Paul Strand, el ojo más penetrante del siglo XX
Una ambiciosa antológica con más de 200 imágenes revisa en la Fundación Mapfre seis décadas de trabajo del fotógrafo norteamericano
Llevar a cabo un proyecto tan ambicioso como éste solo era posible si colaboraban las instituciones que atesoran las mayores colecciones de este artista en Estados Unidos y en Europa. Por un lado, el Philadelphia Museum of Art, que en 2010 adquirió 3.000 piezas que se incorporaron a su archivo Paul Strand, el mayor del mundo. Por otro, la Fundación Mapfre, que cuenta en su haber con un centenar de imágenes (la mayoría vintages) de uno de los grandes del siglo XX, un referente de la historia de la fotografía.
El resultado, una completa antológica, comisariada por Peter Barberie, que repasa seis décadas de trabajo a través de 200 instantáneas y algunos ejemplos de sus documentales, como «Manhatta», que realiza en 1921 con el artista Charles Sheeler, considerada la primera cinta de vanguardia norteamericana. Y es que a Strand le interesaba la imagen en todas sus vertientes: fija (fotografía), en movimiento (cine) o en formato libro, el preferido por Strand en los últimos años. Era muy exigente con la calidad de sus libros, que elaboraba con mimo y hacía pequeñas y costosas tiradas. Cine y libro eran, para él, una extensión de la fotografía.
Viajero impenitente
Poco le duró a Paul Strand el estilo pictorialista de principios de la década de 1910, pues muy pronto le sedujo la abstracción y movimientos de vanguardia como el cubismo. Ya nunca abandonaría esa inquietud por experimentar con el lenguaje fotográfico y con las posibilidades de su cámara para captar el paso del tiempo. Siguió los pasos de su amigo Alfred Stieglitz. Su maestría técnica y sus espléndidas composiciones son evidentes tanto en sus retratos de personas, como de lugares. Se dedicó a fotografiar a gente corriente (en especial, personas mayores) por los parques de Manhattan: una mujer ciega con un cartel colgado al cuello, una anciana bostezando...
Viajero impenitente, tras su paso por Nueva Inglaterra en los años 30 pasa unos veranos en México, donde realizó un portfolio de fotograbados: los habitantes de Oaxaca, Puebla y Michoacán comparten protagonismo con imágenes religiosas (Cristos sangrantes y Vírgenes dolientes). Llama la atención una curiosa fotografía que cuelga en la Fundación Mapfre, tomada en Connecticut en aquellos años. Es su única imagen de carácter abiertamente político. En ella aparece un esqueleto crucificado sobre una esvástica.
Hombre de izquierdas, Strand siempre mantuvo un fuerte compromiso social. Tal vez por ello abandona Estados Unidos rumbo a Europa. Compra una casa en Orgeval, a las afueras de París, donde vivió hasta su muerte. Sus viajes le llevan a Italia (concretamente a un pequeño pueblo del norte, Luzzara, que fotografía con una estética neorrealista); Egipto, Marruecos, Rumanía, Ghana, las islas Hébridas... Hay buenos ejemplos de todos ellos en la exposición. Algunos de sus libros, hoy descatalogados, se exhiben en vitrinas. Del resto se han realizado facsímiles digitalizados.
El espléndido catálogo reproduce todas las imágenes expuestas en tamaño real. Como comenta Pablo Jiménez, director del Área de Cultura de la Fundación Mapfre, «es como llevarse la exposición bajo el brazo».