Bonnard, la celebración de la vida y del arte

Un estallido de color inunda las salas de la Fundación Mapfre de Madrid, que revisa la obra del pintor simbolista francés en una completa retrospectiva

Bonnard, la celebración de la vida y del arte TATE, LONDRES

NATIVIDAD PULIDO

En 1937 Christian Zervos planteaba en «Cahiers d’Art» si Pierre Bonnard era un gran pintor . Matisse despejó cualquier atisbo de duda:«¡Sí! Certifico que es un gran pintor», escribió de puño y letra sobre el artículo de Zervos. Y, si lo decía Matisse, que tenía un ojo increíble para la pintura, no hay más que hablar. Para comprobar cuánta razón llevaba el maestro basta con pasar por la Fundación Mapfre , donde se exhibe la primera retrospectiva del artista francés en España en las últimas tres décadas. Organizada en colaboración con el Museo d’Orsay de París –que atesora la mayor colección del mundo de Bonnard, con más de 80 obras– y los Museos de Bellas Artes de San Francisco , la exposición supone un completo recorrido por todos los temas que obsesionaron a este inclasificable pero espléndido pintor.

Los nabis (profetas) querían trascender el mundo real con su pintura

Como su pertenencia al grupo de los nabis , que fundó junto a Vuillard, Sérusier, Denis, Ranson... para reaccionar contra el impresionismo . Se denominaron a sí mismos «profetas» (nabis, en hebreo), porque, con sus pinturas, querían trascender de una manera casi mística el mundo real . Sus armas para lograrlo: la exaltación del color y la simplificación de las formas. Bonnard añadiría además otras de cosecha propia: su pasión por el arte japonés , como se aprecia en un precioso biombo al comienzo del recorrido y en lienzos de formatos muy verticales; el gusto por una estética decorativa , presente en toda su carrera; y sus valientes composiciones , en las que mutila bruscamente y sin piedad a sus personajes.

Suele decirse que, tras admirar las hedonistas obras de Bonnard , lo mismo que ocurre con las de Matisse, uno sale con ganas de vivir la vida con más alegría . El estallido de color de sus lienzos nos vuelve más optimistas, más felices. La chispa de la vida será una célebre bebida refrescante, pero desde luego también una obra de arte. Paradójicamente, la exaltación de la vida y la alegría de vivir contrastan con una angustia existencial. Sus obras tienen un poso de melancolía, de soledad ... En sus interiores –más ensoñaciones que reales–, suele retratar la vida familiar. Los personajes están ensimismados, absortos en sus pensamientos. Parecen tristes, no hablan, ni siquiera miran al espectador. Lo cual nos deja una agria sensación de ser voyeurs que se cuelan en la intimidad de un hogar. Lo mismo ocurre en su estupenda serie de desnudos, que desbordan sensualidad y erotismo : Bonnard entra en el tocador femenino, mientras la mujer se asea, se baña.

Musas y amantes

Su principal musa fue Marthe de Méligny , primero amante y después esposa, que aparece en muchos de los lienzos. Celosa y obsesiva, con un carácter muy atormentado, la retrata mientras se da sus baños terapéuticos. Una de las amantes del pintor, Renée Monchaty , a la que vemos en un cuadro colgado en la muestra («Le repos»), acabó suicidándose . Pero esa melancolía también la destilan los autorretratos de Bonnard. Se exhibe una estupenda selección. En ellos, el artista se sitúa frente al espejo y se retrata descarnado, despojado de cualquier atributo externo , sin eludir la huella que ha dejado el tiempo en su cuerpo. En «El boxeador» , Bonnard, ya a sus 64 años, parece luchar con la obra de arte y con su propia existencia. En el último de ellos ya ni siquiera se pinta los ojos: deja dos huecos negros.

Siempre persiguió la Arcadia; convertía en jardín todo lo que tocaba

Pierre Bonnard (1867-1947) siempre persiguió la Arcadia para inmortalizarla en su pintura, donde hombre y naturaleza vivieran en armonía. Advierte Guy Cogeval , presidente del Museo d’Orsay, uno de los mayores especialistas en Bonnard y comisario de la exposición junto a Pablo Jiménez e Isabelle Cahn , que el pintor «convertía en jardín todo lo que tocaba» . Lo hizo en Normandía, siguiendo los pasos del viejo Monet en Giverny , y en la Costa Azul , de cuya luz se enamoró tras un viaje a Saint-Tropez. Adquirió sendas casas en Vernon (Ma Roulotte) y en Le Cannet (Le Bosquet). Allí realizó hermosos paisajes donde los intentísimos colores del exterior se cuelan en los interiores. Hay buenos ejemplos en la exposición, donde cuelgan importantes préstamos del Museo d’Orsay y el Pompidou de París, la Tate de Londres, la National Gallery de Washington o el Metropolitan neoyorquino. Como recuerda Pablo Jiménez, Pierre Bonnard fue un gran descubrimiento para los pintores españoles de los 80 : Carlos Franco, Alfonso Albacete...

La exposición se completa con obras sobre papel , una selección de fotografías tomadas por Bonnard con su Kodak, y se cierra con una espectacular sala que reúne algunos paneles de gran tamaño que hizo por encargo para la decoración de mansiones (como las de Misia Edwards y George Besson), en los que conviven seres contemporáneos y mitológicos.

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