Donación al Centro Andaluz de Arte Contemporáneo
Pepe Cobo: «Ninguna galería ha logrado lo que La Máquina Española hizo en solo tres años»
El legado del mítico espacio artístico que abrió este sevillano en su ciudad se exhibe desde este viernes en el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo

Pepe Cobo ya no es galerista de arte. Desde que en 2017 cerró la última que regentó en Madrid se dedica al asesoramiento, al comisariado de exposiciones y otros proyectos creativos. Pero su actividad como galerista desde mediados de los años 80 hasta ... hace muy poco lo ha convertido en una figura imprescindible de la creación contemporánea española.
En sus inicios y en tan solo los tres años que van desde 1984 a 1987, este sevillano coprotagonizó una de las aventuras más singulares de las últimas décadas, en compañía de una generación de artistas — Pepe Espaliú, Guillermo Paneque, Rafael Agredano, Federico Guzmán, Ricardo Cadenas y Patricio Cabrera — a la que se conoce por el título de la galería que él fundó: La Máquina Española , que situó a Sevilla en el mapa artístico internacional y que marcó también una revolución en la gestión de estos espacios.
Ahora Pepe Cobo trabaja asesorando a empresas e instituciones como la Real Maestranza de Caballería de Sevilla , logrando para su colección de carteles firmas de prestigio como la de Julian Schnabel. Para la próxima feria adelanta que lo creará «un artista muy importante y de mucha proyección. De los artistas de media carrera más cotizados del mundo».
Pero sentado en la cafetería del Centro Andaluz de Arte Contemporáneo (CAAC) no puede evitar mirar con orgullo y algo de nostalgia sus inicios, que vuelven a la actualidad por la donación que ha realizado a este museo de medio centenar de piezas de La Máquina Española, que se exhibirán al público a partir de este viernes, en una exposición cuya comisaria es la jefa de ABC Cultural, Laura Revuelta .
¿Cómo se mete en el mundo del arte?
Yo tenía antecedentes familiares, con una madre con un afán de coleccionismo, a la que le gustaba tener cuadros, objetos o una colección muy buena de mantones Manila. También me influyó que hice Psicología y te vas identificando con lo humano, las conductas, las divergencias, las anomalías. Y en ese momento había, además, en la ciudad un buen grupo de artistas. Así que comencé a coleccionar poco a poco. También tuve a finales de los 70 una tienda de diseño que se llamaba ‘Plaza Nueva’, junto a José Ramón Sierra, Juan Suárez, Enrique Cortines... Ahí comencé la conexión con el grupo de ‘Separata’...
¿Y cuándo da el paso?
Coleccionando comienzo a encontrarme con los artistas, con Curro González, Ricardo Cadenas, Patricio Cabrera, Gonzalo Puch... Empiezo a hacer más vida con ellos y a comprar en los estudios cuando no trabajaban con ninguna galería. En 1984 hice un experimento en una casa que me hizo José Ramón Sierra y que tenía un patio. Lo titulé ‘El patio y la pintura’. Hice una exposición en mi casa y pasé de medio mecenas, medio comprador coleccionista a galerista. Juana de Aizpuru hacía medio año que había dejado Sevilla y no había un referente real. Estaba empezando Rafael Ortiz y estaban Fausto Velázquez, Félix Gómez... A eso se le suma que mi padre era comerciante de café, creó Café Moka, por lo que yo tenía también ese lado comercial... Y comenzó la galería, que se inauguró en noviembre de 1984.
¿Cuándo entabla relación con los artistas de la revista ‘Figura’ que son los que más se asocian con La Máquina Española?
En principio, la gente de ‘Figura’, que eran Rafael Agredano, Pepe Espaliú y Guillermo Paneque se integran en 1986 en la exposición ‘Sevilla: Ohne Title». El inicio fue con Gonzalo Puch, Antonio Sosa, Ricardo Cadenas y Patricio Cabrera en noviembre de 1984. Cuando Pepe Espaliú, que vivía en París como corresponsal de ‘Figura’, volvió fue como un aglutinador de todo.
«A los tres meses de inaugurar en noviembre La Máquina Española ya estábamos en Arco y, en junio, en Basilea»
¿Por qué conectaron tan bien?
Porque de joven te rebelas por todo y por vivir en una ciudad que tenía unas ciertas tradiciones que había que soportar. Porque ante las cosas impuestas te rebelas. Todos estábamos, sin saberlo, preparados para contestar unos con la pintura y otros con la gestión.
Se les vería como una anomalía en la escena sevillana.
Tanto Paneque como Agredano, que estaban en ‘Figura’, tenían mucho conocimiento de lo que estaba pasando fuera, porque la revista fue una plataforma para hablar del arte internacional que se hacía tanto en Europa como en Estados Unidos. Eso es lo que permeabilizó e influyó en mí para que realmente tuviéramos una estrategia de cara a una internacionalización desde Sevilla.
La Máquina Española alternó obras de artistas locales con nacionales e internacionales...
Acogimos exposiciones de Luis Gordillo, José María Sicilia, Jan Knap, Jutta Koether, Bettina Semmer y Rosamarie Trockel... Y los siguientes pasos fueron crear las plataformas de internacionalización de las ferias. A los tres meses de inaugurar en noviembre ya estábamos en Arco y en junio estábamos en Basilea...
Eso es hoy impensable.
Una galería que en menos de un año y medio de abrir esté en Basilea es imposible, y ni aunque llevas diez años. Son tres años de actividad de la galería, del 84 al 87, porque en enero de 1988 yo abro en Madrid. En tres años liamos una buena algarabía.
Ninguna galería ha hecho algo parecido en el arte español.
Ninguna. Nadie en la escena nacional consiguió en tres años la proyección de la Maquina Española. Lo que éramos capaces de hacer era de una gran riqueza y fecundidad, una cosa muy suculenta. Eran todos artistas muy preparados. El factótum sobre todo era Pepe Espaliú, que era un manantial de sabiduría.
«Ser de Sevila ha sido un pasaporte muy agradable para entrar en el mundo del arte. Quería devolver todo lo que reccibí»
La galería, entonces, puso a Sevilla en el mapa del arte internacional.
Sin duda. Comenzamos a gestionar en Sevilla una galería de arte como se hacía en ese momento en todo el mundo, además de poner a la ciudad a la vanguardia del arte. Que se lo pregunten a Suzanne Pagé —actual directora artística de la Fundación Louis Vuitton—, que cuando vino a España como representante del Museo de Arte Moderno de la Villa de París, visitó, por indicación de Carmen Giménez, todas las escenas que había en las diferentes ciudades y sacó como conclusión que la Máquina era lo que mejor representaba a España.
Por qué decide donar ahora estas cuarenta y seis obras de La Máquina Española al CAAC.
El ser de Sevilla y vivir aquí ha sido un pasaporte muy agradable y para entrar en el mundo del arte y me ha producido muchas satisfacciones. Aquel momento fue una época de cuatro años que correspondía con mis inicios y quería devolver a Sevilla todo lo que recibí.
Además de las obras aporta al centro una ingente documentación, ¿quién quiera acercarse a La Máquina Española va a tener que pasar por este centro?
Sin lugar a dudas, no solo por la donación sino por los documentos, fotos, catálogos, publicaciones... todo lo que testimonia lo que se hizo en esa época. Faltan cosas, pero afortunadamente casi todo lo tenía guardado después de treinta y siete años.
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