El patrimonio cultural se blinda al coronavirus
La UME y un grupo de restauradores realizan trabajos de desinfección en la Biblioteca Nacional y el Museo Arqueológico Nacional
Los visitantes que pasaban esta mañana ante la Biblioteca Nacional , en el madrileño Paseo de Recoletos, no entendían qué estaba ocurriendo. ¿Ha habido un ataque terrorista ? ¿Están rodando una película de ciencia ficción ? Ante la incrédula mirada de Alfonso X el Sabio, San Isidoro, Nebrija, Luis Vives, Lope de Vega y Cervantes (estatuas que engalanan la escalinata en la fachada de la Biblioteca Nacional), se había instalado en el exterior una especie de hospital de campaña. Acaba de llegar una tanqueta y, por todos lados, vemos a personal de la Unidad Militar de Emergencias (UME) , especialistas enfundados en trajes de buzo, restauradores...
Pese a lo espectacular de la escena, y para tranquilidad de todos, se trataba tan sólo de una acción de prevención y adiestramiento en el perímetro exterior del Palacio de Recoletos (cuyo espacio comparten la Biblioteca Nacional y el Museo Arqueológico Nacional ), que incluía el Paseo de Recoletos y las calles Serrano, Villanueva y Jorge Juan. Un ejercicio conjunto del Ministerio de Cultura y la UME para comprobar los procedimientos y la metodología que deben aplicarse en la desinfección y protección del patrimonio cultural , que llevaron a cabo una veintena de militares del grupo de intervención en emergencias tecnológicas y medioambientales de la UME y un puñado de restauradores del Museo Arqueológico Nacional, la Biblioteca Nacional y el Instituto del Patrimonio Cultural de España (IPCE) , que ha elaborado la guía de protocolos a seguir. Los trabajos se centraron en el perímetro exterior y en los espacios de acceso a ambas instituciones.
El comandante Aurelio Soto , jefe de la Oficina de Comunicación Pública de la UME, explica a ABC el material empleado: «Por un lado, hay autobombas de presión regulable , que proveen la presión necesaria para actuar sobre el zócalo y las vallas. Luego están las mochilas nebulizadoras para puntos más concretos». No se emplean lejías, que son muy corrosivas y pueden dañar el patrimonio. La limpieza se realiza con una mezcla de agua y jabón neutro (Polisorbato 20) al 0,5%, y se emplea a través de una autobomba provista de una lanza de presión regulable. En cuanto a las mochilas de nebulización, se aplicaron sobre una franja del arranque del zócalo de granito de la valla perimetral, y en las rejas de ambas puertas, con una disolución de agua destilada y etanol al 70% . «Ya estaba planificada la acción preventiva, pero desde las ocho de la mañana hemos estado sobre el terreno repasando las normas, peligros, riesgos... Está todo en una guía y lo que hacemos es ponerlo en práctica», dice Soto.
Arsenio Sánchez , restaurador de la Biblioteca Nacional, comenta que se trata de «un ejercicio en un escenario real dentro del plan de gestión de emergencias en patrimonio cultural, que empezó hace ya cinco años. Hasta ahora sólo eran maniobras. Ahora, en el estado de alarma , se daban las circunstancias de una intervención real. Era una oportunidad de oro». La semana pasada, explica, «hicimos pruebas para ver cómo funcionan los productos de desinfección: tienen que ser neutros, que no generen daños a la piedra, al metal... Se ha visto que lo mejor es una limpieza superficial para eliminar el polvo, la posible grasa, excrementos de animales, etc. y, una vez que estuviera limpio, actuar con etanol al 70%. El tiempo de evaporación del alcohol es suficiente como para destruir la posible carga vírica que pudiera haber. En el caso de los museos el riesgo no es muy alto porque no hay contacto directo con los objetos. Nadie toca “Las Meninas”. Pero en las bibliotecas sí es importante establecer unos protocolos muy claros. Por un lado, mantener las distancias entre trabajadores y usuarios. Y cuando los objetos hayan sido manipulados por un usuario, quedan confinados durante 14 días ». Ni códices ni momias se someterán a cuarentena o desinfección alguna.