Pintura

Luis Gordillo: «A la vejez me he reconciliado con Sevilla»

En el Espacio Santa Clara se abre una exposición permamente con obra gráfica y dibujos del artista sevillano

El pintor Luis Gordillo en su exposición en el Espacio Santa Clara Rocío Ruz

Marta Carrasco

La Sala Luis Gordillo (Sevilla, 1934), es una realidad. Hoy se inaugura en el Espacio Santa Clara un espacio expositivo dedicado al pintor sevillano que reúne varias series de obra gráfica y dibujos, entre ellos los dedicados a «Carmen» que el artista ha donado a la ciudad. La exposición lleva por título, «...carmenmásetcéteras...» y está comisariada por el profesor de la Hispalense, Luis Martínez Montiel. Luis Gordillo, Hijo Predilecto y Medalla de Andalucía, Medalla de Oro de las Bellas Artes, Premio Velázquez..., ahora es reconocido y cobijado por su Sevilla.

Esta ciudad que no es precisamente generosa con sus hijos, le dedica una sala permanente, la Universidad le ha dado el premio de honor, ¿se siente por fin reconocido en su tierra?

Me siento super reconocido, porque la verdad es que tengo casi todos los premios que se han dado en Andalucía, y ha sido poco a poco. Pero lo que no fui reconocido, porque eso es ley de vida, fue al principio. Cuando los artistas empiezan y son más alborotadores es muy difícil que una ciudad se comprometa. Son muchos los que empiezan y es el tiempo el que va seleccionando. No, no me he sentido rechazado. Yo no he sido como Barceló, que de repente, ¡paf! se le abrieron las compuertas de la fama, lo mío ha sido lentamente y sigue subiendo

Su padre era de Valladolid y su madre de Triana, una mezcla explosiva, ¿qué saca de cada uno?

Esa pregunta está muy bien hecha porque es algo que yo tengo muy concienciado. La familia de mi madre venía del proletariado y se hicieron millonarios con la fábrica de ladrillos. Y la de mi padre venían de millonarios y estaban a la baja y se encontraron en Marmolejo tomando las aguas, y ahí se hizo el cockel molotov que soy yo. No sé qué me sale más, es una duda, a veces me siento muy serio y más bien melancólico, y digo esto es castellano, y otras sale mi parte irónica, la veta andaluza.

¿Qué le parece el espacio Santa Clara para su exposición permanente?

Me parece precioso. Estoy muy agradecido a la ciudad. No lo digo por política, pero el Ayuntamiento se ha portado bien y ha sido generoso. Juan Espadas se ha portado bien con nosotros.

¿Como ha seleccionado su obra?

Lo hemos pensado bien, y la serie de «Carmen» nos parecía algo obvio porque mi abuela Carmen, que era de Triana fue cigarrera, por eso he querido regalar esa serie a Sevilla. Y, por otro lado, la hemos acompañado de «Paiseyes2» que me parece una obra importante, y también en depósito de una buena parte de la obra gráfica.

En estas paredes hay obra desde los años 60 y 70, ¿el tiempo la ha tratado bien?

Considero incluso que se revaloriza. Hay obra mía que en su momento no me la tomé en serio, la hice porque había que hacerla y con el tiempo me sorprende que me interesan más de lo que pensaba. Por ejemplo, la serie del «Grupo 15», me encanta. En la historia de la gráfica española es esencial este grupo.

Creo que usted trabaja en dos estudios...

Bueno creo que ha sido la vida. Primero construí una casa con un estudio y luego hice otra con otro estudio, y pinto en los dos. Voy de uno a otro. Hago muchos cuadros a la par y los dejo que reposen y cuando me canso de un estudio me voy al otro, y me sirve de descanso.

¿Es usted capaz de escribir sobre su obra?

Si, perfectamente, hay quien no puede, pero yo sí. Incluso escribí poesía, aunque ahora escribo menos. Yo puedo hablar muchísimo de mi obra, si me rascan..., de sopetón no, claro, pero ahora me están haciendo una tesis doctoral y el que va me pregunta y me pregunta y escarba muchísimo. Y me gusta que lo haga, debo ser muy narcisista porque me gusta que me tengan en cuenta y además, a veces se descubren cosas nuevas. Yo he sido un animal de psicoanálisis, muchas, muchísimas horas y nunca me he callado. Creo que hablar me tranquiliza.

