Atención, sexualidad en 'Harry Potter' y suicidio en 'Romeo y julieta': los avisos para no herir la sensibilidad invaden la cultura
En EE.UU., patria de lo 'woke', es ya imposible huir de las advertencias sobre posibles heridas a la sensibilidad. De las películas de Disney a los musicales de Broadway, los 'trigger warnings' se han convertido en una presencia ubicua contra la que el arte empieza a rebelarse

Una exposición de Tiona Nekkia McClodden este verano en la galería 52 Walker del barrio neoyorquino de TriBeCa era una mezcla agresiva de sadomasoquismo, armas y arte. Entre otras piezas e instalaciones, colgaban moldes de pistolas y cargadores elaborados con «cuero teñido de negro, abrillantador ... de zapato y escupitajos».
Pero lo más provocador en estos tiempos era un texto pintado sobre la pared, con el título 'Yo ya no creo en 'trigger warnings'. En él, la artista –una mujer negra, lesbiana e interesada en el sado, el culturismo y la santería–proclama su oposición completa a la idea de que nadie sea responsable de la sensación de seguridad de otros en el entorno de la creación artística.
McClodden, una artista galardonada con el premio Bucksbaum de la bienal del museo Whitney de 2019, se ponía de frente ante la corriente que invade el arte y el entretenimiento en EE.UU. y más allá: la omnipresencia del 'trigger warning', de las advertencias sobre un contenido que puede herir la sensibilidad de algunas personas.
Se trata de algo diferente al sistema de clasificación de películas o programas de televisión para el público infantil y adolescente. Aquí se impone un aviso previo a los adultos sobre un contenido que puede provocar –'trigger' significa también gatillo, en inglés– en el espectador aflicción que les conecta con sus traumas (salud mental, abusos sexuales, violencia racial o discriminación, entre otros).
Es como la advertencia de los presentadores de un informativo sobre una escena horripilante –una decapitación, por ejemplo–, pero extendido a todas las formas de la cultura, del arte, del entretenimiento y de la comunicación. Desde 'Peter Pan' a Ovidio, pasando por la ópera y los musicales de Broadway. A día de hoy, en EE.UU. o Reino Unido, no es posible escapar a los 'trigger warning', pese al impacto que pueda tener en la propia creación. El asunto tuvo su origen en los campus universitarios anglosajones, como ha ocurrido con gran parte del discurso 'woke' en las últimas décadas y que después ha impregnado la política y los medios de comunicación.
Críticas, mofas y debates
A comienzos de la década pasada, algunas universidades empezaron a colocar estas advertencias de contenido sensible en los materiales que los estudiantes debían leer y discutir en clase. Aunque son adultos, cada vez se tiene más en cuenta su fragilidad emocional. Al principio, estas advertencias eran sobre todo para contenido relacionado con violencia sexual –como la misiva enviada por cuatro alumnos de la Universidad de Columbia sobre el trauma para víctimas de violación que podría suponer la 'Metamorfosis' de Ovidio–, pero se amplió a asuntos raciales y de salud mental. En la producción de Romeo y Julieta en el Globe de Londres del año pasado, se advertía sobre el suicidio (por si alguien lo desconocía). Ya en 2013, Oberlin College, un prestigioso centro universitario liberal de Ohio, estableció una directiva que recomendaba a los profesores que analizaran esos 'disparadores emocionales' en los libros de su materia y que los consideraran como opcionales si el alumno lo deseaba.
Esta política de Oberlin provocó críticas, mofas y un debate nacional sobre el deterioro de la educación con estas cesiones. Pero, con los estudiantes con la sartén por el mango -ellos y sus familias son quienes pagan unas matrículas desorbitadas y las universidades se los disputan-, los 'trigger warnings' se convirtieron en la tónica: ya en 2016, un estudio entre 800 profesores universitarios realizado por la cadena pública de radio NPR mostró como la mitad habían incorporado las advertencias en su programa didáctico.

En Reino Unido, la situación es similar: el 86% de los estudiantes británicos apoyaban este año la existencia de estas advertencias (en 2016, era el 68%), según una encuesta del Higher Education Policy Institute. Las etiquetas de contenido sensible llegan hasta libros como 'Peter Pan', al que la Universidad de Aberdeen considera «exigente emocionalmente»; o a los 'Harry Potter' de JK Rowling, que, según la Universidad de Chester, pueden llevar a conversaciones difíciles sobre género, raza, sexualidad, clase e identidad».
Posturas como la de la Universidad de Chicago se convirtieron en una excepción: en una carta de bienvenida a los nuevos alumnos en 2020, les informó de que «nuestro compromiso con la libertad académica significa que no apoyamos los 'trigger warnings', no cancelamos a conferenciantes invitados porque sus discusiones sean polémicas y no consentimos la creación de 'espacios seguros' intelectuales donde las personas puedan apartarse de ideas o perspectivas contrarias a las suyas«.
