El silencio de Jaume Plensa inunda Céret

El museo de arte moderno de la localidad francesa acoge una completa muestra de un artista que sigue sin ser profeta en su tierra

El silencio de Jaume Plensa inunda Céret robin townsend

maría güell

El Musée d’Art Moderne de Céret tiene mucha atracción por los artistas catalanes. «En la entrada tenemos dos murales enormes de Tàpies, hace dos años invitamos a Barceló y ahora recibimos con los brazos abiertos “El silencio del pensamiento” de Jaume Plensa », celebra su directora, Nathalie Gallisot, que no tuvo ningún problema a la hora de convencer al escultor barcelonés.

«Me llamó la directora y nos pusimos de acuerdo desde el minuto uno –comenta Plensa-. Llevo una semana aquí con el montaje de la exposición y me he sentido como en casa». La buena onda entre el artista y esta ciudad del Languedoc-Rosellón se palpa en el hall de museo cuando descubrimos el rostro de Lou, una niña francesa de diez años, esculpido en basalto. Esta roca volcánica tiene una textura muy especial que el artista invita a acariciar. «Esta piedra enorme la compré en China y mi intención es que pareciera una columna», comenta Plensa a la vez que desvela la identidad de la menor: es la h ija del director del Museo Picasso de Antibes. Ella todavía no la ha visto pero viene mañana a la inauguración. La cara de sorpresa de la niña al verse esculpida bien valdría una crónica…

De la soledad y solemnidad de esta niña de basalto pasamos a un jardín de siluetas de acero inoxidable. «Es una pieza que unifica el retrato, el cuerpo y las palabras», aclara el artista. Esta gran familia de personajes ha ido creciendo y en ella podemos reconocer al escritor Elías Canetti o al fotógrafo personal de Plensa.

Laura y Chloe esperan al visitante en la siguiente sala. Ambas fueron concebidas en bronce. Sus caras comprimidas le permiten a su creador conseguir el máximo volumen con el mínimo espacio. «Mis retratos nunca son de hombres o mujeres, suelen ser siempre de niñas de entre ocho y catorce años, que expresan bien la idea de memoria y de futuro, y además siempre con los ojos cerrados para reflejar ese mundo interior», explica un Plensa reflexivo que se acerca a sus sesenta años con una agenda internacional de vértigo. «En noviembre expongo en San Francisco, en febrero en París y en mayo tengo que tener lista una pieza de catorce metros para instalar en unas montañas de Suecia », desgrana sin dejar contentos a los periodistas que se han trasladado desde Barcelona y que le urgen a explicar porqué no expone en España.

«La propuesta que me hizo el Reina Sofía para hacer algo en el Palacio de Cristal sigue en pie pero el Macba no me ha concretado nada; primero que me inviten y después ya pensaré que haré», se justifica con pocas ganas de alargarse con el tema. Tampoco suelta prenda de la posibilidad de hacer una gran escultura para Barcelona que se instalaría en el litoral y que le encargó el Ayuntamiento de la ciudad hace casi dos años. Sin respuesta del interesado, todo hace indicar que el cambio de alcalde no ayudará.

Plensa despide su exposición de Ceret con «Air, water, void» (2014) , tres figuras de hombres de resina luminosa que cambia de color. Una pieza muy ad hoc si desvelamos que las esculturas descansan s obre un lecho cerezas que son el símbolo de Céret por antonomasia.

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