«Sabartés por Picasso por Sabartés», un archivo inédito para redescubrir al genio cubista

El Museo Picasso de Barcelona explora la relación entre el artista y su amigo y secretario y con los editores Gustavo Gili

Picasso y Sabartés, fotografiados ne 1954 © Sucesión Pablo Picasso, VEGAP, Madrid 2018 : Photo Edward Quinn © edwardquinn.com

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Ahora que se avecina empacho picassiano y las exposiciones dedicadas al artista malagueño se cuentan por decenas, el Museo Picasso de Barcelona ha encontrado la manera de seguir sacándole punta al genio cubista sin caer en la redundancia. Esto es: hurgando en sus propios archivos y acercándose al artista a partir de su relación con los editores Gustavo Gili y, sobre todo, con Jaume Sabartés. Un juego a tres bandas que, pese a presentarse como dos exposiciones independientes, plantea un único relato con el que Picasso cobra vida a partir de la mirada externa. «Pueden parecer exposiciones de laboratorio, pero lo que buscan es dar vida a una amistad y a una colaboración», subraya el director del museo barcelonés, Emmanuel Guigon.

Especialmente significativa es, en este sentido, la muestra «Sabartés por Picasso por Sabartés», retrospectiva que expone por primera vez el archivo de quien fuera secretario, confidente y amigo de Picasso. En el menú, fotografías, litografías, retratos y, sobre todo, cartas. Muchas cartas. Un amplísimo surtido de correspondencia que ha permanecido bajo llave hasta este mismo año, coincidiendo con el 50 aniversario de la muerte de Sabartés, y que reconstruye entre renglones multicolor, telegramas y recortes de prensa una relación de largo recorrido y formato cambiante. «Sabartés fue amigo, secretario personal y admirador y difusor de la obra de Picasso», destaca Margarida Cortadella, comisaria de una muestra que reconstruye «la historia de una amistad» al tiempo que intenta derribar algunos tópicos. ¿El más extendido? «Que Sabartés era una especie de esclavo maltratado», señala Cortadella. «Lo que nos muestran las cartas es una relación entre iguales, entre gente que se respetaba», añade.

De Barcelona a París

No en vano, Picasso y Sabartés, nacidos ambos en 1881, estrecharon lazos tras conocerse en Barcelona en 1899 y apuntalaron esa amistad forjada en la Llotja y los Quatre Gats a través de un vínculo epistolar que ni siquiera el teléfono fue capaz de destronar. Tanto es así que algunas de las cartas que intercambiaron en los años 30, cuando ambos vivían en París, ni siquiera necesitaron sello: a Picasso le bastaba con deslizarlas por debajo de la puerta de su amigo

Una de las cartas de Picasso a Sabartés © Sucesión Pablo Picasso, VEGAP, Madrid 2018

Así, con ese intercambio de palabras como eje central, la muestra toma impulso en los primeros retratos que Picasso hizo de Sabartés en 1901 para ahondar en los cimientos de una amistad ligada a escritos de Mon cher Jaumet , como le llamaba Picasso; cuadros tan célebres como «Jaume Sabartés con gorguera y sombrero» ; incontables cartas y postales fechadas entre 1905 y 1967; y humorísticas representaciones de Sabartés compartiendo página con las pin-up girls de la revista «Ciné-Révélation».

El objetivo, asegura Cortadella, es «reivindicar a Sabartés por sí mismo» y trascender los límite de un archivo inédito en el que abundan los textos sobre asuntos económicos, menciones a cheques adjuntos, anuncios de visitas ilustres -«el escritor catalán Josep Pla, que debes conocer, al menos de oídos, irá a Cannes una día de la semana próxima con ánimos de verte», le informa en 1958- y guiños a la importancia capital que adquirió Sabartés cuando Picasso se instaló en el sur de Francia y él se convirtió en su nexo con París y también con Barcelona, ciudad en la que pilotó a principios de los sesenta la inauguración en del que sería el primer museo Picasso.

Pasión bibliófila

La segunda exposición, dedicada a la relación de Picasso con dos generaciones de editores del sello Gustavo Gili , cuyo fondo recibió el museo en 2014, permite ahondar en la pulsión bibliófila del artista a través de los aguafuertes de la primera «Tauromaquia» de 1929; los grabados de finales de los sesenta para «El entierro del Conde Orgaz»; y las aguatintas al azúcar de «La Tauromaquia o Arte de Torear», de 1957.

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