ARCO'15: ¿Se ha autocensurado el mundo del arte?
Políticamente correcta, en la feria hay muchas piezas de crítica social y política, pero no religiosa
A finales de enero fue retirada en Clichy (Francia) una instalación que ya se había exhibido en varias ciudades del mundo. La obra en cuestión es «Silence», de Zoulikha Bouabdellah, y en ella la artista colocó zapatos de tacón de mujer sobre alfombras para la oración de los musulmanes. Toda una provocación en estos tiempos. Se impuso la autocensura de los organizadores de la exposición por miedo a atentados como respuesta. En 2010 Eugenio Merino mostró en el «stand» de la galería ADN en ARCO una obra que provocó la indignación de Israel, que incluso protestó vía comunicado a través de su embajada en Madrid. La pieza incluía a tres creyentes (musulmán, cristiano y judío) rezando uno encima de otro. Ese mismo año colgaba en la feria otra polémica pieza de León Ferrari: un Cristo crucificado en un misil. Más recientemente, hubo presiones por parte de un colectivo católico para tratar de retirar una obra de una exposición en el Reina Sofía porque la consideraban ofensiva con su religión.
Este año no vemos ni rastro de este tipo de piezas en ARCO . ¿Se ha vuelto la feria demasiado políticamente correcta? «Le Quotidien de l’art» no lo ve así. Titula una crónica sobre ARCO: «Una feria comprometida». Hay críticas sociales (Chus García-Fraile y Adrian Melis denuncian en ADN la precariedad laboral en sendas piezas) y políticas (Sandra Gamarra desnuda a los líderes políticos en Juana de Aizpuru). Pero, ¿y religiosas? Paseando por los pabellones 7 y 9 de Ifema descubrimos una sui generis «Piedad» de Stephan Balkenhol, algunos personajes modernos con la cruz a cuestas... También, a Bin Laden como genio malo saliendo de la lámpara de Aladino. ¿Casualidad, miedo a represalias tras el atentado a «Charlie Hebdo» por las caricaturas de Mahoma ? ¿Prima la libertad de expresión o el respeto a las religiones? En el mundo del arte muchas veces es confusa esa delgada línea. Hablamos con algunos galeristas presentes en ARCO sobre este eterno debate. Para Alberto de Juan, de Max Estrella, «cada cual impone sus propios límites. En el arte contemporáneo hay un grado de riesgo muy elevado pues se reflexiona sobre planteamientos que rompen el orden establecido. Pero no todo vale».
La galería ADN es una de las más cañeras, con obras muy críticas política y socialmente. Su propietario, Miguel Ángel Sánchez, advierte que sus artistas trabajan con total libertad y que nunca ha habido autocensura ni ha recibido presiones de ningún tipo en ARCO: «No se trata de ofender a nadie, sino de reflexionar sobre las dinámicas actuales».
Más que de autocensura, José Martínez Calvo, de Espacio Mínimo, prefiere hablar de responsabilidad: «Tratamos de no ofender con las obras que exponemos, pero no podemos evitar molestar. El arte tiene que molestar, revolver conciencias, como la pintura de Goya, el teatro de Buero, las novelas de Dickens... En algún caso hemos sentido la censura del público, como en una instalación con gatos disecados de Jean Fabre. Se sientieron ofendidos. En Bélgica retiraron una obra de nuestra galería en la que aparecía una inocente niña jugando».
Quienes sí han sufrido en propia carne la censura son artistas como Ai Weiwei o Tania Bruguera . Ninguno de los dos ha tenido la opción de venir a ARCO. El primero continúa en arresto domiciliario en Pekín, la segunda en La Habana. Ninguno puede salir de su país. ¿Sus delitos? Hacer obras de arte molestas para los regímenes dictatoriales de sus respectivos países. Tania Bruguera, de hecho, debía venir a la feria para restaurar una pieza (un traje hecho con tierra cubana que lució en una performance), que iba a exhibirse en el «stand» de Juana de Aizpuru. En su lugar se muestra una pieza conceptual de esta artista: un soplete lanza su llama contra un huevo colocado sobre una peana. «Tania tiene miedo de que, si la dejan salir del país, no pueda volver a entrar. Para ella sería aún más duro. Es muy cubana», comenta la veterana galerista.
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