Fallece Pilar Belzunce, viuda de Eduardo Chillida
Sus cenizas serán enterradas junto al escultor bajo un magnolio de Chillida Leku
Pilar Belzunce , viuda de Eduardo Chillida , falleció ayer, 4 de julio, en San Sebastián a los 89 años , casi trece años después de la muerte del escultor vasco. Su funeral se celebrará mañana, lunes, a las siete de la tarde en la parroquia de San Vicente de la capital guipuzcoana. Sus cenizas descansarán bajo el magnolio donde fueron depositadas las del artista en agosto de 2002, en el caserío de Zabalaga (Gipuzkoa), un lugar que encontraron los dos para convertirlo en Chillida Leku .
Hoy, sobre la esquela publicada en «El Diario Vasco» aparece un pequeño dibujo que hizo de ella su marido en 1952 con el siguiente texto. «En la parte, en la medida en que soy naturaleza, mi curso sigo como una estrella» .
Pilar Belzunce se casó con Chillida en 1950 y tuvieron ocho hijos: Guiomar, Pedro, Ignacio, Carmen, Susana, María, Luis y Eduardo. Nacida en Filipinas en 1925 , Pili, como la llamaban en su familia, era una parte «indisoluble» de Eduardo Chillida y desde la muerte del creador «se había ido aislando». «Excepto a sus hijos, no conocía a nadie más» , explicó un allegado a la familia.
Pese a su silenciosa enfermedad, no se encontraba mal y se dedicaba a pintar -«lo hacía muy bien»-, pero esta semana contrajo una neumonía que le ha causado la muerte. «Todos estos días ha estado acompañada de sus ocho hijos», agregó la misma fuente.
Pilar Belzunce conoció a Chillida siendo adolescente y se hicieron inseparables. Desde entonces, mientras el escultor se dedicaba a su arte, «ella se encargó de gestionar todo lo demás» , incluidas las relaciones con las galerías y las cuestiones económicas.
«Ella fue quien le animó a dejar la carrera de arquitectura y dedicarse a la creación , la que le animó a reinventarse cuando tras su estancia en Francia empezó a destruir sus obras y la que le animó a buscar un espacio para guardar sus esculturas», destacó este allegado.
También fue quien se encargó de guardar «todo lo que hacía, cualquier dibujo en un papel, todo» desde que un galerista le pidió que no volviera a dejar que Chillida destruyera sus obras.
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