El desconocido botín artístico que el franquismo «extravió» en la posguerra
Un ambicioso proyecto de investigación revela que miles de obras incautadas en España por la República para su protección no acabaron en manos de sus propietarios
La próxima semana, del 9 al 11, el Prado conmemora el 80 aniversario del salvamento de las obras del museo y del patrimonio artístico español con la celebración de un congreso, «Museo, guerra y posguerra. Protección del patrimonio en los conflictos bélicos» , organizado por el Ministerio de Justicia y el Prado, dentro de los actos del bicentenario de la pinacoteca. Lo dirige Arturo Colorado Castellary , catedrático de la Universidad Complutense de Madrid. Es autor de libros como «Éxodo y exilio del arte. La odisea del Museo del Prado durante la Guerra Civil» y «Arte, revancha y propaganda. La instrumentalización franquista del patrimonio durante la Segunda Guerra Mundial».
El congreso contará, además de las ponencias científicas, con unas intervenciones muy especiales y emotivas. Las de los descendientes de algunos de los responsables del salvamento del patrimonio español durante la guerra y la posguerra: Carlos Pérez Chacel, hijo de Timoteo Pérez Rubio , presidente de la Junta de Incautación y Protección del Tesoro Artístico; Francisco de Sert y María del Mar Arnús (él es sobrino de José María Sert , creador del Comité Internacional para el Salvamento de los Tesoros de Arte Españoles); José María Ballester, sobrino y colaborador del marqués de Lozoya (tuvo una labor destacada en la gestión del patrimonio español en la posguerra); miembros de la familia Macarrón , que se ocupó del embalaje y transporte de las obras; y Rafael Seco de Arpe y Fernando Seco de Arpe, nietos del restaurador del Prado Manuel de Arpe y Retamino , que acompañó a las obras durante la evacuación y el regreso a España y que restauró en el castillo de Perelada las dos obras del Prado que sufrieron graves heridas durante el exilio: «Los fusilamientos del 3 de mayo» y «La carga de los mamelucos». El camión que las transportaba chocó accidentalmente contra una casa que había sido bombardeada: un balcón cayó sobre la caja con los lienzos.
La República puso en marcha un ambicioso plan de evacuación de muchos de los tesoros del patrimonio español (incluidos medio millar del Prado, además de otras destacadas colecciones públicas y privadas), que siguieron, simbólicamente, los pasos del Gobierno republicano: Valencia, Barcelona, Figueras... y Ginebra. Pero otras miles de obras fueron incautadas por la República para protegerlas sin salir del país. ¿Cuál fue su destino? Es la parte más desconocida de esta historia y será el tema estrella del congreso del Prado. Se trata de un proyecto de investigación inédito y de sumo interés en el que un equipo, capitaneado por Arturo Colorado –responsable de la investigación histórica, que desmenuzará en su nuevo libro– e Isidro Moreno Sánchez –responsable de la gestión digital–, lleva enfrascado los últimos cinco años. Un proyecto de I+D del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades, que lleva a cabo la Universidad Complutense (Facultad de Ciencias de la Información), con la colaboración del Instituto del Patrimonio Cultural de España, bajo el título «Investigación histórica y representación digital accesible. Nuevas aportaciones y conclusión del estudio del patrimonio artístico durante la Guerra Civil y la posguerra ».
Sin secretos
El proyecto «cataloga las obras salvadas y depositadas en lugares seguros por la República durante la guerra y las contrasta con el destino de estas obras en la inmediata posguerra». Además, se hace un seguimiento de las obras que salieron de España durante este período. No es, advierte Colorado, una investigación secreta. Se puede consultar en una página web ( pgp.ucm.es/PGP ) « participativa, accesible y abierta que permite el análisis, la participación de otros investigadores y la difusión de esta investigación. En la web está toda la información, no escondemos nada. Es una investigación en abierto para que la gente colabore. Pero sigue en proceso, no está acabada».
Se calcula que de las obras que permanecieron en España solo los depósitos de la zona centro sumaban más de 27.000 piezas . A Ginebra fueron varios miles más. Del Prado salieron 525 obras, el Tesoro del Delfín y los dibujos de Goya. Las piezas incautadas y almacenadas por la República para protegerlas permanecieron durante la guerra en grandes almacenes montados en España. Así, en Madrid se hallaban en lugares como los sótanos del Prado, el Arqueológico Nacional, el Palacio Real, las Descalzas Reales, Jai-Alai... «Los agentes de la Junta del Tesoro iban por las casas particulares, fundamentalmente de la nobleza, incautaban las piezas y las llevaban a los depósitos –relata Colorado–. Se conservaron y fueron entregadas por los agentes republicanos a los agentes franquistas. La incógnita es qué hizo el franquismo con esas miles de obras ».
