de puertas adentro

El laboratorio de «ideas peregrinas» del fotógrafo David Trullo

El fotógrafo David Trullo nos invita a participar en una de sus sesiones fotográficas. Esta tiene lugar en su estudio en Tetuán (Madrid), entre atrezzo y «props», entre cajas y obras antiguas. Es su pequeño «caos controlado»

El laboratorio de «ideas peregrinas» del fotógrafo David Trullo isabel permuy

javier díaz-guardiola

Lo dice medio en broma, medio en serio, pero entendemos a que se refiere. David Trullo nos invita a desconfiar de los artistas que en su estudio «ponen todo el rato música de Radio Clásica»: «Yo siempre tengo música horrorosa. ¿La razón? Necesito “desconcentrarme”, es decir, no embelesarme». Pero nos medio engaña. Ahora mismo, lo que suena desde su iPad no invita al ensimismamiento, pero sirve para relajar al modelo. Además, hace algo de frío («este puede ser un lugar horrible en invierno», sugiere), pese a que estamos en uno de estos soleados días extraños del otoño madrileño.

Nos hemos colado en una sesión fotográfica, para ver cómo trabaja. Delante de la cámara, se sitúa Pablo Sola , también fotógrafo y amigo de Trullo («este no es solo el lugar en el que yo trabajo. A veces se convierte en un espacio para que lo hagan los demás, un ámbito de colaboración»). Detrás, el artista da órdenes de lo que este tendrá que hacer. Pocas indicaciones pero muy claras.

–David, ¿eres de disparar mucho?

–Muchísimo. De hecho, tuve un profesor japonés que decía que la fotografía no es más que disparar. «Vosotros disparad, mucho», repetía.

¿Quién aprieta el disparador?

En un momento dado, y mientras tomo algunas notas, el artista me requiere. Pablo adopta la pose que Trullo le ha solicitado y él debe intervenir la escena desde otro extremo, fuera de plano. Seré yo el que tenga que apretar el obturador en su lugar. El fotógrafo ya nos ha comentado que otros artistas utilizan su estudio. ¿Pero que se cuenta de trabajar junto a otros autores en el mismo espacio?: «Mi último estudio sí que era compartido. Pero era una persona que conocía desde hacía mucho tiempo y que se dedicaba a la moda. No había choque, porque cada uno iba a lo suyo y hasta nos retroalimentábamos. Pero prefiero no compartir. Así sobran las preguntas, no dependes de otro. Yo, además, suelo montar mucho jaleo».

«Mi anterior estudio era un zulo, estupendo, céntrico, pero muy pequeño»

Miramos a nuestro alrededor y, más que jaleo, lo que vemos es mucha obra almacenada, mucho objeto acumulado. El espacio parece más pequeño de lo que es (de hecho son 140 metros distribuidos en dos plantas), en el que Trullo se mueve como pez en el agua y que tiene organizado según sus necesidades: «La parte más grande es la que está dedicada a almacén. Uno empieza a tener una trayectoria y, por lo mismo, mucho repertorio que guardar. Pero también es fácil encontrar muchos elementos de atrezzo y props. Suelo hacer escenografías y soy un poco diógenes. No me desprendo de nada. Aunque si un día me mudo, creo que muchas de esas cosas acabarán en la basura. El espacio central es el que empleo para las sesiones fotográficas –tal y como lo estaba haciendo en ese momento–. A casa es donde me llevo la labor de oficina, los trabajos que se realizan con el ordenador. Es como un espacio adjunto en el que procedo de otra manera. Me va bien lo de tener tareas definidas para espacios definidos. Aquí no sabría utilizar el ordenador».

