La exposición más escandalosa llega a París: Giacometti y Sade

El escultor profundizó en el escritor durante la «segunda reivindicación» del legendario libertino escandaloso, durante los años 20 y 30 del siglo pasado

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La exposición más «enigmática» y «escandalosa» de la temporada presenta por vez primera las esculturas, fotografías y proyectos de Alberto Giacometti, uno de los patriarcas de la escultura contemporánea, «inspiradas» o «relacionadas» con el Marques de Sade, el más inquietante de los escritores «libertinos» .

«Cruels objets du désir. Giacometti / Sade» (Crueles objetes del deseo), presenta, en la Fundación Giacometti, por vez primera, un centenar de obras mal conocidas o nunca presentadas, de Giacometti, a la luz de su relación con la leyenda negra de Sade.

Giacometti descubrió al Marques de Sade durante el segundo descubrimiento de legendario libertino escandaloso, durante los años 20 y 30 del siglo pasado. Y comenzó a trabajar en temas relacionados con esa oscura relación durante su etapa surrealista, cuando estuvo asociado temporalmente a los trabajos y agitación animada por André Breton y sus amigos.

El Marqués de Sade había sido «descubierto» a mediados del XIX. Tras la primera guerra mundial (1914 - 1919), la segunda recuperación enfrentó a los surrealistas «ortodoxos» (los amigos de Breton) con los surrealistas «subversivos», liderados por George Bataille, partidarios de un Sade «menos lírico y más materialista». Luis Buñuel y Salvador Dalí oscilaban entre ambas «tentaciones» y también tuvieron su etapa «sádica», con matices.

En ese marco, el joven Giacometti, que buscaba su propia identidad artística, trabajó durante unos años temas entre «incomprensibles» y «escandalosos», en una versión surrealista propia de sus lecturas personales de Sade: «bolas» y «plátanos» suspendidos en una caja transparente; mujeres «degolladas»; «objetos desagradables»; «hombres» y «mujeres» imaginarios en forma de objetos abstractos… A través de correspondencias y diarios, los estudiosos han reconstruido la relación mal o nunca explorada entre el escultor y el patriarca del libertinaje más brutal y trágico.

La etapa «sádica» de Giacometti duró una década larga. Su obra evolucionaría por otros territorios propios, para culminar con su vuelta definitiva a una suerte de espiritualidad materialista: figuras estilizadas, siluetas vírgenes, rostros de hombres y mujeres mirándose en una vida íntima que se buscaba a sí misma a través del misterio de la creación.

Queda, en la exposición de la Fundación Giacometti, el perfume y las sombras de una aventura desconocida o mal estudiada, las relaciones entre la obra del escultor y el legado del libertino obsceno. A su manera, esas relaciones, oscuras, secretas, también hablaban del infierno histórico hacia el que caminaba la civilización europea en vísperas de la Segunda guerra mundial, sembrando nuestro continente y civilización con una atroz marea negra de sangre y humana y campos de concentración, sin precedentes en la historia humana.

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