Juan Gómez-Jurado-Diario de una epidemia
Día 58: El ridículo
Huir, no nos dejan. Protestar, tampoco. No quedan respuestas. El español de bien, el que sólo se preocupa de levantar la persiana cada mañana, ni eso puede ya
Una población desencantada y encerrada, progresivamente empobrecida -cuando no muerta-, unos políticos rastreros, ruines, cortoplacistas y, en general, gentuza. Y un mensaje radical que acaba materializándose en ese refrán que mi madre repetía una y otra vez: “A río revuelto, ganancia de pescadores”. ¿Qué hacer cuando solo hay camarillas, guerrillas, milicias, abusos, atropellos, arbitrariedades? ¿Qué hacer cuando solo hay crítica, censura, amonestación, reconvención, queja, regañinas en cada uno de los lados? ¿Cómo no ahogarse cuando solo respiras amargura interesada, aversión dirigida, enemistad, rencor, tirria, animosidad, antipatía, manía enfurruñada, ojeriza, odio, rabia, asco, gato elevado a la enésima potencia? ¿Qué hacer cuando te despiertas en una comunidad autónoma cuya presidenta posa por Murillo? ¿Qué hacer cuando el presidente de tu país posa en un Falcon? ¿Qué hacer cuando el líder de la oposición posa frente al espejo del baño, con cara de estar oliendo su vergüenza ajena? No tengo respuesta. Huir, no nos dejan. Protestar, tampoco. No quedan respuestas. El español de bien, el que sólo se preocupa de levantar la persiana cada mañana, ni eso puede ya.