Cate Blanchett «¿Quién va a leer un reportaje de diez páginas sobre mí?»

La actriz aspira a su tercer Oscar con «Carol» y «La verdad», en la que encarna a una periodista que tropezó con George W. Bush

Cate blanchett Efe

LUIS VENTOSO

Cate Blanchett , una australiana de 46 años de piel ajena a la luz del sol, madre de cuatro hijos y casada desde hace 18 años con un afortunado guionista y dramaturgo, es seguramente la actriz del momento. La adornan dos Oscar y va a por el tercero. De hecho, aspira a ser nominada por sus dos últimas películas, «Carol» y «La verdad» . En «Carol» encarna a una señora bien, casada y aburrida, que inicia una relación lésbica con una joven dependienta en el Nueva York de los años 50. En «La verdad», que es la película que nos da acceso a ella en un hotel del Soho de Londres, Blanchett es Mary Mapes, una periodista texana. En 2005, Mapes fue despedida de la cadena de televisión CBS tras no haber cerrado bien las pruebas de un reportaje.

En plena precampaña electoral había acusado a George W. Bush de escaquearse de la guerra de Vietnam escondido en la Guardia Aérea de Texas, merced a un enchufe familiar. Junto a Mapes perdió también su púlpito Dan Rather, la institución del periodismo que había dado la cara por la exclusiva en el clásico programa «60

Su piel es un papiro blanco, está muy delgada y sus antebrazos son fibrosos. Tal y como se le presupone, se trata de una mujer muy hermosa

minutos». Ambos siguen defendiendo que tenían razón. Ella, que había sido laureada en su día con el premio Peabody por destapar las torturas de Abu Ghraib , jamás volvió a trabajar en televisión. Él se jubiló con ese baldón.«En Australia tenemos también una versión de “60 minutos” y mi padre era estadounidense -explica Blanchett-, así que entiendo bien lo que representa ese programa. Era el estándar de oro de las noticias televisivas. Pero la película va más allá de la historia particular de Dan o Mary o de la CBS. Es una historia universal sobre cómo recibimos las noticias y cómo investigan los periodistas».

Sentada en un sofá frente a siete periodistas, Blanchett viste un traje minimalista azul, un poco de princesa de «Star Wars» , y unos zapatos amarillos de tacón. Su piel es un papiro blanco, está muy delgada y sus antebrazos son fibrosos. Tal y como se le presupone, se trata de una mujer muy hermosa, incluso así, sin una micra de pintura. Pero en persona no resulta ni tan diosa ni tan fría como aquellas deidades élficas de Tolkien que encarnó. Se le intuye nervio interior. Estruja sus manos y hunde un poco la cabeza mientras trata de responder con criterio a las preguntas. Este año ya sacó su fuego en una televisión, cuando promocionaba la película «Cenicienta» y un periodista le preguntó cómo había logrado manejar al gato con el que salía en pantalla: «¿Esa es tu pregunta? ¿Esa es tu jodida pregunta?», le replicó con muecas de asqueo .

Una infancia nada fácil

Blanchett no tuvo una infancia fácil. El encuentro de sus padres fue de película. Ella era una maestra australiana y él, un suboficial texano de la Marina de Estados Unidos , que un día atracó en Melbourne, se casó con ella y reconvirtió en ejecutivo de publicidad. Pero murió cuando Cate tenía diez años y la madre se introdujo en el mundo de la promoción inmobiliaria para sacar a sus hijos adelante. Mary Mapes, la periodista que hizo de productora de Dan Rather en la CBS durante más de diez años, era también texana y con trauma paterno: su progenitor, un alcohólico, la maltrató en su infancia.

La actriz conoció a la periodista tras leerse el libro en el que se basa la película, titulado «Verdad y deber: la prensa, el presidente y el privilegio del poder» . Mapes basó su denuncia contra Bush en unas fotocopias incriminatorias que le pasó un antiguo oficial de la base aérea. Una vez emitido el reportaje, la maquinaria electoral de Bush, con el hábil Karl Rove al frente, encontró una prueba demoledora que acabó hundiendo la credibilidad del trabajo de Mapes y Rather: las famosas fotocopias acusadoras, que en teoría databan de los años setenta, utilizaban una tipografía de Microsoft Word que se estrenó en el siglo XXI.

La CBS organizó un comité deontológico con jueces externos, presidido por un antiguo fiscal general de la Administración de Bush padre, que condenó la labor de Mapes. Hubo siete despidos más. Rather, tras pedir disculpas en antena por haber aireado una información mal contrastada, se marchó por la puerta trasera en menos de un año. Ante el comité deontológico, la periodista sostuvo que, aunque pudiese haber errores en los detalles, el conjunto de la historia era cierta.

-¿Sigue amargada Mary Mapes por lo que sucedió?

-No está amargada, no. Ha seguido adelante, aunque arrastra las heridas, claro, vio destruida su reputación y su carrera. Oscila entre la rabia y el perdón, pero las heridas están ahí, y creo que también en la CBS. Ella lamenta lo rápido que se olvidó la historia y sus detalles.

