David Hockney busca el efecto 3D sin gafas

En su nueva exposición el artista propone reinventar la perspectiva y revela que el arte occidental nunca acertó a imitar la realidad por la aberración de la óptica

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luis ventoso

David Hockney, de 77 años, pionero del arte pop británico, es uno de los pintores en activo más conocidos y reconocidos. Sus cuadros de piscinas en colores planos y vivos son un clásico que gusta a cualquiera. La obra de Hockney resulta agradable, accesible, pero el maestro tiene su fondo y su carga intelectual. Ahora se ha propuesto demostrar que el sentido de la perspectiva que impera en el arte occidental es erróneo, porque ofrece un punto de fuga único, «cuando lo cierto es que salvo que estés muerto el ojo se mueve constantemente».

De vuelta en Los Ángeles, tras dejar Inglaterra después de la sórdida muerte de su asistente de 23 años en su estudio por un abuso de drogas y alcohol, el pintor inglés se ha entregado a una productividad estajanovista. El alarde laboral tiene su mérito para un hombre que ha superado un ictus y que vive un tanto aislado del mundo por una sordera que ya le impide escuchar música. Parte de esa entrega laboral tiene que ver con Picasso. En otoño del pasado año acudió a ver una exposición de su obra en Nueva York y allí se dio cuenta de que «Picasso trabajaba cada día, y eso es lo que se debe hacer».

La cosecha de Hockney se expone en dos plantas de la galería Annely Juda Fine Art de Londres. No hay reclamo alguno en la calle, una vía corta y tranquila, cercana a la atiborrada vía comercial Oxford Street. Para acceder es necesario timbrar y subir a un tercero. Los nuevos cuadros de Hockey ocupan dos plantas. Muchos muestran a amigos del pintor echando la partida ante una mesa, una recreación de los retratos de jugadores de cartas de Cézanne. Otros recogen a un grupo de personas desperdigadas por su estudio angelino, o son retratos individuales. Alterna pinturas con collages de fotos y todo sucede en interiores.

«Primero pinté a los jugadores de cartas. Eso me ayudó a ver cómo los tenía que fotografiar. Todo lo que aparece en las fotografías está fotografiado muy de cerca, las cabezas las chaquetas, los zapatos… Cada foto tiene su propio punto de fuga, así que en vez de ofrecer solo uno, ofrezco muchos», explica el pintor en el texto que ha escrito con motivo de la exposición. Su conclusión es que con esa técnica «se logra casi un efecto 3D sin gafas, creo que la multitud de puntos de vista llevan a la fotografía a algo nuevo».

El resultado es sorprendente. A veces en los cuadros de grupo algunos de los personajes parecen flotar de manera un poco extraña, pero lo cierto es que en general sí logra esa sensación de tres dimensiones, tanto en las pinturas como en los collages.

David Hockney, criado en Yorkshire, en la costa del Noroeste de Inglaterra, llegó por primera vez a California con 27 años. Abiertamente homosexual, allí recibió dos fogonazos, el de la luz y el de las libertades personales. Tras vivir en París a comienzos de los setenta, en 1978 se instaló en Los Ángeles, donde residió hasta 2005, momento en que retornó a Inglaterra, en parte para disfrutar de los últimos días de su madre enferma.

Durante los ocho años que vivió en Bridlington, una pequeña ciudad costera inglesa, Hockney se lanzó a pintar a campo abierto, recuperando los paisajes de su niñez. Aunque siempre con un ojo en los últimos avances (fue pionero en 2009 en realizar cuatros con un iPad) y con otro en los grandes clásicos.

En 2001 publicó el libro y el documental «Conocimiento secreto», que enlaza con las preocupaciones que constituyen el hilo de su última exposición. Su tesis de entonces era que los grandes maestros de la antigüedad, los genios del Renacimiento, utilizaban en sus retratos la llamada «cámara oscura». Resumiendo, se trataría de que mediante un espejo cóncavo proyectaban la figura del retratado en el lienzo. Según Hockney, de ahí arranca la visión falaz de la realidad que ofrece la pintura occidental. «Los pintores siempre hemos sabido que hay algo equivocado en la perspectiva. El problema está en el primer plano y el punto de fuga. El motivo por el que tenemos una perspectiva con punto de fuga viene de los ópticos. Estoy seguro de que Brunelleschi [arquitecto, escultor y orfebre florentino] lo hizo así. Utilizó un espejo cóncavo para proyectar su Baptisterio en el artesón. Eso te ofrece inmediatamente la perspectiva de una pintura, tal y como lo podría hacer hoy una cámara».

A juicio de Hockey, el punto de fuga único crea un alejamiento del espectador. «Siempre existe un vacío entre tú y la fotografía. Yo aquí he tratado de retirar ese vacío». El pintor recuerda que en el arte chino no impera el punto de fuga único. En cambio los experimentos ópticos de los maestros de nuestra antigüedad occidental lo impusieron, y se afianzó con lo que él llama «la fotografía química», que lo ha mantenido durante 180 años. «La fotografía digital puede liberarnos ahora de esa perspectiva impuesta».

Los ocho años de Hockney en el pueblo costero de Bridlington acabaron de manera triste. En marzo de 2013, su asistente Dominic Elliot, un jugador de rugby de 23 años, murió intoxicado en su estudio al beber un líquido limpiador tras una copiosa ingesta de drogas y alcohol. A ello se unieron los problemas de salud del pintor y un tema de apariencia menor, pero que le afectó mucho. Un gran árbol que había reflejado de manera recurrente en sus cuadros fue talado por unos vándalos y rociado con pintura roja. Hockney interpretó aquello como un síntoma gráfico de la decadencia moral de su país. La triple crisis lo llevó de regreso a California, donde la luz ha vuelto a ejercer su poder estimulante. «Está lanzado. Trabaja como un loco», explica David Juda, su galerista londinense, que cuenta que lo visitó y en nueve días terminó dos retratos.

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