La última (estatua) de Madrid

Homenaje a los héroes de Baler junto al monumento creado por el escultor Salvador Amaya y recientemente erigido en la capital de España

Estatua «héroes de Baler», dedicada a Los Últimos de Filipinas Darío Madrid

Juan Carlos Delgado

Una nueva estatua se erige en Madrid a los 121 años de la gesta que conmemora: la acaecida durante 337 días en el pueblo de Baler. En Filipinas. Donde se alzaba (y se alza aún hoy en día) una iglesia en la que 60 soldados resistieron contra casi un millar de adversarios . La última noticia que habían podido certificar fue la derrota de la armada española en Cavite contras las poderosas fuerzas norteamericanas del comodoro George Dewey. Y, presentando batalla, acabaron retirándose a una posición donde acabarían protagonizando un sitio memorable. Fueron, los últimos de Filipinas.

Desde esta semana, en la madrileña calle de Alberto Aguilera a la altura de Valle Suchil, en los Jardines del Almirante Cervera, se alza sobre un granítico y espectacular pedestal, la representación de ese momento de nuestra Historia, en la figura del teniente Saturnino Martín Cerezo. Aquél que se sostuvo tras la pared que le derribaron, no cediendo a los desfallecimientos del cansancio, como él mismo narrara en un libro donde publicara sus notas sobre el sitio. El último oficial al mando de unos soldados que, tras su sufrimiento, al menos fueron reconocidos y laureados por la patria, con medallas pensionadas hasta para el último soldado raso.

En el homenaje participaron recreacionistas con uniforme de época Darío Madrid

Ahora, tras la iniciativa de dos artistas que están haciendo una labor memorable en aras de recuperar visualmente la historia militar española, es una realidad que vecinos de Chamberí (donde queda situada gracias al empeño del anterior concejal de distrito del PP, don Pedro Corral, especialmente), de todo Madrid, y de toda España, pueden ya admirar. El escultor Salvador Amaya, autor también de la estatua a Blas de Lezo, y el pintor de batallas Augusto Ferrer – Dalmau , han sido quienes promovieron y quisieron hacer relidad esta idea. Y gracias a la Fundación Museo del Ejército y, sobre todo, a una campaña de micro mecenazgo donde el pueblo de Madrid, como en otras ocasiones, ha puesto desinteresadamente el dinero necesario para su realización. Ni un euro de las arcas públicas, pues, ha supuesto la erección de este monumento.

R.D.

Este sábado, el pueblo de Madrid se renió de manera casi espontanea tras la inauguración oficial por parte de las autoridades, junto con descendientes directos de aquellos héroes, para hacer suyo este monumento. Y así, con la presencia del escultor, el divulgador histórico Javier Santamarta del Pozo, actuó como maestro de ceremonia, dedicando unas palabras de reconocimiento a los artistas, así como subrayando que estábamos ante una gesta española y, por tanto, de todos.

Javier Santamarta, durante el homenaje Darío Madrid

Al margen de ideologías y de complejos ante la corrección política. Los sones de la habanera “Yo te diré” en lavoz de Fernando Nuño , tan popular y conocida tras las películas que se hicieron sobre este hecho de armas, fue el prólogo en una mañana lluviosa que no impidió que centenares de asistentes acudieran al sencillo y emotivo acto. Algunos, desde otras regiones de España. Miguel Ángel López de la Asunción, que ha dedicado varios años al estudio del mito y la realidad de Baler, puso en contexto histórico aquél acontecimiento. La doctora María Fidalgo Casares, asesora de Ferrer – Dalmau y miembro de la Academia de Historia de Andalucía , dio una interesante semblanza artística de lo que ha supuesto la creación desde la nada, del monumeto.

Tras estas alocuciones, se nombraron uno a uno todos los nombres de aquellos valientes , sin distinción de rango o empleo. Se recitó el himno a los caídos, y el cantante lírico Carlos London entonó “La muerte no es el final”, mientras que dos descendientes directos colocaban un centro de flores con los colores nacionales en la base del pedestal. Para finalizar, no había mejor homenaje que recordar las palabras, precisamente, de quienes siendo enemigos, fueron los primeros en reconocer que aquellos hombres merecían más que honores o medallas. Merecían el máximo de los respetos:

«Habiéndose hecho acreedoras á la admiración del mundo las fuerzas españolas que guarnecían el destacamento de Baler , por el valor, constancia y heroísmo con aquel puñado de hombres aislados y sin esperanzas de auxilio alguno, ha defendido su Bandera por espacio de un año, realizando una epopeya tan gloriosa y tan propia del legendario valor de los hijos del Cid y de Pelayo ; rindiendo culto a las virtudes militares, é interpretando los sentimientos del Ejército de esta República, que bizarramente les ha combatido”, les permitiría, finalmente, salir enarbolando la bandera, regresando a su anhelada patria. Un siglo más tarde, esta misma patria salda una cuenta pendiente a los últimos de Filipinas con esta última estatua en la capital de España .

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