-El programa con la denuncia contra Bush se emitió el 8 de septiembre de 2004, a las puertas ya de las elecciones presidenciales de noviembre en que se midió a Kerry. Ha pasado mucho tiempo de aquello…

«La película va también sobre cómo se construye una historia y cómo se publica»

«A mí no me importa hacer un papel de tres líneas o 30 páginas, simplemente lo haces»

-Solo examinamos algo del pasado, algo que ha ocurrido hace ya más de diez años, si tiene relevancia contemporánea. Se trata de un momento muy particular de las organizaciones periodísticas americanas. No nos solemos cuestionar la proximidad de los políticos a las organizaciones periodísticas, ni quién es su dueño, ni qué agenda hay detrás. La película va también de cómo se construye una historia y cómo se publica. Pero once años después de la emisión de aquello es verdad que la manera en que se consume y distribuye la información ha cambiado enormemente. ¡No había todavía Twitter!

Para encarnar a Dan Rather, que tenía 72 años cuando se emitió el programa que le costó el puesto, se ha elegido a Robert Redford, de 79. Blanchett prodiga grandes elogios a su compañero de reparto: «Fue un privilegio tener a Robert en la película. No solo porque él ya estuvo en «Todos los hombres del presidente» [filme de Pakula de 1996 sobre la investigación del Watergate], sino porque es un extraordinario actor ¡Él está tan dentro de la cultura americana! Es fascinante estar a su lado. Resulta tan desarmante y natural actuando. Pero del mismo modo que «Todos los hombres del presidente» no va del «Washington Post» y de Nixon, esto no va de la CBS y de Bush, sino de cómo la gente llega a las historias y de lo controvertidas que son algunas de ellas».

Robert Redford

Y entonces es cuando uno tiene la mala idea de comentarle que Redford le parece muy acartonado, que más que mejorar la noticia la empeora: «¿Por qué dice eso? -pregunta Blanchett un poco molesta- Robert Redford es una institución. Dan Rather no era ningún pollito, no era ningún locutor de cara fresca de Sky News. Tienes que buscar para el papel a alguien de la misma relevancia cultural e iconográfica. Solo Redford puede hacer eso».

Para animar la fiesta, se le plantea a Blanchett la paradoja de que en un momento en que está presentando una película que elogia con un tono progresista la labor del periodismo, lo cierto es que la maquinaria comercial del filme solo permite entrevistas con ella de formato corto y controlado. «Bueno, eso depende del interés y la oportunidad del tema, ¿no? ¿Quién se va a leer un artículo sobre mí de diez páginas? Yo no lo sé desde luego», se responde riéndose.

La película «La verdad» es el empeño de un director primerizo, James Vanderbilt, un hombre de 39 años, de hablar expansivo y

«Nunca supe si a Bob Dylan le gustó mi interpretación sobre él»

«No nos solemos cuestionar la proximidad de los políticos a las organizaciones periodísticas, ni quién es su dueño, ni qué agenda hay detrás»

afectuoso y barba y pelo muy negros y algo hipsterianos. Vanderbilt fue el guionista de la última saga «Spiderman» y de la excelente «Zodiac» , que ya abordaba los problemas del periodismo. Se hizo con los derechos del libro de Mary Mapes en 2005 y ha esperado diez años para poder llevar al cine su historia, que ha producido él mismo jugándose su dinero. «Arriesgaba mucho. Con frecuencia los directores primerizos no tenemos una segunda oportunidad. Tenía que acertar el disparo».

Para hacer diana necesitaba actores conocidos, «de esos que la gente quiere ver al frente de las historias». ¿Cómo consiguió un director bisoño a Cate Blanchett, una diva con dos Oscar a cuestas? «Le envié el guion al agente de Cate, que se lo pasó precisamente en la mañana del día en que ella ganó su segundo Oscar. Yo pensé: 1) No se lo va leer. 2) Si se lo lee, dirá: “Después de mi segundo Oscar no quiero tratar con un director debutante” . Lo asombroso es que ella, si quiere hacer algo, lo hace. Me llamó por teléfono, hablamos media hora y se comprometió».

Blanchett es una actriz sin miedos. «Cuando un director te pide hacer algo que no has hecho antes asumes un riesgo. A mí no me importa hacer un papel de tres líneas o 30 páginas, simplemente lo haces. Hay guiones terribles que dan buenas películas y grandes guiones que al revés». En 2007 se atrevió a encarnar al joven Bob Dylan en «I’m not there», del director Todd Haynes, con quien ha repetido en «Carol». Pero Cate no llegó a conocer al enigma: «No, nunca me encontré con Bob Dylan . Tuve una conversación muy frustrante sobre él en uno de los primeros pases de la película. Vino alguien y dijo: “He visto a Bob”. Y empezó a hablar: “Sí, Bob me dijo que bla, bla, bla…”. Pero había un enorme barullo. Yo le decía “¿qué, qué?”, pero no entendía nada. Nunca supe si a Bob le gustó la película», remata Blanchett con una holgada risa.

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