Una necesidad creativa

Para David Trullo, un estudio es una necesidad esencial para cualquier artista: «Hay que tenerlo», sentencia. Y hay que contar con uno porque el creador no sólo precisa de un lugar donde desarrollar el trabajo físico: «Tienes que tener un showroom en el que mostrar la obra a la gente de forma más cómoda, que puede transformarse en un espacio para labores más mentales: para leer, para documentarte, para pensar...». El de nuestro protagonista se sitúa en el barrio de Tetuán, en un entorno industrial donde muchos locales han acabado siendo talleres de artistas: «Esto era una antigua tapicería. Yo llegué aquí hará unos cinco años. Su reconversión en mi espacio se ha ido haciendo por fases, pero me gustó desde el principio por estar céntrico, ser grande y tener una luz bonita. Mi anterior estudio era un zulo, estupendo, cerca de la Plaza del Dos de Mayo, pero muy pequeño. Se situaba al lado de un patio común de vecinos que yo terminaba invadiendo».

«Tuve un profesor que decía que la fotografía no es más que disparar. «Disparad, mucho», repetía.

David y Pablo continúan con su trabajo. Trullo nos explica que acaba de terminar una serie, la titulada «Coined», basada en retratos masculinos en los que los modelos posaban como modernos emperadores romanos: «He creado una galería personal, con 90 rostros prestados, de Augusto a Teodosio. La serie tiene que ver con la representación del poder desde la imagen fotográfica. Suelo trabajar con varios proyectos a la vez, unos más avanzados que otros, que se van contaminando. Pero para todos ellos parto de lo que llamo “la idea peregrina”, un pensamiento loco o estúpido, que no lleva a ningún sitio, pero a la que doy muchas vueltas hasta que se convierte en otra cosa. En el caso de «Coined», la idea era crear mi propio imperio, realizar mi autoretrato a través de amigos y conocidos. Marcar cómo quiere uno representarse y trascender a través de los demás».

Caos de otra manera

Sobre la labor que ahora se trae entre manos, da pocas pistas, pero viendo como Sola sigue sus indicaciones y unos bocetos cercanos nos pueden dar una idea. Los mismos bocetos que comparten espacio con la tetera; con las obras personales que Trullo cuelga en las paredes «para estudiarlas y buscar soluciones en las nuevas»; con nuestros bártulos; con los cachivaches almacenados. Seguro que su domicilio no es así: «Mi casa es caótica, pero de otra manera. Sin embargo, igual que allí no tengo colgado nada mío, sólo de colegas con los que he hecho intercambios –es la ventaja de ser artistas. Ahora mismo estoy encantado con un cuadro que acabo de recibir de Carlos Fons Badá –, sería incapaz de trabajar. Me volvería loco. Y aquí, sin embargo, no hay ordenador, no hay libros. No quiero que lo que me pueda distraer en uno u otro lugar lo haga. Las sesiones fotográficas son momentos muy especiales, y quiero sentirme en otro espacio, que nada me entretenga».

«Suelo hacer escenografías y soy un poco diógenes. No me desprendo de nada»

Para el artista, la separación entre vivienda y estudio es básica, «esos treinta minutos que empleas en desplazarte y que son fundamentales para desconectar». Trullo confiesa que aunque trabaja todo el día, lo suyo son las noches: «Me gusta el silencio». Y luego están los vecinos artistas: «Los conozco y de vez en cuando nos vemos y nos invitamos los unos a los espacios de los otros. Pero nunca de manera formal. De vez en cuando se dejan caer. Sin cita previa. Si ven luz, llaman y si puedes abrir, pues les abres. No somos de llamarnos o enviarnos whatsapp. De hecho, yo no lo tengo en el móvil». Pregunto entonces por Vera Icon, el alter ego femenino y canalla del fotógrafo: ¿Pasa mucho por aquí?: «Viene de vez en cuando, sí. También se deja caer. Se da una vuelta, trastea. De hecho, no hace mucho estuvo aquí posando para Pablo».

La sesión está llegando a su fin. También nuestra entrevista. Trullo nos enseña algunas series anteriores, siempre en cuidadas carpetas (es una amante del formato libro), como sus bellos cianotipos de centauros. Y evita comparar el estudio con el amor, aunque lo usa de metáfora: «Este sitio no es para toda la vida. Nos llevamos bien, pero no nos vamos a casar». A nosotros, de momento, su educación y su hospitalidad ya nos han conquistado.

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