Jörg Immendorff: el arte como liberación
El Museo Reina Sofía dedica una completa retrospectiva al artista alemán, fallecido en 2007 tras luchar contra la ELA
El Museo Reina Sofía , fiel a su política expositiva, continúa mostrando el trabajo de artistas al margen del canon establecido. Es el caso del alemán Jörg Immendorf (Bleckede, 1945-Düsseldorf, 2007) , muy célebre en su país, pero un total desconocido para el público español, a quien dedica una retrospectiva organizada por el Haus der Kunst de Múnich -donde ya se vio entre octubre de 2018 y enero de este año-, en colaboración con la pinacoteca española. En la inmensa Sala A1 de Sabatini se despliega, a través de un centenar de obras, el peculiar imaginario creativo de un artista que se parece muy poco al resto. Aborda cuarenta años de carrera, desde los 60, cuando Immendorf era estudiante en la Academia de Arte de Düsseldorf, hasta su muerte. Allí coincide con uno de los grandes, Joseph Beuys . Era su profesor. Ambos mantuvieron una estrecha relación, pese a que sus carreras artísticas fueron por derroteros bien distintos.
Immendorf se aleja del arte imperante por entonces (el pop y el expresionismo abstracto). Le interesa lo popular, que su arte llegue a la gente, no a las élites. Pese a ser, como advierte Manuel Borja-Villel, director del Museo Reina Sofía, un hombre comprometido con su época, con su país y con la pintura , en 1966 pinta un lienzo titulado «Dejad de pintar». No hay que tenerle en cuenta. Suele tirar de ironía, sarcaso y humor en su trabajo. Así, su respuesta a la guerra de Vietnam fueron unos bebés regordetes con rasgos asiáticos envueltos en papel celofán. Pero si miramos con atención esos inocentes bebés tienen también algo de monstruoso. Sus obras se mueven entre el dadaísmo y la utopía.
Siempre comprometido y crítico con la situación política y social de su país, advierte el comisario, Ulrich Wilmes, que Immendorf «no entendía el arte y la pintura como una apuesta estética, sino como un espacio de libertad, como una liberación. Le interesaban cuestiones como el papel del arte y qué significa ser un pintor». Inventó una palabra ( Lidl ), que evoca el sonido de los sonajeros de los bebés, pero que para él tenía un significado bien ditinto: se refiere al arte provocador, crítico con las instituciones. Un arte que él mismo propugnaba. Lo sufrió en carne propia cuando fue expulsado de la Academia de Arte de Düsseldorf en 1969 por sus acciones radicales. Formaba parte de la sección maoísta del Partido Comunista alemán.
Su activismo político y social se mantuvo en los 70; le llevó a ser arrestado. En 1976 participa en la Bienal de Venecia: su propuesta, denunciar ante el mundo la privación de libertades en la RDA . Es al final de esa década cuando crea una de sus series más célebres: «Café Deutschland» (1978-82) . Consta de 19 pinturas y en la que muestra su oposición a la política alemana de la posguerra. En una de las obras aparece el águila de la Alemania Federal con una esvástica nazi entre sus garras. El arte, como forma de superar la separación de su país en dos Alemanias. Las pinturas de esta serie tienen una atmósfera de club nocturno. Años más tarde, ya en los 80, cuando abandona el activismo político para centrarse en el arte, crea otra serie, «Café de Flore» (1987-92) , centrada en el mítico café parisino que frecuentaban Sartre y Simone de Beauvoir. Los símbolos políticos dejan paso en sus lienzos a su «comología cultural»: artistas, escritores, músicos... «Sus héroes». Apenas hay mujeres en ellos, salvo excepciones como Gertrude Stein. El teatro también adquiere gran importancia en aquellos años para el artista. Le encarga la escenografía y los figurines para una ópera de Stravinski en Salzburgo. Personajes marginales de obras de Hogarth e Ibsen se cuelan en sus trabajos.
Pero la vida de Jörg Immendorff se trunca en 1997 cuando le diagnostican que padece la ELA . Su cuerpo se va atrofiando y con ello ve reducida su capacidad para pintar. Sus últimas obras, «collages formales y biográficos, según el comisario, están creadas por él pero las materializan sus ayudantes. Junto a autorretratos, unos monos pintores que retoma de Chardin. Ironiza con aquellos que pintan imitando, sin crear nada por ellos mismos. Muere en 2007.