Eduardo Hochschild: «Las joyas de mi colección son los artistas»
El lunes se inaugura en la Sala Alcalá 31 de Madrid una exposición con 66 obras de 43 artistas de esta importante colección privada peruana
El lunes se inaugura en la Sala Alcalá 31 de Madrid la muestra «Próxima parada. Artistas peruanos en la Colección Hochschild». Es la primera vez que sale del país la colección formada por Eduardo Hochschild y su esposa, Mariana . El comisario, Octavio Zaya , ha seleccionado para esta exposición, que ha coordinado María Porto , 66 obras de 43 artistas peruanos, entre ellos, nombres como Fernando Bryce, Martin Chambi, Elena Damiani, Mario Testino, Teresa Burga, Fernando de Szyszlo y José Carlos Martinat.
Eduardo Hochschild (Lima, 1964) es una de las grandes fortunas de su país. Presidente ejecutivo de Hochschild Mining, es director del Banco de Crédito del Perú. Recibe a ABC en su casa de Madrid, plagada de obras de arte, junto a su hija Alexia , de 21 años, estudiante de Periodismo en el CEU y en cuyas manos estará en el futuro esta colección.
—¿Cree que existe un arte propiamente peruano?
—Perú es uno de los pocos países del mundo que tienen una historia milenaria. Tiene mucha cultura y mucho bagaje. Sí creo que hay un arte peruano, un arte que ha roto con las tradiciones, lo cual no es fácil. Tuve mucha suerte de comenzar a comprar cuando nadie más lo estaba haciendo. Pude comprar lo que yo quería, cuando yo quería. Un día apareció Mario Testino en la oficina y me dijo: «Estoy comenzando a ver la obra de Chambi y quiero ver cómo puedo unir mi arte con el suyo». Para mí, el arte es la relación con el artista. Él es el que te cuenta la obra. Si pudiera hablar hoy con Tiziano, con Zurbarán, con Goya, ¿qué me contarían? Todos los años, el 26 de diciembre, reúno a los artistas y los invito a comer. No se aceptan galeristas. Al principio éramos 20, al final fuimos 200. Se genera con los artistas una relación muy estrecha, somos amigos.
—En menos de diez años ha logrado atesorar la mejor colección de arte peruano contemporáneo del mundo. ¿Cuántas obras tiene? ¿Solo colecciona arte peruano?
—Es difícil de cuantificar. No compro una foto, sino toda la serie, por respeto al artista. En el caso de Mario Testino es una excepción. Si consideras cada foto una obra independiente, habrá más de mil piezas. Me gusta coleccionar artistas vivos. La relación con el artista es espectacular. El 98% de mi colección es arte peruano. Pero también tengo obras de Matta, Wifredo Lam...
—¿Piensa en el futuro crear una fundación o un museo para albergar su colección?
—Por parte de los coleccionistas hay el sentimiento de generar tu propio museo y esperar que la gente vaya a verlo. Eduardo Costantini lo ha hecho muy bien en Argentina. En mis oficinas cientos de personas ven las obras cada día. Algunos han tratado de abrir museos en Perú y van solo decenas. Mis obras se mueven muchísimo.
—¿El arte peruano tiene el reconocimiento internacional que merece?
—El arte peruano está logrando cosas muy importantes: estar en el MoMA, en la Tate, en las bienales de Shanghái y Venecia.. Está rompiendo fronteras. En los próximos diez años espero que pueda seguir ese camino. Pero tener como obra emblemática del MoMA a un artista peruano es muy significativo. Perú está viviendo una ola de creatividad espectacular: lo ves en Teresa Burga, en Huanchaco (Fernando Gutiérrez), en Sandra Gamarra... En Perú hay mucha creatividad. Mariana, una artista muy joven, se metió durante tres meses en el manicomio de Lima para pintar a los locos. La obra es alucinante.
—¿Es difícil coleccionar arte en Perú? En España, se quejan los coleccionistas de que es un drama. ¿Es tan heroico como aquí?
—Yo creo que es mucho más fácil en España que en Perú. Allí no es que no te ayuden, es que te ponen trabas. He traído a una artista que me encanta, Tirsa Tsuchiya, que falleció hace unos años. Y para que puedan venir dos obras de ella he tenido que pagar el pasaje a una persona del Gobierno para que traiga los cuadros y se asegure de que no roban los cuadros por el camino. Como el Gobierno es agradable, han puesto a una persona agradable. Pero no tiene ningún sentido. Para eso están los seguros. Yo creo que los países están hechos de dos cosas: la parte tecnológica y la parte artística. Ambos muestran la cultura del país.
—¿Por qué se ha decidido a mostrar por primera vez su colección?
—Es la primera vez que sale de Perú. Me están ayudando muchísimo mi esposa, mi hija Alexia, María Porto... Gracias a ellas está aquí la colección.
—¿Cuáles son las piezas más relevantes de su colección?
—Las joyas son los artistas, son los que vale la pena conocer. Huanchaco es muy divertido. Le pedí un cuadro y se lo pagué hace unos dos años. Un día me mandó una foto de un lienzo espectacularmente blanco. Se pasó dos años buscando una ruina en la selva. No había cuadro, pero había escrito un libro sobre las ruinas. Es genial. Pero también José Carlos Martinat, Ishmael Randall-Weeks, Iosu Aramburú, Elena Damiani, Sandra Gamarra... El curador, Octavio Zaya, ha hecho una labor muy importante escogiendo las obras.
—La Fundación ARCO reconoce este año la labor de tres importantes colecciones iberoamericana: la suya, la del argentino Eduardo Costantini y la de los mexicanos Isabel y Agustín Coppel, reafirmando con ello la vocación latinoamericana de ARCO. Al parecer, en 2019 el país invitado será Perú.
—Sería una maravilla. Ya este año vendrán a ARCO entre 200 y 300 peruanos. El desembaco peruano en ARCO (el Día D) ya se hizo.
—¿Es comprador habitual en ARCO?
—Honestamente, no he comprado nada en ARCO. No hay mucha obra peruana en la feria. Seguramente, en el futuro sí lo haré, porque la colección se abrirá más al arte internacional con las nuevas generaciones.
—¿Su hija Alexia se va a ocupar de la colección?
—Más le vale (ríe mirándola; hay una gran complicidad entre ellos). Todavía le falta graduarse, trabajar para otros.
—¿Qué tipo de coleccionista es usted? ¿Compra más con la cabeza o con el corazón?
—A mí me gusta la parte humana con el artista. Si no la tengo, se me hace más difícil comprar. Pero sí he buscado una obra en particular y tardé un año en encontrarla.
—Pero no solo colecciona arte, también tiene proyectos educativos y sociales.
—Mi esposa está haciendo una importante labor social con el proyecto Misión Huascarán, que ayuda a unas 7.000 familias andinas. Y entre los dos creamos una Universidad de Ingeniería en Perú sin ánimo de lucro. La idea es llegar a 4.000 alumnos.