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George Orwell, «Escritor en guerra»
Tras su paso por la Guerra Civil española, Orwell fue testigo de la Segunda Guerra Mundial. Dejó constancia en sus cartas y diarios. «Escritor en guerra» recupera material inédito
El 4 de septiembre de 1942, George Orwell (seudónimo de Eric Blair) agradece por carta a su agente literario, Leonard Moore, el pago de unos royalties y le responde que sus ocupaciones en el Servicio Oriental de la BBC y en el Servicio de Defensa Doméstico (Home Guard) de Londres le impiden disponer de la serenidad y el tiempo necesarios para escribir algo más extenso que un artículo periodístico. Lo único que puede ofrecerle, dice, son unos diarios que escribió entre 1940 y 1941 , evidentemente centrados en el ambiente bélico que dominaba el Reino Unido. La iniciativa no prosperó.
La práctica como diarista de Orwell fue larga; se conservan once cuadernos escritos entre 1931 y 1949, poco antes de su muerte. Se perdieron los diarios de juventud y de su etapa como oficial del Imperio británico en Birmania. Sin embargo, cabe albergar todavía la esperanza de que aparezcan, en algún almacén moscovita , los dos cuadernos y las fotografías que la NKVD requisó a la esposa de Orwell, Eileen O’Shaughnessy, en el Hotel Continental de Barcelona, en mayo de 1937.
Lo más interesante es cuando Orwell abandona el análisis político
Eileen ejercía de secretaria de la oficina en España del Independent Labour Party, partido marxista no comunista, que apoyó a la República a través de las milicias del POUM, la bestia negra de Stalin en España.
Los acontecimientos ocurridos en mayo del 37, por los que el PCUS eliminó a sus rivales trotskistas bajo la excusa de ser aliados del fascismo, marcaron el pensamiento político e intelectual de Orwell, y le ofrecieron material e inspiración para su obra literaria, especialmente Homenaje a Cataluña y 1984 . El argumento que expresa en la carta de octubre del 38 a un pariente , en relación a si el Reino Unido entrará en guerra o no –«No sabes lo mucho que desprecio a los imbéciles que creen que primero pueden empujar a la nación a una guerra por la democracia y luego, cuando la gente se harta, cambiar y decir: ‘Ahora hagamos la revolución’ »–, reproduce la polémica entre anarquistas y comunistas en la guerra de España. La «desaparición» de Andreu Nin, líder del POUM, la sublima Orwell en su 1984, donde los disidentes se «vaporizan».
Un título ambiguo
Debate ofrece en Orwell: Escritor en guerra los diarios del autor entre 1939 y 1942, junto a una muestra de cartas del periodo comprendido entre 1936 y 1943. Se trata de una selección realizada a partir de dos libros recientes, A Life in Letters (2011) y Diaries (2013), ambos editados por Peter Davison , el mayor experto en Orwell. Su edición de las más de mil cartas y de los once cuadernos diarísticos es de una pulcritud y erudición ejemplares, con presentaciones escuetas contextualizando los capítulos y las notas precisas para aportar al lector los detalles que necesita para comprender cada entrada. La misma pulcritud se ofrece en el volumen editado por Debate, perfectamente traducido por Miguel Temprano García.
Podía haberse cerrado la historia del matrimonio, que coincide con el fin de la guerra
La selección de la correspondencia (1936-1943) ocupa la primera parte del libro y es la más problemática. De inmediato se plantea la cuestión de la razón o intención de la compilación presentada . El lector hubiera agradecido una explicación sobre el criterio seguido para espigar estas cartas entre las mil cien recogidas en el original inglés, cosa que ninguno de los dos prólogos (el de Davison y el de Miguel Berga) aclara. Siendo interesantes, despista que su primera carta autógrafa sea la cuarta, no yendo las tres anteriores ni siquiera dirigidas a él, y repitiéndose este hecho varias veces.
En un primer momento, queremos creer que el leitmotiv de la compilación es la relación de Orwell con España, pero este factor se va diluyendo, por lo que la sensación de desconcierto dura hasta comprender que la «guerra» a la que se refiere el título es la mundial, no la española. El título del libro resulta, en este sentido, ambiguo.
