Coppola, la tragedia de un genio que ya está para homenajes y caldos
El mejor director vivo solo ha rodado tres películas en lo que va de siglo. Dos de ellas ni se han estrenado en España
El director de la mejor película de la historia, el más grande cineasta vivo (luego discutimos el dato) sólo ha rodado tres películas en lo que va de siglo. «El hombre sin edad» y «Twixt» ni siquiera se han visto en nuestras salas, arrojadas al DVD como un vulgar telefilme. «Tetro» pasó de puntillas por la taquilla, pese a la presencia siempre estimulante de Maribel Verdú. El genio ya está para homenajes y caldos. El negocio del vino le lleva más tiempo y, desde luego, le proporciona más dinero que un arte que engrandeció como pocos. El drama lo anticipó Ángel Fernández Santos hace décadas. A Francis Ford Coppola le ha ido aún peor de lo que predijo el crítico. Ya no encuentra refugio ni en el cine comercial, como otros, como cuando él mismo adaptó a John Grisham para completar la entretenida «Legítima defensa», su última obra conocida, que muchos ni relacionan con él.
El infinito talento de Coppola tampoco ha encontrado refugio como productor, a lo Spielberg, salvo alguna excepción de carretera, como buen lector de Kerouac. El padrino del cine , un Orson Welles en color, nunca ha sabido formar pareja estable con el triunfo. «Mi lema es fracasa hasta lograr el éxito», me dijo hace ya seis años, en una entrevista que le hice junto a mi amigo Fernando Bernal. En una profesión que te cura la mitomanía por desgaste, apocado ante la presencia imponente de Francis Ford ha sido cuando más he sentido «la fuerza».
Coppola, en efecto, ha ido encadenando fracasos, como él mismo presume, «cada uno mayor que el anterior». Su récord es el fruto de una dignidad y tenacidad encomiables. Incluso los benditos disparos certeros de su trilogía fueron el fruto de la casualidad, de una alineación de astros inmune al sabotaje suicida de su autor. «Al final, después de los años, oigo a la gente hablar de las grandes películas que he dirigido», añadía, como asumido consuelo.
Su estreno de «Apocalypse now» fue tan abucheado como celebrada con el tiempo su desmesurada obra maestra. En Asturias se repetirán los tópicos del elogio y el bueno de Coppola los escuchará con el escepticismo amaestrado de quien sabe que la noticia verdadera es un éxito presente, no fruto del pasado. Ha aprendido en vida lo que les suele ocurrir a los muertos, testigo incómodo en su propio funeral anunciado. Precisamente por eso, cada presentación de una obra nueva se convirtió en un suplicio. Ya ni las hace. Rindámosle homenaje, dado que no hemos dejado o facilitado o conseguido o exigido que siguiera regalándonos las obras maestras que todavía llevaba dentro. Descanse en paz, maestro, y que sea por muchos años. Quizá encuentre un hueco para iluminarnos una o dos veces más.
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