Theo Jansen «Veo molinos, pero también gigantes»

El artista holandés exhibe en la Fundación Telefónica trece «fósiles» de su colección de «bestias de playa», impulsadas por el viento

THEO JANSEN, JUNTO A SU OBRA WORD PRESS

JESÚS LILLO

Vienen sucias, con restos de arena, y mutiladas. «Todas están muertas», certifica Theo Jansen, un hombre que abandonó sus estudios de Física para interesarse por unas teorías evolutivas a partir de las cuales ha creado un mundo en el que habitan criaturas sintéticas como el Animaris Ordis. Fabricadas con tubos de plástico y articuladas a través de un cigüeñal que transmite la energía eólica que mueve sus velas y activa su organismo, los animales de Jansen viven y mueren en la playa, donde cada verano esperan la llegada del viento que les da vida. «Empiezo a construirlos en octubre, y a lo largo del invierno trabajo en el taller. En primavera los llevo a la playa y en verano me dedico a observarlos y a hacer experimentos con ellos, en contacto con la arena y el agua. Cuando llega el otoño los declaro extinguidos», comenta Jansen mientras pasea por el museo de historia natural plastificada en el que ha transformado la tercera planta de la Fundación Telefónica.

Para contemplarlos al natural, habrá que esperar a la siguiente generación , prevista para la próxima primavera. «En todo proceso evolutivo hay vida nueva, y también muerte. Las bestias que he traído a Madrid ya han dejado de existir, pero, como en “Parque Jurásico”, les puedo dar vida artificial durante unos minutos, llenar de aire su estómago eólico –dice el artista holandés en referencia a las botellas de plástico que recorren la columna vertebral de sus ejemplares– y dejar que caminen unos metros».

La vida y la muerte

El ciclo de la vida y la muerte , común a todas las civilizaciones, es el argumento de la obra de Jansen, que abarca ya casi un cuarto de siglo. «La fuente de energía de estas bestias es el viento, pero también su enemigo, porque las termina destruyendo y matando. En veinticinco años de evolución he desarrollado formas capaces de sobrevivir a las tormentas, como un ejemplar que puede anclarse en la arena de la playa con un perno y resistir un vendaval, pero su final es la extinción». ¿Las acompaña cuando mueren? «No me gusta verlas desaparecer en la playa, pero es parte del proceso. A lo largo del verano, me canso de repararlas y las dejo partir. Prefiero que se vayan y esperar al otoño para empezar algo nuevo, lleno de esperanza», señala el artista holandés.

En la producción de Jansen no hay reciclaje material, sino mental. «En verano, mientras hago mis experimentos, aprendo mucho sobre los tubos y la supervivencia en la playa para perfeccionar la próxima generación de mis bestias. Debo confesar que mis planes generalmente no terminan como los había pensado, porque las restricciones de estas tuberías, que protestan y me empujan a ir en otra dirección, me obligan a cambiar constantemente los proyectos. La evolución es muy caprichosa y difícil de predecir , y las ideas de los tubos suelen ser mejores que las mías. Al final del proceso, me sorprendo de la belleza que han adquirido los animales, y no porque yo intente hacer bestias hermosas, sino porque los propios tubos me han llevado a otro lugar», reconoce el constructor.

Aunque Jansen trabaja con programas informáticos en su taller, confiesa su preocupación por la progresiva pérdida de las capacidades pretecnológicas en los niños del siglo XXI, pegados a una pantalla y ajenos a un trabajo manual que no solo constituye la esencia de la obra del artista holandés, sino una forma cultural, quizá primitiva, que las nuevas generaciones han sacrificado. «Creo que aún no somos conscientes de lo que está pasando en nuestra sociedad. Los niños se han hecho muy dependientes de los teléfonos y las tablets, tanto que dentro de unos años pueden tener la sensación de encontrarse perdidos. El trabajo manual es básico para la humanidad, pero prefiero imaginar que en un paisaje tecnológico, en el futuro, se necesitarán otras habilidades que no son precisamente las de la selva. Estoy convencido de que, si llegase a los 120 años, me sería difícil vivir en ese mundo que empiezo a ver a mi alrededor», añade Jansen, que conoce bien el paño de los mecanismos de la adaptación al medio y de la selección de las especies.

Arte y mecánica

El viento de su Holanda natal, representada por molinos de viento en la cultura popular, define la obra de un ingeniero que mezcla en su taller ingredientes artísticos y puramente mecánicos, como los que le llevaron a diseñar unas patas articuladas, pura informática, que luego pudo ver reflejadas en la fauna natural. Esos molinos de viento, inspiración de Jansen, también reflejan el equilibrio y el desequilibrio del Quijote ante unos gigantes que cada uno puede entender, según sus luces, de distinta manera. «Es muy pretencioso –concluye Jansen– pensar que puedo crear vida nueva. La idea es muy quijotesca, desde luego, pero, como la de Cervantes, mi obra está basada en la realidad y en la imaginación, a partes iguales, y me gusta ese equilibrio: luchar contra gigantes y hacerlo a partir de la realidad, con un estómago eólico, como el de mis bestias, y también un cerebro. Yo veo molinos, pero también gigantes. Hay que mantenerse en ese complejo equilibrio. No hay que creerlo todo, sino albergar dudas, seguir el camino de los sueño y de la imaginación».

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