El Prado y Patrimonio Nacional sellan la paz

El acuerdo firmado, gracias al cual cuatro obras maestras del Bosco, Van der Weyden y Tintoretto se mantienen definitivamente en el museo, pone fin a una agria disputa entre ambas instituciones

José Pedro Pérez-Llorca y Alfredo Pérez de Armiñán, tras la firma del acuerdo ABC

NATIVIDAD PULIDO

Bien está lo que bien acaba . Va a llevar razón Azaña cuando sentenció que «el Museo del Prado es lo más importante para España, más que la Monarquía y la República juntas». En esta guerra no hay vencedores ni vencidos. Ganamos todos . No tenía sentido ver a dos de las más señeras instituciones culturales del Estado en un enconado debate a causa de cuatro obras maestras que son de todos los españoles («El Jardín de las Delicias» y la «Mesa de los Pecados Capitales», ambos del Bosco; «El Descendimiento», de Van der Weyden, y «El Lavatorio», de Tintoretto), mientras el Ministerio de Cultura era incapaz de poner orden en casa y solventar un problema que se ha alargado demasiado tiempo.

«El Lavatorio», de Tintoretto. Detalle- MUSEO DEL PRADO

El secretario de Estado de Cultura, José María Lassalle, valoraba así el acuerdo para ABC: «Estamos realmente satisfechos de haber dado estabilidad y una solución mejor a la que existía antes de este problema. Todos nos reconocemos en la decisión. Así que podemos estar de enhorabuena. Es fundamental que el Prado y el Museo de las Colecciones Reales, por tanto Patrimonio Nacional, sean capaces de encontrar una fórmula de colaboración y de trabajo que ponga en evidencia lo que ambas son: la colección real transformada en colección de todos los españoles».

El Decreto de 1943, sin derogar

Pero, para entender esta historia, debemos remontarnos a los años 30. Desde entonces las cuatro obras maestras forman parte ya de la identidad del Prado. En 1936 tres de ellas llegaron al museo por orden de la Junta de Incautación, Protección y Conservación del Tesoro Artístico. Tres años antes, el 14 de enero del 33, había ingresado en la pinacoteca «El Jardín de las Delicias», por expreso deseo de Azaña. Tras el «exilio» forzoso a causa de la guerra, en 1943 la presidencia del Gobierno firmó un Decreto por el cual se resolvía la naturaleza jurídica de las cuatro obras: quedaban en depósito temporal, pero indefinido –necesario, no voluntario– en el Prado. El Decreto nunca fue derogado y, por tanto, seguía en vigor.

El Prado envió informes al Gobierno en los que expresaba su temor a un expolio, un desguace, una desamortización

Con la aprobación de la Ley de 1982 y el Real Decreto de 1987 que regulan el ente público Patrimonio Nacional, quedó establecido un trámite burocrático: el depósito de las cuatro obras citadas en el Prado debía renovarse cada dos años. Y así fue hasta febrero de 2012. Pero, con la llegada de Rodríguez-Spiteri al frente de Patrimonio Nacional, la cosa cambió, utililizando este asunto como arma arrojadiza contra el Prado, negando a éste préstamos para exposiciones: dejó descabezada la muestra de Bernini y no permitió que «El Calvario», de Van der Weyden, restaurado en los talleres del Prado, prolongara su estancia en el museo un mes más.

Avalado por hasta cuatro dictámenes jurídicos, el Prado había enviado informes al Gobierno en los que hablaba de desmantelamiento, desamortización, desguace, expolio, atentando contra el museo, desgarro de sus colecciones... Se lamentaban de que «sería desvestir a un santo (el Prado) para vestir a otro (el Museo de las Colecciones Reales)», se produciría una avalancha de reclamaciones, se abriría una puerta giratoria que facilitaría la salida de obras en todas las instituciones del país, empezando por el Reina Sofía y su «Guernica». Afortunadamente, la sangre no llegó al río.

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