Mondrian: tras la búsqueda de sí mismo

Una exposición del berlinés museo Martin Gropius Bau rememora la obra del pintor holandés

Mondrian: tras la búsqueda de sí mismo abc

José-Pablo Jofré

Fundador de la abstracción junto a los rusos Wassily Kandinski y Kazimir Malévich , el vanguardista neerlandés Piet Mondrian (1982-1944) caminó un largo camino desde el naturalismo pintando paisajes en las afueras de Amsterdam hacia el simbolismo para desembarcar en el tipo de pintura por la que lo conocemos. La exposición berlinesa del museo Martin Gropius Bau inaugurada el viernes traza el recorrido pictórico del holandés fallecido en Nueva York desde aquel naturalismo de paisajes, comenzando –en la entrada de la exposición– con una autorretrato de 1918. Eran los años 20 de preguerra, la vida estaba en las ciudades y el jazz contagiaba a los artistas europeos de la época, especialmente a Mondrian.

La influencia de la música afroamericana en la evolución de la pintura de Mondrian es uno de los temas que aborda la exposición monográfica, pero no el único. Abierta hasta el 6 de diciembre, la muestra busca ir más allá de las obras de su último periodo para exhibir un recorrido, de hecho el subtítulo de la exposición junto al nombre del artista es «La línea» , en su multiplicidad de significados. Claro, le conocemos por sus composiciones geométricas con predominio de los colores primarios, pero es el fin: «Para llegar a la armonía, no hay que dejar llevarse por la apariencia de la naturaleza sino que hay que buscar su esencia», escribió el mismo artista, cita que se reproduce en la instalación que incluye una serie de paisajes pintados entre 1896 y 1908.

«Mi cuadro preferido de la exposición es ‘Árboles en la laguna’, de 1908. En él se ve como las formas se deshacen y parece el anticipo de algo», ha dicho el director del Martin Gropius Bau, Gereon Sievernich , durante la presentación de la exposición. Influenciado quizás por la teosofía, pero especialmente por el jazz y todo aquello que provenía de las ciudades occidentales durante el periodo de entreguerras: los objetos, la naturaleza, las personas comienzan a desvanecerse hacia lo fundamental. El camino empieza con la transformación de la herencia de los paisajistas holandeses del siglo XVII, recogiendo elementos del impresionismo y de su variante holandesa, el luminismo.

A partir de 1908, con continuas visitas al balneario de Domburg, Mondrian empieza a liberarse cada más de las referencias exteriores de sus cuadros y a radicalizar la experimentación con colores y formas. En 1912 Mondrian se traslada a París, donde visita exposiciones de Picasso y de Braque y empieza a aplicar en sus cuadros el principio cubista de la descomposición de los motivos en sus elementos básicos, con lo que da un paso más hacia la abstracción. Dentro de los cuadros que se encuentran en la exposición de esa fase tal vez el más llamativo sea Tableau No 4, de 1913 que ya apunta a la eliminación completa de las referencias exteriores que se dará a partir de 1914, con las primeras composiciones de rectángulos de colores sobre fondos blancos.

La radicalización de la abstracción se agudiza a partir de 1919, cuando empieza a aparecer el Mondrian que la mayoría tenemos en la mente, con cuadros llenos de rectángulos y con la limitación del color a los colores primarios y al blanco y el negro. El último cuadro de la muestra es «Composición con líneas y color» , de 1937: una serie de líneas negras sobre un fondo blanco y de un pequeño rectángulo azul.

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