sanlúcar de barrameda
El Cid, Escribano y Esaú Fernández salen a hombros ante una encastada corrida de Miura
VI corrida de toros magallánica
Se lidiaron seis ejemplares de impecable presentación que, salvo el primero y el sexto, derrocharon casta, bravura y poder
Resplandecía el coqueto ruedo del coso de El Pino con 22.000 kilos de sal policromada, convertido en una alfombra colosal, con la que se rendía homenaje al intrépido marino Fernando de Magallanes, al cumplirse el VI Centenario de su primera circunnavegación de la tierra, que partiera y concluyera en Sanlúcar de Barrameda.
Para evocar la épica de tan tamaña gesta, no existe ganado más apropiado que los legendarios toros que pastan en las dehesas de Zahariche, míticos toros de Miura, que traen un soplo de pasado, de la virginal grandeza de la fiesta, de emoción. Singulares ejemplares tanto por su descomunal esqueleto como por su comportamiento avieso, cambiante e imprevisible, por el que ha adquirido la merecida fama que durante casi dos siglos les acredita. Leyenda que tomó vida cuando irrumpió en el ruedo «Lamparillo», de 633 kilos, de pelo cárdeno bragado y abierto de cuerna, que galopó con codicia y repetición a la capa que le presentaba El Cid en su lidiador saludo capotero. Pero todo quedaría en fachada, pues el animal perdió las manos con estrépito al golpear en la cabalgadura, en manifiesta proclamación de su decepcionante falta de fuerzas y de poder. Defecto que se agravaría en el último tercio cuando se derrumbó al tercer pase en redondo con que lo citara El Cid. Triste imagen de un toro de Miura, impedido por su absoluta invalidez y que tendría que haber sido devuelto a los corrales. Al diestro de Salteras no le quedó más opción que tomar con presteza el estoque y fulminar a su enemigo con una gran ejecución del volapié.
En segundo lugar pisó la decorada sal «Tabernero», toro cárdeno de gran alzada, que fue recibido de rodillas por Manuel Escribano pero con el que pasó apuros en sus lances de recibo por el viaje corto y dificultoso que presentó el miura. Burel que acudió dos veces al caballo, en brava pelea, la segunda de ellas desde los mismos medios de la plaza, y que también acudió raudo a los cites rehileteros de Escribano, quien firmó un lucido y variado segundo tercio. En el de muerte, y tras iniciar el trasteo con hieráticos pases por alto pegado a tablas, el sevillano se encontró con oponente que se revolvía y acortaba la embestida cuando experimentaba el toreo en redondo. Nada fácil papeleta para el experimentado matador, que vio que por el pitón izquierdo todavía ofrecía más dificultades y palpable peligro este toro, que sí hizo honor al capítulo terrorífico de su leyenda. De pinchazo y estocada tendida se deshizo Escribano de este peligroso oriundo de Zahariche.
A porta gayola recibió de rodillas y en los medios a «Bocarrubia», cárdeno girón de 611 kilos, que lo puso en aprietos cuando ya recobró la posición erguida. También apretó en el peto del picador en las dos arrancadas, la segunda de ellas a considerable distancia, con que el toro mostrara su bravura. Verificado un laborioso tercio de banderillas, Esaú asió la franela para estampar dos rotundas series de derechazos en la que el de Miura acudía con alegría, nobleza y profundidad. Actitud que repitió cuando fue citado por el pitón izquierdo, por donde Esaú Fernández firmó naturales de gran armonía y relajo, hasta que sufrió una colada inopinada, que le vino a recordar que la relajación nunca es buena consejera con estos toros. Terminó la faena a un alto nivel con redondos ligados, cuya verdad y arrebato calaron en los tendidos. Con media estocada defectuosa y un descabello abrochó Esaú su lucida labor.
590 kilos dio en la báscula el bello cárdeno claro que hizo cuarto, «Jabaíto» de nombre, con el que El Cid se templó y se gustó a la verónica, en cuyos cites el toro acudió con boyantía y repetición. Que dos veces fue al acaballo con alegría y en ambas peleó con entrega, y que se desplazaba con extrema suavidad en la brega capotera de su lidia. Tras brindar al público, Manuel Jesús citó desde los medios al miura, que se arrancó presto y multiplicó su embestida pronta a un voluntarioso Cid, quien lo pasaría por ambos pitones en recia pelea, pues el animal evidenciaría un comportamiento serio, encastado y exigente. Los pasajes finales de la faena vinieron a elevar el tono de una labor desigual, que contó con el epílogo de un bello y clásico abaniqueo. Una gran estocada puso definitivo broche a su actuación.
Negro bragado el quinto de la suelta, de 587 kilos, agalgado y zancudo, que fue recibido con larga cambiada de hinojos por Manuel Escribano y que se enceló en el peto del caballo en el único puyazo que tomó. Solvente y preciso el diestro sevillano en el alegre tercio de banderillas que cumplimentó con aparente facilidad, optó por la escalofriante espectacularidad de sendos pases del péndulo en los medios para iniciar faena muleteril. Ante un encastado enemigo, se gustaría después en series en redondo y al natural, en las que derrochó oficio y depurada técnica lidiadora. Manoletinas finales constituyeron dinámico preámbulo a una estocada trasera, atravesada y desprendida, que sería suficiente.
Cerraba plaza «Hablador», de 667 kilos, impresionante ejemplar que se desplazó con embestida humillada en la capa de Esaú Fernández y que protagonizó una espectacular pelea de toro bravo y con poder en el caballo. No sobrado de fuerzas, iba y venía por su propia inercia a la muleta del sevillano, que pronto asentó las zapatillas para imponer el mando de su muleta al viaje entregado y suave que presentaba su oponente. Al cuarto intento acertó con el estoque y puso así fin a la vida de este último miura y a un festejo de sumo interés, en el que estuvo presente el toro, el verdadero protagonista de este espectáculo.
FICHA
Se lidiaron seis ejemplares de Miura, de impecable presentación. Salvo el primero, inválido, y el sexto, con pocas fuerzas, todos derrocharon casta, bravura y poder.
Manuel Jesús, 'El Cid'. Palmas y dos orejas.
Manuel Escribano. Ovación y dos orejas.
Esaú Fernández. Dos orejas tras aviso y palmas.
Plaza de toros de Sanlúcar de Barrameda. Casi lleno en tarde calurosa. VI Edición de la tradicional Corrida Magallánica. Todos los participantes en el festejo lucieron rigurosa indumentaria según usanza marinera de los albores del siglo XVI.