Sevilla, el gran cine de Montreal
«Les filmes Séville», una de las mayores distribuidoras de cine en Canadá, homenajeó con su nombre al antiguo cine y teatro «Seville», construido en 1929 y un aforo de 1.200 butacas
Sigue en cartel una película canadiense, «La gran seducción» dirigida por Dom McKellar, que se basa en otra producción de este mismo país (sólo que producida en Quebec y rodada en francés hace algo más de 10 años). Quizás algunos espectadores hayan reparado en un detalle de los títulos de crédito iniciales: el nombre de «Séville» entre las compañías que han participado en la producción o distribución de esta película.
«Les films Séville» es una de las más destacadas empresas distribuidoras de cine en Canadá. Surgió en la provincia francófona de Quebec en 1999 y en pocos años se situó entre las primeras. Desde 2007 forma parte de Entertainment One, multinacional canadiense más conocida como eOne, con presencia en Estados Unidos, Australia, España, Francia, Reino Unido y Alemania, entre otros muchos países.
Aunque pueda pensarse, la presencia del nombre de Sevilla no se debe a que alguno de sus propietarios hubiera nacido aquí o sea un enamorado de nuestra ciudad. El fundador de esta compañía, René Malo, eligió este nombre en homenaje a un antiguo cine y teatro de Montreal, el Seville, inaugurado el 22 de marzo de 1929, con capacidad para cerca de mil doscientos espectadores.
Fue construido donde anteriormente había una Iglesia Metodista, erigida casi cincuenta años antes, en 1878. Según el periódico local «The Star», una de las novedades más extraordinarias del Seville era su techo, diseñado para dar la impresión de ser una sala al aire libre; estaba pintado de azul con estrellas e incorporaba un mecanismo que provocaba en el espectador la sensación de ver nubes en movimiento. Las paredes estaban decoradas simulando ser las de un viejo patio español.
Prácticamente desde sus inicios proyectó películas sonoras, como quedaba acreditado en la propia marquesina del cine y durante muchos años funcionó como cine de barrio con programas dobles de películas.
A finales de los años 40, se convirtió en una sala de conciertos y durante unas temporadas fue uno de los principales locales de música en Montreal. Había un foso para la orquesta y por el escenario pasaron cantantes de la talla de Nat «King» Cole, Tony Bennet y Harry Belafonte. Por desgracia, el local fue pasto de las llamas poco después por lo que la extraordinaria decoración sólo se conservó durante un par de décadas; ni siquiera hay fotografías que puedan mostrar cómo era su patio de butacas. Cuando se reconstruyó, en 1950, no se tuvo en cuenta el planteamiento original y perdió todo el encanto del principio. Muchos de los objetos decorativos acabaron en la basura pero algunas de las piezas más grandes llegaron, por casualidad, al monasterio de St. Bernard-de-Lacolle, en Quebec, fundado por unos monjes belgas en 1946; el restaurador del cine también era belga de nacimiento y había conocido a estos monjes en una reunión entre belgas y canadienses en Montreal. En 1967 muchos de estos objetos decorativos se perdieron para siempre en una mudanza de los monjes a otro convento.
El cine «Seville» fue construido sobre el solar de una iglesia metodista
Tras la obligada y nefasta reforma, el Seville volvió a proyectar películas y dejó de ser un cine de barrio con programas dobles para ofrecer estrenos de primera, como «La Biblia», de John Huston, en 1967, con un sistema de reservas de asientos. Al cabo de unos años dejó de pertener a la cadena de cines que lo programaba y poco después se convirtió en una sala de segunda categoría que sólo ofrecía reestrenos. Así sobrevivió con éxito durante una década, con el atractivo de tener la pantalla más grande de Montreal, pero, por desgracia, en 1984, fue clausurado y abandonado hasta quedar sólo los escombros. Actualmente sólo se conserva la fachada y está en el proceso de convertirse en unos lujosos apartamentos.
Es significativo no sólo que hubiera un cine Seville en Montreal sino que en 1930 la misma compañía abriera otro con el nombre de Granada. Tampoco se trataba de una empresa creada por españoles sino que este interés por recurrir a nombres de ciudades andaluzas se debía a que querían que tuvieran un «estilo español» gracias al nombre y a la decoración, que debía recordar la de un patio andaluz. El Granada fue considerado el más bonito teatro de Montreal, gracias al extraordinario trabajo de su decorador, Emmanuel Briffa. Era además uno de los mayores de Montreal, con un aforo de casi 1.700 espectadores.
No fueron los únicos teatros de Quebec en tener un «estilo español» ya que la misma empresa de los citados Seville y Granada abrió, también en 1930, el Monkland, cuyo patio de butacas debía dar la impresión de que el público estaba en la plaza de una pequeña localidad española; ni tan siquiera faltaba el detalle de una fuente. En este caso lo único no español era el nombre.
El Granada cambió de nombre en 1977 y desde entonces es conocido como el Théâtre Denise-Pelletier, en honor de una popular actriz canadiense.
Sí sigue abierto, y ha conservado su nombre, el teatro Granada de Sherbrooke, también en Quebec, a unos 50 kilómetros de Montreal y muy cerca de la frontera con Estados Unidos. Construido en 1928, fue testigo de la llegada del cine sonoro y durante 54 años, hasta 1983, proyectó películas con regularidad. Al igual que los casos citados, es otro buen ejemplo de espacio con un estilo español; de hecho, su vestíbulo recuerda a la Alhambra y a la Mezquita de Córdoba por los arcos y los colores de los mismos. Por fortuna, está considerado lugar histórico patrimonial de Canadá.