Hildebrand Gurlitt, el marchante de los nazis

A pesar de renegar en principio del régimen nacionalsocialista, terminó trabajando para ellos y creando una gran colección artística

Hildebrand Gurlitt ABC

ROSALÍA SÁNCHEZ

Antes de trabajar para los nazis, Hildebrand Gurlitt había empezado una carrera como un brillante, joven y progresista director de museo en Zwickau, puesto desde el que intentó convencer al público de los méritos del arte moderno en los años 20. El ascenso del partido nazi le perjudicó hasta el punto de ser despedido y en 1933 se mudó a Hamburgo, donde fue despedido por segunda vez cuando se negó a alzar la bandera nazi en su galería. Su única salida profesional fue la compra-venta de arte moderno y abrió una galería comercial, que se vio forzado a poner a nombre de su mujer, debido a su ascendencia judía. Fue entonces cuando destacados coleccionistas nazis se percataron de su olfato y habilidad y comenzaron a hacerle encargos. No tuvo reparo en trabajar para el Tercer Reich y escribió al Ministerio de Propaganda para ofrecer sus conocimientos como destacado experto en arte moderno, «arte degenerado», resultando elegido como uno de los cuatro marchantes de arte que trabajaban oficialmente para los nazis, con base en París y con la tarea particular de adquirir obras de arte para el incumplido proyecto de un museo del Führer en Linz.

Mientras con una mano surtía de obras de primera línea las colecciones nazis, con la otra se hacía con obras oficialmente incorrectas e incluso apoyaba a los artistas perseguidos, como consta en cartas de agradecimiento enviadas, por ejemplo, Max Beckmann . «No hay nada que reprochar a Gurlitt hijo, en cuanto a Gurlitt padre, hay que decir que es un personaje moralmente ambiguo», juzga la comsiaria Zimmer.

Cuando los conocidos como « Monuments Men » le interrogaron después de la guerra sobre sus vínculos con el régimen nazi, Hildebrand Gurlitt presentó documentación probatoria de que su colección particular había sido adquirida honradamente . No hay indicios de arrepentimiento sobre su papel en el diseño del expolio nazi en sus cartas ni en sus memorias, documentos que también se exponen en la exhibición. Después de la guerra retomó su carrera, como director de galería en Düsseldorf . Murió en 1961, dejando una monumental herencia de la que su hijo vendió solamente unos pocos cuadros a lo largo de su vida.

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