguas clásicas– depende de su naturaleza y posición. La primera es difícil de determinar; la segunda, no tanto. La posición de Dylan Thomas –dos años mayor que David Gascoyne, con cuyo surrealismo colinda– se sitúa inmediatamente después de él y de la reacción contra el hermetismo de William Empson y de Roland Bottrall que la escritura de aquel comporta, y, en sus inicios, no se encuentra demasiado alejada del llamado grupo de los apocalípticos, uno de cuyos principales representantes, Henry Treece, escribió, en 1949, uno de los primeros ensayos sobre él.
Pero, más que en la estela de todos ellos, la poesía de Thomas se inscribe en la corriente neorromántica que se opuso tanto al intelectualismo de Eliot como al compromiso político de Auden y de los poetas oxonienses de su círculo: «Espero no mezclarme jamás –dice en una de sus cartas– con ninguna de las vertientes políticas del mundillo literario, o seudoliterario, de Londres; los escritores honestos se mantienenal margen; un poeta no puede ser fiel al partido y a la poesía al mismo tiempo; un poeta debe sufrir, e históricamente está demostrado que la poesía es el único credo social y económico que perdura».
Thomas era capaz de escribir hasta doscientas versiones de un solo poema
En una reseña de The Solitary Way, de William Soutar, acusó a la mayor parte de la poesía de su época de ser «plana y monótona»: «Una amalgama blanquinegra de palabras creada por inteligencias convencidas de que un poema debe entrar única y exclusivamente por los ojos», cuando, según él, los poemas «no deben ser leídos sino escuchados».
En ello reside no poco del éxito de Thomas, que sacó el máximo partido de una oralidad que, en los años posteriores a la posguerra, tuvo como medio de expresión a la radio: George Orwell supo verlo cuando lo contrató para la BBC. Thomas pensaba que la materia constitutiva del poema son «las palabras y las ideas, y las imágenes semirecordadas y semiolvidadas a la vez»: con ellas buscaba lo que él mismo llama el resplandor interior.
3 chelines y 6 peniques
Por influjo de su padre, profesor de lengua y literatura inglesa en una Grammar School, poseía un agudo sentido del lenguaje aprendido en el contacto directo con los clásicos, de los que –como advirtió Rayner Heppenstall– muy pronto extrajo «su forma shakespeareana de utilizar el lenguaje, cosa que, salvo Keats, Hopkins, y, más recientemente, Graves, nadie había vuelto a hacer desde Milton». Parsons, en cambio, le echó en cara «su excesiva sonoridad» y le recomendó «cultivar un lenguaje más sobrio y más seco», animándole a esforzarse por conseguir «un ascetismo verbal».
Padecía un infantilismo que le llevó a convertirse en un remedo de Harpo Marx
Las reseñas de su primer libro –18 poemas (1934), cuya tirada era de 250 ejemplares, que se vendían al precio de tres chelines y seis peniques cada uno– fueron tan positivas como numerosas, y nada menos que en The Listener, New Verse, Criterion y The Times Literary Supplement: hasta hubo una anónima en European Quarterly que llegó a afirmar: «Hace años que no aparece en Inglaterra un libro tan notable como este».
Pero su consagración definitiva se la dio Edith Sitwell , al dedicarle dos reseñas en el «London Mercury» del 19 de febrero de 1936 y en The Sunday Times del 15 de noviembre del mismo año, en las que elogiaba su tradición y maestría, que se vieron confirmadas por Deaths and Entrances (Defunciones y nacimientos), publicado en 1946, en el que figuran dos de sus mejores poemas: «Poem In October» y «Vision and Prayer».
Ese «melodrama andante»
Thomas –que era capaz de escribir hasta doscientas versiones de un mismo poema– era descuidado en todo lo demás: padecía una especie de infantilismo que le llevó a convertirse en un remedo de Harpo Marx, al que físicamente se parecía, y, más que su obra, ha sido su curiosa conducta social la que ha conformado su leyenda: su biografía , escrita por George Tremlett, da cuenta de ello, con tanto detalle como animadversión y crueldad; el testimonio de John Malcolm Brinnin, reunido en su libro Yo conocí a Dylan Thomas, es mucho más suave.
En España influyó en el poema «Para quien escribo», de Vicente Aleixandre
Gracias a Brinnin, Thomas hizo una gira triunfal por Estados Unidos, dando lecturas y conferencias por más de cuarenta universidades. Volvió a ver allí a Malcolm Lowry, conoció a Theodore Roethke y se comportó como ese «melodrama andante» del que son muestras las anécdotas relatadas por Shelley Winters, a quien, por cierto, le dio un buen repaso, según ella misma cuenta, y que tuvieron como coprotagonistas a Truman Capote, Christopher Isherwood, Marilyn Monroe, Greta Garbo, Charles Chaplin, Katherine Hepburn, Marlene Dietrich y Thomas Mann.
Su carácter neurótico y su falta de educación social han servido para tejer una imagen de Thomas que la revista Time sintetizó y que no pocos de sus conocidos confirman: «Toma –sin la menor intención de devolverlo– cuanto dinero le prestan; rara vez llega a tiempo a las citas; es una desgracia para sus amigos y una cruz para su familia». Lo que no anula la opinión de Philip Toynbee, para quien Dylan Thomas fue «el mayor poeta vivo en lengua inglesa».
En España influyó en el poema «Para quien escribo», de Vicente Aleixandre, y dejó su huella en otros de José Ángel Valente y Jaime Gil de Biedma. Su poesía –exuberante, compleja y de una máxima perfección formal– sigue viva ahí más de medio siglo después de su muerte.