Retrato post mortem de El Hortelano
La pintora y fotógrafa Ouka Leele escribe esta emotiva carta a su gran amigo y expareja sentimental, horas después de su muerte, a causa de un cáncer de pulmón, a los 62 años
Mi muy querido Pepe, «Pepito Maravillas» , como te bautizaron Javier Díez y Marisa. Maravillas y, «uf, qué pasote», mirando las estrellas, alucinando con un saltamontes trepando por una brizna de hierba. Enanitos de los bosques que te sonreían desde el jardín mientras pintabas. Porque para ti vivir ya era el máximo pasote. Cuánta poesía y cuánta risa , cuánta vida apurada hasta lo imposible, cuánta vida querido amigo... Eras El Hortelano que tenía un huerto donde plantaba flores de los recónditos universos y nos las regalaba a cada uno de tus intensos amigos. Cuánto amor .
Esas cejas triangulares, negras como patas de hormigas, más pobladas que toda la selva amazónica, sujetaban las originales ideas que regalabas, que brotaban incesantes de ese cerebrito tuyo tan sagrado. Esas cejas que tanto he dibujado porque me hacían fácil retratarte y que salieras tú con solo esbozarlas.
Nos conocimos en aquella casa del Paseo Imperial donde yo iba a escuchar discos con Ceesepe , los dos callados y casi niños, y más tímidos que nadie, recién estrenada la adolescencia. Apareciste en el pasillo esperando divertido ese día que yo llevaba la foto de una rana y tú parecías una rana encantada o un bebé a punto de nacer, siempre naciendo hasta el último día que has nacido mariposa en el disco de Luis Auserón , tu último trabajo para un amigo. Desnudo, siempre desnudo para dar tu vida a los amigos. Era verte, y tú desnudarte, regalando tu cuerpo.
Muy pronto supimos que teníamos una familia indestructible , esta de ser tantos amigos, y nos hicimos hermanos para siempre. En aquella casa también conocí a Alberto García-Alix . Aquella casa que auguraba imperial nuestro paseo por la vida nos unió. La utopía nos dio la mano y le dimos la bienvenida. Nos pusimos a jugar como niños con el arte que era el único, el verdadero juego; nuestra pasión que, muy seria, nos hacía reír y sufrir para dar luz al mundo.
Siempre has hablado de todo con tanta libertad que se convertían las palabras en amor, fueran las que fueran. Como sabio, tus amistades son para siempre e irrompibles, y tus novias las conviertes en eternas amigas . Porque el amor, si no es eterno, no es verdad. Gracias por haberme escogido como hermana en esta familia que somos tus amigos. Una familia que ahora habitas. Tú no estarás nunca en una tumba porque ardes incandescente en cada corazón de tu familia, a la que con tu muerte unes más.
«Aprovecha la vida, Bárbara, ahora que yo ya la pierdo» . Ten por seguro, Pepito, que no te voy a defraudar . Tengo grabada en el alma aquella tarde en la que yo no quería salir de la cama argumentando una gripe casi terminada. Me insististe tanto, me decías: «Levántate, ven al Retiro, que llueve y hay niebla y no hay nadie. Ven, paseemos bajo la lluvia, te espero». Me levanté temerosa por la lluvia y el frío y la posible recaída para ir al Retiro y allí estaba El Hortelano de las estrellas esperándome sonriente. Paseamos dentro de la belleza. Al volver a mi casa ya no había ni rastro de la gripe.
Por eso yo te digo ahora también a ti: ¡ Levántate y anda y vuela querido mío! Estabas tan etéreo y delgado, tan bello y espiritual el día de mi cumpleaños este verano. ¡Qué bello amigo eres! Fue la fiesta más bonita porque en el fondo todos celebrábamos secretamente tu vida escondida en nuestras sonrisas. El mejor regalo que has hecho siempre hemos sido nosotros mismos, nos regalaste. Regalar amigos es un tesoro de incalculable valor. Siempre que nos juntemos estarás con nosotros y oiremos el magüariluta salpicados por tu saliva. Canta a todos los aborígenes de ese universo fuera del espacio y el tiempo por el que ahora viajas, tu magüariluta, para que partidos de risa te nombren jefe de la tribu más divertida.
Si yo decorara tu féretro lo llenaría de catalejos, salacots, mapas de galaxias, redecillas antimosquitos, chaquetas exploradoras de mil bolsillos y unas botas de la Armada Invencible. Eso sí, todo bien marcado con tres rayitas de típex blanco. Y fotos y postales de leones africanos, lagunas finlandesas y guapas enfermeras... Qué pasote tío, qué pasote es la vida y sentir de verdad el Padre Nuestro. Que estés pronto con Él, acompañado por ese hombre con cara de cruz que te miraba con tanto amor hace unos días.
Ve de su mano amor, no te sueltes .
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