El verdadero valor de las cosas, según Ignasi Aballí
El autor barcelonés expone por primera vez en el Reina Sofía y demuestra que el arte reside en los objetos más insignificantes
![«sin principio / sin final», de Ignasi Aballí, puede verse en el Reina Sofía hasta el 14 de marzo](https://s3.abcstatics.com/media/cultura/2015/10/27/ignasi-aballi-reina-sofia--620x349.jpg)
¿Se puede hacer arte con el polvo acumulado en el altillo durante diez años? ¿Se puede armar un collage con hojas secas sin que parezca un regalo para el día de la madre? Parece ser que sí. Y en eso consiste parte de la obra de Ignasi Aballí (Barcelona, 1948), que a partir del 28 de octubre expone en el Reina Sofía sus creaciones más representativas de los últimos años mezcladas con algunas que ya son imprescindibles y otras que no habían visto la luz todavía.
Hay algo en las obras de Ignasi Aballí por las que el espectador se queda pensando: «¿Cómo no se me ocurrió a mí antes? Yo también podría haberlo hecho». Ante esa contrariedad uno puede reaccionar de dos maneras: pensar que el autor es un impostor y que cualquiera en su lugar podría hacer algo parecido; o convencerse de que Ignasi Aballí tiene una mirada diferente a la mayoría. Ahí reside la dificultad de su arte: convertir aquello que no tiene valor en algo valioso sin caer en el reciclaje por el reciclaje. Cosa que además está muy vista.
Esta destreza aparece en algunas obras de su juventud como «Hojas» (1979) y «Oro, latón, plata y aluminio» (1989), donde ya muestra cierto interés por jugar con las apariencias y los objetos cotidianos. En «Hojas», Ignasi Aballí crea un collage con restos de vegetación y en «Oro, latón, plata y aluminio» demuestra que a simple vista no hay tanta diferencia entre lo que vale un dineral (la plata) y lo que sirve para envolver bocadillos (el aluminio).
Desencuentro con la pintura
«Yo antes era pintor en un sentido más tradicional», explicaba ayer Aballí. «Ese desencuentro que tuve con la pintura me impulsó a tratarla desde otros puntos de vista y en seguida me interesó la relación entre la pintura y el lenguaje y el cómo nombramos las cosas. Empecé a plantearme esa disfunción entre lo que vemos y lo que leemos, entre lo que indica el texto y lo que vemos realmente con los ojos». En esa dirección apuntan algunas obras como «Papel moneda» (2009) o «Polvo».
La primera es una serie de ocho cuadros monocromáticos de 1,5 metros por 1,5 metros rellenos con las virutas de cientos de billetes de 5, 10, 20, 50, 100, 200 y 500 euros. Con ese material (de vez en cuando los bancos trituran billetes) Ignasi Aballí ha conseguido siete cuadros de color gris, rosa, azul, naranja, verde, amarillo y morado. El octavo y último diseño tiene un tono grisáceo por la mezcla de todos los billetes anteriores.
El valor de las cosas
«Este trabajo surge a partir de la incorporación de materiales cotidianos y cuestionar su valor. Es decir, cómo un material que había perdido su valor, porque el dinero triturado no vale nada, se revaloriza cuando lo incorporas a la obra», explica Aballí. «De cosas que ya no tenían valor, como el polvo, que es un material que rechazamos y limpiamos en casa, volverlo a poner en primer plano y plantearlo como un material válido es cuestionar el valor de muchas cosas que normalmente no se lo concedemos». En «Polvo», Aballí hace de las pelusas acumuladas en su estudio una obra que nadie asociaría con una década de ausencia de higiene.
«Ignasi como artista prefiere no hacer aquello que esperamos de un artista», resume Joao Fernandes , comisario de la exposición. «Él puede hacer pintura sin pintar, puede hacer textos sin escribir... Él siempre está desmintiendo nuestra expectación y haciendo que las cosas invisibles de todos los días parezcan las cosas más extraordinarias».
Valdría como ejemplo de esta afirmación la obra «Mapamundi 2010» (2011), una de sus piezas más voluminosas y reconocibles de toda la exposición. En esa propuesta, Ignasi Aballí coloca en orden alfabético el nombre de los países del globo que ha ido recortando en distintos periódicos hasta formar un collage inmenso. Un «trabajo de chinos» con el que reivindicar la celulosa.