El sueño de RCR: un «pedazo de cielo» para reinventar la arquitectura

Los arquitectos de Olot, ganadores del Pritzker de 2017, llevan a Venecia el proyecto de La Vila, centro de investigación y desarrollo instalado en La Garrotxa

Los arquitectos catalanes, junto a las comisarias de la exposición en el pabellón de la bienal GIUSSEPPE DALL'ARCHE
David Morán

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El sueño de Carme Pigem, Ramon Vilalta y Rafael Aranda ya estaba ahí, semioculto entre encinas y robles de la zona volcánica de La Garrotxa y salpicado por arroyos y riachuelos, por lo que lo único que necesitaban los socios de RCR Arquitectes era un empujoncito. Un acelerante que les permitiese llevar un poco más allá una manera de entender la arquitectura que prima la esencia por encima de la forma y el material y la idea antes que la funcionalidad. «El Pritzker nos aclaró dudas, pero el camino ya estaba trazado», explica Vilalta un año después de que los tres arquitectos de Olot (Gerona) se alzasen con el prestigioso galardón y empezasen a acercarse un poco más a ese sueño que cobra forma a pocos pasos de Sant Pere Despuig, un pueblo de apenas un centenar de habitantes ubicado en la Vall de Bianya.

«Los árboles nos dan una lección: para crecer muy altos han de estar muy bien enraizados»

Ramon Vilalta

Arquitecto de RCR

Es ahí, entre prados, pasturas, establos y antiguas construcciones del siglo XVIII, donde Pigem, Vilalta y Aranda han empezado a proyectar una suerte de centro de investigación en el que exprimir a conciencia una concepción de la arquitectura que, aseguran, escapa de lo estrictamente tangible y material. Es más: a la hora de referirse a la La Vila, nombre que le han dado a esa finca de 135 hectáreas, no hablan de proyecto ni de bocetos, sino que se muestran deliberadamente inconcretos. «No estamos hablando de construir un edificio, sino que hablamos de un pequeño territorio, un pedazo de cielo», apunta Vilalta. «Queremos estar ante hoja en blanco: siempre hemos creído que era el buen camino», añade Aranda.

Vista de uno de los edificios de La Vila ABC

Naturaleza y alma

Esta indefinición buscada será también uno de los ejes de «RCR. Sueño y naturaleza», exposición comisariada por Estel Ortega y Pati Núñez que puede verse en el pabellón catalán de la Bienal de Venecia, pero en realidad La Vila cuenta con unos cimientos sólidos y robustos. «Es un sitio que exuda alma –señala Vilalta–. Tiene la expresión de la naturaleza en su estado más puro y también la mano del hombre de una manera muy respetuosa. Eso lo convierte en un lugar inspirador». El flechazo, explica Vilalta, llegó hace más de quince años, cuando el estudio catalán ganó el Premio FAD de 2004 por la alberca que diseñó y creó para la masía de la finca. En julio de 2017, justo seis meses después de saber que recibirían el Pritzker, compraron los terrenos para dejar su propia huella en un espacio en el que, señala Aranda, ni el hombre ni la naturaleza «se han querido imponer». «La historia de los sitios no tiene final, tiene capas; nosotros nos imaginamos como una capa más», subraya Vilalta.

«Uno de los estudiantes que ha pasado por La Vila no había salido nunca de una ciudad. ¡Imagínate! No había pisado, ni olido, ni sentido un cielo como el que tenemos aquí…»

Rafael Aranda

Arquitecto de RCR

De momento, esa nueva capa se traduce en encontrar el equilibrio entre lo «tangible, lo intangible y también lo virtual». «Hay cosas que no tienen porqué ser construidas», constata Vilalta. Con todo, entre las ideas que manejan los arquitectos se encuentran desde la adecuación de los antiguos almacenes agrícolas para convertirlos en talleres y laboratorios y la nueva vida de los dos edificios centrales –la masía y Can Capsec, la antigua casa de los masoveros– a posibles (aunque es no quiere decir que tengan que acabar construyéndose) habitáculos insertados en la naturaleza respetando la orografía. Una planificación que, sin embargo, puede cambiar de rumbo a medida que RCR se vayan asentando en el espacio.

Recreación de uno de los espacios del complejo ABC

«De otra manera sería algo parecido a lo que hacemos siempre –explica Vilalta–: viene un cliente o un inversor que quiere algo muy concreto y cuando está construido se utiliza de esa manera. Nosotros no queremos llevar la contraria a esto, pero nos parece que no es la raíz de algo que queremos que sea creativo. Tiene que estar en proceso continuo de evolución y cambio». Su intención, de hecho, es dar forma a un espacio en el que experimentar la arquitectura y la naturaleza y relacionarse con el entorno a partir del contacto con el agua, la tierra, la madera y el bosque. «Uno de los estudiantes que ha pasado por La Vila no había salido nunca de una ciudad –ilustra Aranda–. ¡Imagínate! No había pisado, ni olido, ni sentido un cielo como el que tenemos aquí… ». Y es que, tal como señala Vilalta, todo pasa por fijarse en la naturaleza y aprender de ella. «Los árboles nos dan una lección: para crecer muy altos han de estar muy bien enraizados, y como nosotros entendemos que somos naturaleza, todas estas lecciones nos enriquecen mucho. La naturaleza es un libro abierto», asegura.

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