Diálogo en las cumbres de la escultura contemporánea

El Museo Picasso de París presenta hasta el 5 de febrero de 2017 una muestra que pone en relación al artista malagueño con Alberto Giacometti

Autorretratos de Picasso (1901) y de Giacometti (1921)

JUAN PEDRO QUIÑONERO

El Museo Picasso de París prosigue su trabajo de revisión y comparación del magno legado picassiano con la obra de sus contemporáneos, proponiendo, desde hoy, una lectura indispensable de las relaciones no solo amistosas entre el genio malagueño y Alberto Giacometti .

Picasso se inició a la escultura contemporánea a través de su diálogo íntimo con Pablo Gargallo y Julio González . Gargallo fue insensible a las sirenas picassianas. González, por el contrario, se dejó arrastrar hacia los abismos de la abstracción escultórica.

Con Giacometti, entre de los grandes maestros de la escultura contemporánea, Picasso sostuvo otro tipo de relación, entre la relación amistosa, desde los años treinta, a la fascinación mutua, hasta el fin.

«Picasso - Giacometti» ha reunido en el Museo Picasso dos centenares de obras maestras de ambos creadores , para intentar rastrear orígenes y fascinaciones comunes, sin llegar nunca a una «comunión» definitiva.

Picasso sentía por Giacometti la fascinación ante su heroica sencillez. Giacometti sentía por Picasso una cierta fascinación por lo «pantagruélico» y «monstruoso», entre el «canibalismo artístico» y «pasión devoradora». Picasso y Giacometti se cruzan y recorren senderos paralelos en muchos momentos (fascinación por el heroísmo de la pobreza, respeto por los seres humanos destruidos por la vida), pero la «grandielocuencia» picassiana terminará distanciándolos.

Hasta la Ocupación y la inmediata posguerra, Picasso y Giacometti se cruzan y se frecuentan en muchas ocasiones, sin llegar a intimar definitivamente nunca. A partir de los años cincuenta del siglo pasado, el carácter personal de ambos creadores y los rumbos de sus obras respectivas los alejan definitiva e irremediablemente.

En el umbral de la Ocupación, Picasso y Giacometti llegaron a tratar temas y obsesiones comunes. Las crucifixiones picassianas (tan presentes en Francis Bacon) «dialogan» con obras y objetos de Giacometti, descendiendo hasta lo más hondo de las torturas íntimas e históricas del hombre de su tiempo, que es el nuestro. El erotismo más crudo siempre está próximo, en las obras más turbadoras.

En la cúspide de un reconocimiento universal que continuaría creciendo, Picasso se refugia en la Costa Azul, en busca de nuevos y luminosos mediterráneos, habitados por las ninfas y faunos de sus últimas épocas. Giacometti, por su parte, seguirá persiguiendo, hasta el fin, las sombras errantes de las víctimas de la historia, que son el tema central de su obra definitiva.

Hay otros paralelismos, sin duda, que el Museo Picasso invita a descubrir, proponiendo una «lectura» simultánea de dos obras paralelas, utilizando a ambos creadores como espejos cóncavos de obras paralelas, que se cruzan y dialogan para terminar alejándose siguiendo senderos propios que se bifurcan por muy diversos territorios.

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