El retablo apócrifo de Alonso Berruguete

Certifican que el «Llanto sobre el Cristo muerto» fue obra del escultor castellano

El retablo apócrifo de Alonso Berruguete abc

jorge s. casillas

Llevaba siglos casi olvidado, empotrado en la capilla del Cigarral de Menores, Toledo. Siempre se había dicho que era un retablo de Alonso Berruguete, pero había que demostrarlo por esa máxima del mundo del arte por la cual, «todo es falso hasta que de demuestre lo contrario». Una vez que se ha comprobado, la pieza en cuestión ya tiene nombre y apellidos: «Llanto sobre el Cristo muerto». Se trata de un obra inédita esculpida en alabastro y del tamaño de un televisor antiguo.

El encargado de dar por buena esta pieza ha sido Manuel Arias –subdirector del Museo Nacional de Escultura de Valladolid– y, aunque se atreven a fecharla en torno a 1520, no tiene un contexto fácil. Todo comenzó en el viaje de Berruguete a Italia, donde llegó en plena ebullición del Renacimiento. Se presentó al borde de la mayoría de edad actual y se marchó cuando Miguel Ángel estaba «quitando los andamios de la Capilla Sixtina». Vio de cerca lo más grande.

En Italia la escultura estaba a la orden del día , y cuando regresó a España se convirtió en un pionero de esta técnica. Lo llevaba en secreto, eso sí, porque soñaba con tener una vida acomodada; y el oficio de escultor estaba asociado a los artesanos y la gente pobre, un escalón social incompatible con sus anhelos. Afortunadamente, consiguió triunfar en vida y comprarse un señorío donde pasar su madurez. Una casa que todavía se conserva en Valladolid.

Comparación formal

Fruto de esa influencia italiana nació «Llanto sobre el Cristo muerto». La obra, según el experto Manuel Arias, «tiene rasgos de un maestro que ha estado en relación con los grandes pero que a la vez tiene una personalidad muy peculiar» . Para darla por buena, han realizado lo que se conoce como una comparación formal, es decir, han cotejado el retablo con otras obras del autor castellano. «Poniendo cosas documentadas de Berruguete al lado de la pieza, llegas a la conclusión de que ha tenido que hacerla el mismo señor que hizo todas las demás. Es una artista muy personal, no es una artista que se copiara fácilmente», asegura.

La posturas de los personajes –esa sensación de inestabilidad en sus piernas–, las vestimentas y la expresión de los rostros les hace pensar que el retablo solo puede ser obra de Berruguete, como ya dejó por escrito un antigua propietaria del convento. «Es una pieza como muy personal, que no iba encastrada en un retablo mayor y que quizá obedeció al encargo de un devoto». Como curiosidad, la obra presenta una especie de injerto de alabastro. Un «parche» de piedra con el que corregían las imperfecciones de este material tan quebradizo.

El retablo apócrifo de Alonso Berruguete

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