El Museo del Prado, reflejo del mejor consenso en España
La pinacoteca afronta su última ampliación y vuelve a ser ejemplo de ambición y excelencia
En sus casi doscientos años de historia, que cumplirá en 2019, el Museo del Prado se ha convertido en la más importante de nuestras instituciones culturales. Con el proyecto de Norman Foster para ampliar la pinacoteca en el Salón de Reinos , se cierra una fase histórica de extensión y mejora iniciada con el proyecto de Moneo, un milagro que se hizo posible por el consenso y el esfuerzo en un país en el que la política se ha crispado a menudo. El Campus del Prado es un lugar único que guarda, en poderosas imágenes , la conciencia de un gran esplendor.
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El Museo del Prado siempre será más grande que su colección , que su sede. Mayor que el modo en que queramos definirlo. Los muros de nuestra primera pinacoteca concentran tanta historia y las obras de arte que contiene han cambiado la vida de tantas personas -desde visitantes anónimos a artistas de renombre mundial durante siglos-, que su verdadera dimensión resulta difícil de abarcar. Así visto, podría parecer paradójico tratar de ampliarlo. Sin embargo, el Prado es grande y se hace más grande cada vez.
El jueves pasado, el Real Patronato conoció el proyecto ganador de la última ampliación del Prado , la que cierra el proyecto que nació en 1994 y que ha convertido la institución en un verdadero campus de la excelencia, con los edificios de Villanueva, el de Moneo, el Casón del Buen Retiro y ahora, el Salón de Reinos . Estos dos son los últimos vestigios del palacio de Felipe IV, el Rey velazqueño. El jueves se supo que Norman Foster y Carlos Rubio Carvajal serán los arquitectos encargados de realizar la ampliación en el antiguo Salón en el que el Monarca recibía a los embajadores y donde lucían en su esplendor la Corona y sus 24 reinos.
En la mañana del viernes, pude compartir con el historiador John Elliott, miembro del Patronato , el entusiasmo por el proyecto elegido. Mientras hojeaba en el Ritz un ejemplar de ABC, comentaba la oportunidad que supone para mejorar la precaria conciencia que tenemos de la importancia que España tuvo para el mundo durante siglos. Elliott, junto con Jonathan Brown, puso sobre la mesa la idea de recuperar el Salón en su libro «Un palacio para el Rey» (Taurus). El respeto de Foster a esa idea ha impuesto cierta lógica, según confiesa el historiador.
Arbós y Chueca
Las ampliaciones del Prado comenzaron cuando Fernando Arbós, en 1914, proyecta añadir a espaldas del edificio Villanueva dos crujías paralelas a la galería principal, uniendo el ábside con los extremos. Los patios rectangulares que dejaban esas dos crujías fueron empleados por Fernando Chueca y Lorente Junquera en su ampliación de 1952.
Quedaba ya claro que el desarrollo natural del Prado debía ser por la fachada oriental para preservar la que da al Paseo del Prado . Pero aquellas lecciones tardaron en resultar tan evidentes y el propio Chueca, que fue quien primero soñó con un edificio de ampliación en la zona de los Jerónimos, también quiso construir otro frente a la Puerta de Velázquez o junto a la Puerta de Goya para realizar una plaza elevada. En 1994, la política española vive uno de esos momentos de crispación y corrupción en grandes dosis que tanto hartazgo producen en los ciudadanos. Las instituciones culturales pagaban con destituciones y crisis los cambios de humor y de color de la administración.
Pero justo entonces Miguel Ángel Cortés y Carmen Alborch se reúnen en una cafetería «Vips» una tarde de septiembre para llegar a la conclusión de que era necesario un acuerdo que salvara a las grandes instituciones culturales de las pendencias políticas. Su acuerdo estaba pensado para el Museo Reina Sofía, pero se puso en marcha para el Prado. Y permitió convocar el concurso de ampliación, a finales de 1994.
Pero nada habría sido posible sin la sociedad civil. Para entenderlo, nada mejor que las palabras de Elliott a ABC en el Ritz el viernes. Habla un historiador que tutea a los nobles y reyes del siglo XVII y que asiste con una perspectiva profunda a los acontecimientos de nuestra historia reciente: «La dimensión europea (y cabe decir también global) de la iconografía del Salón de Reinos es un ejemplo de la vocación europea y mundial de España, pero quisiera hacer resaltar también otra lección incluso más importante para hoy: que van y vienen las guerras, y vienen y pasan los reyes y los hombres de Estado, pero lo que sobrevive a largo plazo son las artes . Es por esto que tiene tanta importancia el mecenazgo privado y del Estado en el mundo actual, y la dedicación de suficientes recursos para la conservación de sus antiguos monumentos y obras de arte como también para el estímulo del arte contemporáneo -lo que hizo Felipe IV con Velázquez y los otros artistas encargados con la decoracion del Palacio del Buen Retiro-. Confío en la generosidad pública y privada para la realización del magnífico proyecto de Norman Foster para la resurrección de aquella joya de Madrid y de la España del siglo XVII, el Salón de Reinos».