La impactante imagen del Museo del Prado cerrado por el coronavirus
En sus inmediaciones se congregan desde primera hora de la mañana más periodistas que visitantes y una cifra muy pequeña de despistados, la gran mayoría extranjeros llegados de lugares como EE.UU., Francia o Alemania
Ni Goya, ni Velázquez ni El Bosco. Las miradas incrédulas que provoca el Museo del Prado este jueves se producen ante sus puertas cerradas a cal y canto, en la primera jornada de clausura para luchar contra la extensión del coronavirus, pillando a algunos turistas por sorpresa.
Para captar esta imagen, en sus inmediaciones se congregan desde primera hora de la mañana más periodistas que visitantes y una cifra muy pequeña de despistados, la gran mayoría extranjeros llegados de lugares como EE.UU., Francia o Alemania que deambulan por la zona sin entender muy bien qué es lo que pasa.
«Supongo que es por el coronavirus , pero no comprendo la decisión», acierta a decir en español Claudette Sevigny, francesa de mediana edad, aparentemente poco preocupada por la crisis de esta enfermedad que también se extiende por su país.
Y es que la decisión de parar toda actividad por parte del mayor de los centros de arte españoles contrasta con unas calles, las del centro de la ciudad, que pese a registrar menor afluencia de caminantes que un día cualquiera, recoge aún bastante trasiego de idas y venidas, alentado por unas temperaturas muy primaverales.
«Esta es la cuarta vez que vengo a España; en mi anterior visita a Madrid tampoco llegué a entrar en El Prado porque la cola llegaba hasta allí», rememora el alemán Rolf Schmidt, alargando el brazo para ilustrar la habitual longitud de unas filas que ahora han desaparecido.
A solo unos metros, en la acera opuesta, se yergue casualmente la sede del Ministerio de Sanidad, que el pasado martes marcó una serie de directrices para evitar aglomeraciones en eventos de ocio y cultura.
«Nosotros compramos nuestra entrada en la web del museo ayer por la tarde, no esperábamos encontrarlo así», comenta extrañado un grupo de jóvenes franceses, al que el escaso personal del Prado aún apostado en una de sus puertas les transmite sus disculpas y les invita a reclamar la devolución por vía telefónica o telemática.
La situación, explican a la espera ellos mismos de saber si pueden irse a casa o de si deben permanecer en sus puestos, es fruto de la velocidad con la que se cambió la decisión inicial.
Aunque en un primer momento los grandes museos acordaron permanecer abiertos y controlar el aforo de cada sala, fue a última hora de ayer miércoles cuando tomaron la decisión del cierre total «hasta nuevo aviso», como reza el cartel colgado ante la entrada del Jardín Botánico que prácticamente linda con la puerta de Murillo del Prado.
«Pues tendremos que pasar el tiempo paseando», se encogen de hombros ante sus puertas el matrimonio formado por Jeanne y Gerard, que llegados desde Rouan al menos llegaron a tiempo de visitar esta semana el Museo Sorolla y el Reina Sofía.
Ninguno parece alarmado por el coronavirus, tampoco Kenneth Mulligan y su esposa, Lindsey, en su primera visita a Madrid desde Seattle (EE.UU.) para asistir a la boda de una amiga.
«Estamos teniendo bastante cuidado con las cosas que tocamos y con mantener las manos limpias », indican, mientras dirigen sus pasos sin rumbo fijo a otro punto de esta ciudad, en la que la oferta de ocio es cada vez más restringida.
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