Desde la universidad, la obsesión por hacer de todo un 'espacio seguro' se ha filtrado al arte, la cultura, el entretenimiento, la comunicación y las redes sociales. «Esta producción contiene: efectos de luz estroboscópica, ruidos fuertes repentinos, niebla artificial, escenas de violencias, lenguaje adulto, situaciones de tono sexual, humor y contenido adulto», advertía ya hace cuatro años un cartel en la entrada de la obra de teatro 'Vietgone', una comedia producida por la Denver Center Theater Company. E incluso en su información online, los espectadores podían saber en qué minuto exacto se producirían explosiones durante el espectáculo.
La Interact Theater Company de Filadelfia creó un 'espacio seguro' en el vestíbulo con activistas que consolaban a los espectadores traumatizados
Otras iban más allá: en 'Sensitive Guys', una obra teatral alrededor de la violencia sexual, la Interact Theater Company de Filadelfia creó un 'espacio seguro' en el vestíbulo del teatro en el que miembros de un grupo activista contra los abusos sexuales consolaban a los espectadores traumatizados por el contenido. Con el tiempo, los 'trigger warnings' se han propagado a todos los ámbitos.
Muchos clásicos de la literatura ya no se aprenden en las universidades sin la advertencia previa. Tiene presencia abundante en televisión –desde programas de telerrealidad a series convencionales-, en el arranque de podcast, en blogs… Muchas veces tienen que ver con contenido que puede tener impacto en la salud mental de los consumidores, con temas relacionados con abuso sexual, violencia, autolesiones, uso de drogas o suicidio. Pero las alertas van más allá: «Este programa incluye descripciones negativas o maltrato a personas y culturas. Estos estereotipos estaban mal antes y ahora. En lugar de eliminar este contenido, queremos reconocer su impacto dañino, aprender de él y provocar conversaciones para crear un futuro más inclusivo juntos», asegura a los espectadores la plataforma Disney+ antes de que disfruten de clásicos infantiles como 'Dumbo', 'Los aristogatos' o 'El libro de la selva'.
Su presencia cada vez es más frecuente en prensa: ya en 2016, la BBC sorprendió al poner una alerta a los lectores de su web por una noticia de un cuadro de Caravaggio, una escena bíblica de la decapitación de Holofernes por parte de Judit. Pero esta misma semana, la cadena británica recibió críticas por no incluir la advertencia sobre una imagen de una hembra de babuino muerta y todavía en la boca de un leopardo, mientras su cría seguía viva y sujeta al cadáver.
Las alertas van desde la alta cultura –ya en 2016, la prensa británica se peleaba en el debate sobre la necesidad de una advertencia sobre la presencia de un asesinato en la producción de 'Lucia de Lammermor' (¿cuándo no se asesina a alguien en la ópera?) de la Royal Opera House de Londres–, hasta los 'tiktokers' más contemporáneos: muchos incluyen las etiquetas 'TW' ('trigger warning') o 'CW' ('content warning') para prevenir a sus seguidores.
Un ejemplo en los museos: la retrospectiva sobre Philip Guston del Museo de Bellas Artes de Boston arrancaba con un largo texto titulado 'Preparación emocional' para los visitantes, escrito por una experta en trauma. Entre otras cosas, les decía: «Tenéis todo el derecho a sentir vuestros sentimientos en esta exposición, tanto si la visitáis como una persona de color o no». Todo porque Guston –judío y sin rastro de racismo en su pensamiento–incluía en su obra imágenes con contenido racial, como imágenes de capuchas de miembros del Ku Klux Klan, acompañadas por textos explicativos. »La exposición era condescendiente y extraña, y el revisionismo de las propias palabras de Guston en los textos me pareció casi propagandístico«, reaccionó un visitante en la web del museo.
Mimos para el espectador
«¿Pero cuántos mimos necesitan los espectadores de teatro hoy en día?», se preguntaba un crítico teatral de 'The Washington Post' este otoño, en una señal del hastío en algunos sectores con la invasión y la extensión de estas advertencias. Había pasado por la nueva versión del musical '1776' en Broadway y había sido advertido de que la obra «contiene representaciones estilizadas de violencia racializada», además de «temas sexuales, lenguaje fuerte ocasional, niebla, un efecto de luz breve, una réplica de arma de fuego que no dispara y un efecto de pistoletazo». El crítico se sorprendió porque la única violencia racial que vio en el musical fue un debate sobre la esclavitud y el único lenguaje malsonante que escuchó fue «maldita sea, Franklin».
«Tenéis derecho a tener sentimientos, tanto si sois personas de color como si no»
En su opinión, esto no iba de evitar reacciones traumáticas en el espectador: «Las advertencias muchas veces parecen reflejar una visión del pasado condescendiente y egocéntrica, una necesidad de mostrar cuánto hemos avanzado frente a una era en la que las costumbres, la moral y las ideas políticas ya no concuerdan con las nuestras«.
«Es mejor para los espectadores que ellos mismos se preocupen de elegir qué espectáculos deben ver», reaccionó el profesor de Stanford, Samer al-Saber, al periódico de la universidad sobre la profusión de advertencias y su impacto en las obras de arte.
La mayor paradoja es que los 'trigger warnings' quizá no sirvan para nada. Varios estudios psiquiátricos defienden que estas advertencias no ayudan a quienes sufren trauma: ni reducen su angustia emocional ni les lleva a dejar de consumir el contenido. Incluso a veces precipitan su ansiedad sobre lo que van a presenciar.
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