El exilio de la inteligencia
La última ocurrencia de un Gobierno insensato, dispuesto a manipular todos los resortes para sus intereses electorales, ha sido añadirle al gran homenaje a Picasso en Toulouse una payasada grotesca
Ni la paloma de la paz, ni el caballo o la madre dolorosa del «Guernica». Ni su acerada crítica sobre aquel presente que le tocó vivir en el exilio ni su desdén por la figura de Franco o la inmensa nostalgia que sentía por su país, republicano como era . Es difícil encontrar un solo elemento que vincule la obra de Pablo Picasso y su inmensa influencia en la historia de la pintura (y de la cultura española) con la tendenciosa colección de arte expuesta a su lado en Toulouse.
El proyecto llamado «Picasso y el exilio» era un gran homenaje al genio malagueño y a las obras de sus coetáneos que ilustran aquella época terrible. Pero en la última ocurrencia de un Gobierno insensato, dispuesto a manipular todos los resortes para sus intereses electorales, le han añadido a Picasso una payasada grotesca: «¡Dulces sueños!».
Sobre las cicatrices del exilio, ponen unos tatoos de feria, sobre las pinceladas del «Guernica», lo más tonto de ARCO. ¿En serio? Lean la crónica de Natividad Pulido en Cultura para comprender el barullo de artistas y comisarios agarrados a la teta del presupuesto, pregunten en Acción Cultural Española, que ha dado ayuda entusiasta en efectivo para nuestra desgracia, la del genio malagueño y para dañar la imagen de España.
Esa neverita de Franco, esa artista peruana hablando del genocidio español en América, ese 15-M en el Cerralbo... Todos los tópicos del sanchismo cultural reinante. El despropósito es tal que no alcanza ni para sátira. Lo único que vincula el exilio con esta muestra idiota es la profunda tristeza. Este exilio de la inteligencia precisa de aquella invocación vallejiana: «Aparta de mí este cáliz», hombre, que hace chistes con el odio y está colmado de hez.