Necrológica de Ana Vázquez de Parga

Pasión por la modernidad española

Galerista, y comisaria de exposiciones, fue una gran especialista en figuras centrales de nuestras vanguardias, como Ángel Ferrant u Óscar Domínguez

Juan Manuel Bonet

EN su Madrid natal ha fallecido, a los 82 años, Ana Vázquez de Parga, figura secreta pero fundamental de nuestra escena artística. Formada en el Colegio Estudio y en la Complutense, la cultura moderna la rodeó desde niña, en su condición de hija del inolvidable matrimonio formado por el historiador Luis Vázquez de Parga y la archivera Consuelo Gutiérrez del Arroyo. Para muchos, empezando por las cuatro hijas (Consuelo, Margarita, Marietta, y Ana) y el único hijo (Luis) del matrimonio, el chalet de los Vázquez de Parga en Jarama, en el Viso, tapizado de libros, cuadros, fotografías y esculturas (entre otras, de Ángel Ferrant), fue un espacio de libertad y modernidad en el gris Madrid de la posguerra.

Casada con el pintor Joaquín Pacheco, con el que tuvo a su única hija, Sara, durante parte de los años sesenta y setenta residieron en París, en un ático en la rue des Écoles. Ahí ella trabajó en la pionera agencia de publicidad de Robert Delpire. José Bergamín, deslumbrado por su belleza, le dedicó entonces una de las secciones (‘Ana’) de su poemario ‘La claridad desierta’ (1973).

Regresada a Madrid, dirigió sucesivamente las galerías Biosca, Ponce, y Ruiz-Castillo, y trató a Maruja Mallo, Caneja, Álvaro Delgado o Cristino de Vera, del último de los cuales comisariaría la retrospectiva de 1994 en el MEAC.

Experta en nuestras vanguardias históricas se ocupó activamente de la obra de un habitual de Jarama, el citado Ferrant, tirando en bronce algunos de sus relieves y comisariando su retrospectiva de 1983 en el Palacio de Cristal.

Todavía más importante fue su labor en pro de Óscar Domínguez, al que había expuesto en Biosca en 1973 gracias a la colaboración de Maud y Eduardo Westerdahl.

En estrecho contacto con la primera, que en el París de los cuarenta había sido la compañera del pintor surrealista, contribuyó decisivamente a la ordenación de su obra, tarea ardua, dada la abundancia de falsos.

En 1996 comisarió su retrospectiva en el Reina Sofía. Siempre en clave dominguezca, participó en los trabajos previos a la inauguración del TEA tinerfeño, cuando todavía se llamaba IODACC, correspondiendo la O y la D a las iniciales del ‘Drago de Canarias’.

En orden más disperso, mencionar la colectiva ‘Naturalezas españolas’ que en 1987 comisarió con Calvo Serraller para el Reina Sofía; la de 1990 para el CAAM sobre el simbolismo europeo; ‘Istmos’, en 1995, para Caja Madrid; la de 1991 sobre los cincuenta, para la Comunidad de Madrid; retrospectivas de Frida Kahlo, Pancho Cossío, Baltasar Lobo o Antonio Saura; o su contribución («El arte no se aprende, se aprehende») al catálogo de la muestra que sobre Estudio organizó la Residencia de Estudiantes (2009).

El fallecimiento, en 2016, de su segundo marido, el arquitecto José Antonio López Candeira, marcaría para ella el inicio de una retirada total del mundo del arte.

JUAN MANUEL BONET

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