Perplejidad
Algunas, añade Colorado, «fueron devueltas a sus propietarios legítimos , cuando se sabía quiénes eran. Pero había miles de obras de las que no se conocía el origen. Cuando era la Junta la que incautaba, sí quedaba constancia de sus dueños. Pero, cuando eran otras organizaciones políticas (la Agrupación Socialista Madrileña, la CNT, etc.) las que lo hacían, no había datos acerca de su procedencia. Esas obras fueron entregadas en depósito a museos, organismos públicos, Ministerios, el Ejército, la Fundación Francisco Franco, la Falange, incluso a colecciones particulares, que es lo que me ha dejado más perplejo. La normativa franquista no clarifica el concepto de depósito. No son piezas de primerísima calidad, como las del Prado, pero hay obras importantes. Se entregaron bastantes obras a una asociación del Opus Dei . ¿Dónde están? Ellos lo sabrán. Nuestra investigación dice qué pasó con esas obras a finales de los 30, 40, incluso los 50. Se sabe a quién se entregaron, pero no su paradero actual. Es una búsqueda que aún queda por hacer».
Entre las instituciones que recibieron depósitos sin ser propietarios de las obras, museos como el Prado, el Arqueológico Nacional, el de San Telmo de San Sebastián, el de Bellas Artes de Valencia, el Provincial de La Coruña, los de Oviedo, Tarrasa, Barcelona, Cádiz, Segovia, Elche...; la Biblioteca Nacional, el Archivo Histórico Nacional, Capitanía General, el CSIC... También, numerosas órdenes religiosas (conventos, monasterios, catedrales, seminarios), Ministerios (Hacienda, Justicia, Ejército), centros de enseñanza (el Instituto Ramiro de Maeztu de Madrid, el Conservatorio de Música)...
En cuanto a los particulares a los que se entregaron miles de obras tras reconocer su propiedad, muchos pertenecientes a la nobleza (el duque de Medinaceli, el duque de Nájera, el conde de Romanones, la marquesa de Villalba, el marqués de Riscal, la duquesa viuda de Fernán Núñez, el marqués de Haro, el vizconde de Roda, el conde de Adanero, la marquesa viuda de Tamarit, el marqués de Oquendo, la condesa de Peñalver, el duque de Hernani, el duque de Vistahermosa, el marqués de Amposta...), además de numerosos extranjeros, órdenes religiosas... Según datos de la investigación disponible en la web, de las más de 15.600 obras analizadas, permanecieron en España unas 14.389 y salieron al extranjero 1.276. De cada una de las piezas, se aportan 50 ítems : autor (en muchos casos son anónimas), medidas, soporte, ubicación actual (si se conoce), fotografía (si la hay), organismo que incauta la obra en la Guerra Civil, si salió al extranjero, propietario (si se conoce), dónde estuvo almacenada, organismo que localiza e incauta la obra en la posguerra, lugar y fecha de devolución, a quién o a qué organismo se entrega, si coincide con el propietario original...
«Una especie de saqueo nazi»
Explica Colorado que es « un asunto complejo . Lo que hace el franquismo es recuperar los depósitos republicanos, monta pequeñas exposiciones para que la gente vaya a localizar las obras (se hacen en conventos de clausura, con un horario muy limitado y escasa duración). Mucha gente no acude porque ni siquiera se entera. Pese a ello, hay obras reclamadas. Cuando había pruebas de que eran suyas, las devuelven, pero a veces solo bastaba la palabra jurada . Hay descripciones de responsables franquistas de este proceso que reconocían que había una moral laxa». Vamos, que hacían la vista gorda. Algunas personas se quedaban con las piezas a sabiendas de que no eran suyas. De estas devoluciones se ocupó el Servicio de Defensa del Patrimonio Artístico Nacional (SDPAN ). Al frente de este organismo estaban el marqués de Lozoya y Francisco Íñiguez.
«Todo el mundo desconoce esta historia. Es la gran incógnita . El congreso del Prado es el entorno perfecto para dar los resultados. En España hubo una especie de saqueo nazi , un fenómeno paralelo al saqueo nazi de obras de arte. Y nadie lo había investigado. Miles de obras fueron entregadas en depósito. No se sabe cuál fue el criterio: ¿Se hizo de forma caprichosa? ¿Eran premios para los amigos? No se sabe».
Enigmas por descifrar
¿Quedan aún muchas lagunas sobre el patrimonio español durante la guerra y la posguerra? «Sobre la evacuación a Ginebra está clarificado todo lo principal. Pero en cuanto al patrimonio español, el destino y los avatares que sufrió durante la guerra, hay aún muchas cuestiones pendientes. Por ejemplo, las obras que salieron al extranjero por vía clandestina de robos y saqueos. Aparecieron piezas, pero hay otras perdidas. ¿Por qué el duque de Alba estuvo buscando sus obras que se habían perdido cuando estaban en la embajada de Gran Bretaña en Madrid? No se entiende. Es un enigma. ¿Cuál era el cargamento exacto del yate Vita que fue a México? Algunas informaciones apuntan a que, además de bienes económicos, había también de carácter patrimonial. Yo acabo de estar tres meses investigando en México y no he encontrado ninguna pista. Indalecio Prieto tomó posesión del barco en contra de la decisión de Negrín de llevar ese tesoro a México para afrontar el exilio o con la idea de negociar con Franco el regreso de muchas personas a España a cambio del Vita. Indalecio Prieto abrió las cajas, vendió piezas en un secretismo absoluto. No hay rastros del inventario del cargamento».