Al principio de su carrera fue informalista y luego se pasó al pop, pero me parece que hay mucho de barroco en su pintura.

Pues mira, nunca me habían dicho eso y es cierto. Nunca lo había pensado, la verdad. Cuando me meto en las iglesias de Sevilla y veo esas cosas endemoniadas del Barroco..., que no nos extrañan porque estamos acostumbrados, pero a un extranjero le debe llamar mucho la atención. En mi obra hay también un amontonamiento y eso sí es un símbolo de barroquismo.

La búsqueda del color fue un reto muy importante en los 70, ¿y ahora?

El color sigue siendo muy importante en toda mi obra. Ahora mi obsesión es darlo todo lo más claro posible, lo más entendible. Yo ahora tardo muchísimo en hacer un cuadro y se hacen muy complicados mis cuadros. Nunca había hecho una pintura tan complicada como la de ahora, y parte de esa complicación es simplificar. No quiero dar cosas confusas.

Usted ha dicho que le preocupa que un día desparezca la religión porque después vendrá el arte.

Yo tengo la impresión de que arte y religión están en el mismo mundo, que vienen de la misma parte del individuo. La religión es el fenómeno más potente de la historia. El hombre creó miles de religiones, pero pienso que es una zona temporal de la Humanidad, aún no se ha acabado, terminará desapareciendo. Y al arte también le tocará su momento. De la muerte del arte hace mucho que se habla, si te metes por ejemplo en el movimiento Dadá, y hay libros llenos de presagios. Y de la muerte de la pintura no digamos, eso es algo de todos los días, con lo cual los que pintamos, sufrimos. Pero a mediados del siglo XX con el minimal, el povera, las instalaciones, el arte conceptual..., hay algo como si se estuviera convirtiendo en ciencia, en arquitectura, en otras cosas. Es posible que algún día desaparezca el arte también.

Fue el «padre de la nueva generación madrileña», que por cierto eran todos andaluces, Pérez Villalta, Chema Cobo, Manolo Quejido, incluso Carlos Alcolea...

Ellos se retrataron en mí, vieron que mi obra les abría una puerta después de grupos como El Paso, todo aquello que era tan tétrico... Yo también pasé por esa época pero sin darme cuenta pasé a otra. Mis cambios siempre han sido sin yo darme cuenta, casi inconscientes, y esa obra que hice a finales de los 60 gustó a una serie de jóvenes. Y el interés de los jóvenes por mi obra sigue, y la respetan.

Dicen de usted que es el icono de la pintura española, ¿se siente icono?

Hombre, icono, ¡jajaja!..., la pintura española es muy extensa y muy variada y ni siquiera yo la conozco. Te vas a provincias y aparecen pintores excelentes que están ignorados. Y yo no me siento «padre» de todos.

¿Se atreve a nombrar algún artista joven al que sigue o le gusta?

Si, ahora precisamente estamos preparando una exposición Miki Leal y Rubén Guerrero y yo. Estamos haciendo tres trípticos.

Los tres son artistas sevillanos. ¿A usted Sevilla le tira tanto?

Ultimamente mucho. Cuando me fuí de Sevilla, no conocía la ciudad. Iba al colegio por calles que ahora son puro turismo, pero para mi eran mis calles. No había ido al Alcázar cuando me fuí de Sevilla y la Semana Santa para mí era una cosa de los católicos y rara, y la Feria, pues mira me tenía que emborrachar porque si no, no me entonaba. No era un sevillano prototipo y me tiraba mucho lo internacional, la vanguardia, Nueva York. Me fuí a París y Londres..., ese era mi mundo. Pero con el tiempo, cada vez me ha tirado más Sevilla, y he vuelto a la Semana Santa, y la veo fantástica, y la ciudad me gusta mucho, y yo he cambiado radicalmente. A la vejez me he reconciliado con Sevilla, debe ser el sentimentalismo.

¿Le gustaría tener casa en Sevilla?

Si, me gustaría tener una casita con azotea. Me pasé la vida en la casa de mis padres en la Florida en la azotea. La carrera de Derecho la pasé arriba, tomando el sol, apenas fui a clases y allí empecé a pintar las casitas que había a su alrededor y los claveles tan bonitos que tenía mi madre. Fui un joven mustio y la pintura me ha ayudado mucho, ha sido como un psicoanalista más.

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