Potencial manipulador
Asimismo surgen otras cuestiones sobre la edición que presenta Debate. ¿Por qué se abre la selección con una descripción de la llegada de Orwell a Barcelona escrita, años después, por una tal Jennie Lee? ¿Por qué las cartas de Marruecos? Y la más grave: si se da tanta importancia a la esposa de Orwell desde el principio y el periodo abarcado es el de la Segunda Guerra Mundial, ¿no podían haberse incluido las últimas cartas que Eileen escribe a Orwell, cuando este hace de corresponsal en Alemania, los días antes de su muerte en una accidentada operación , el 29 de marzo de 1945? Ya que la cronología entre cartas y diarios no coincide, bien podía haberse ampliado el límite de estas para cerrar la historia del matrimonio, que coincide con el fin de la guerra.
No es un diario íntimo, y me atrevo a decir que Orwell carecía de este registro
En cuanto a los diarios, el libro recoge tres de los once cuadernos de Orwell, los tres vinculados a la primera mitad de la contienda mundial. El primero comprende los dos meses anteriores a la invasión de Polonia por Hitler y la consiguiente declaración de guerra por parte de Gran Bretaña. El escritor estructura las entradas de forma muy escueta, en cuatro apartados –política, partidos políticos, sociedad y miscelánea–, y en ellos distribuye la información que obtiene, en su mayor parte de la prensa. Leyendo su diario podemos reconstruir los acontecimientos que llevaron a la guerra y el debate británico respecto a su participación.
Su actitud analítica con los medios de comunicación en su modo de presentar las noticias, aprendida durante su experiencia en la guerra de España, donde constató su potencial manipulador, resulta evidente. En cuanto a las notas agrupadas en «Sociedad» y «Miscelánea», el lector tiene la oportunidad de comprobar la amplitud e incluso el exotismo de sus intereses personales . Por ejemplo, cuando escribe: «Se calcula que la población de ratas de Gran Bretaña está entre 4 y 5 millones», sugiere que la fobia que padece el protagonista de 1984 ante los roedores pueda tener relación con las del autor.
Reproches contra todo
El segundo cuaderno (mayo de 1940-agosto de 1941) es el que Orwell mencionaba como publicable a su agente. En efecto, ofrece un mayor interés literario. Ya no se trata de meras anotaciones de noticias, sino de la elaboración narrativa de hechos, con la presencia de un cronista que escribe de los acontecimientos políticos, pero también de los humanos que suceden a su alrededor. No estamos ante un diario íntimo, y me atrevo a decir que Orwell carecía de este registro. O, en todo caso, lo guardaba celosamente para sí mismo.
Su preocupación por la verdad vive intensamente en sus diarios
Lo más interesante está en las páginas en las que abandona el análisis político, siempre inteligente y vivaz, para explicar su experiencia como miembro de la Home Guard, o como simple ciudadano londinense que debe soportar los terribles bombardeos alemanes. Aquí vemos en acción su famoso estilo transparente , cargado de profunda humanidad: «Qué depresión tan indescriptible encender el fuego todas las mañanas con periódicos de hace un año, y entrever los titulares optimistas mientras se elevan convertidos en humo ».
El tercer cuaderno cubre ocho meses, de marzo a noviembre de 1942, y está dominado por el devenir de la guerra y su angustia al comprobar lo poco que puede intervenir en ella. Sus reproches se dirigen en todas direcciones: al gobierno, por la falta de definición de su política; a la BBC, por el rechazo que manifiesta a muchas de sus propuestas intelectuales, potenciando, en su opinión, programas insulsos, sin un mensaje claro (aunque su influencia en la radio fue enorme); a la Home Guard: «Después de dos años, no se ha hecho ninguna instrucción de verdad, no se ha ejercitado a los hombres en tácticas especializadas, no se han fijado posiciones de batalla […] y todo debido a los infinitos cambios de planes y a la absoluta vaguedad respecto a nuestros objetivos».
Con su fina ironía, se consuela pensando que lo mejor que puede suceder es que el desconcierto sea parecido en el otro bando. En todo caso, su preocupación por la verdad, el lenguaje y la coherencia de las conductas vive intensamente en sus diarios de guerra, como en toda su literatura. Sólo por eso es un maravilloso placer seguir leyendo a George Orwell, aunque la edición en castellano resulte un tanto confusa.