El Reina Sofía recibe en préstamo un Miró de la Fundación Beyeler

«Paisaje (Paisaje con gallo)» es una obra clave del pintor desde el punto de vista artístico e histórico y completa una faceta esencial en su trayectoria no representada en el museo español

El Reina Sofía recibe en préstamo un Miró de la Fundación Beyeler MUSEO REINA SOFÍA

ABC.ES

Los visitantes que se acerquen al Museo Reina Sofía a lo largo de los próximos meses, tendrán la ocasión de contemplar la pintura de Joan Miró«Paisaje (Paisaje con gallo)» (óleo sobre lienzo de 1927), cedida en préstamo por la Fundación Beyeler de Basilea , que viene desarrollando habitualmente una fructífera política de colaboración con el museo.

El Reina Sofía cuenta entre sus fondos con una amplia representación de pinturas de Joan Miró (55 en total), la mayoría de ellas del último periodo del artista. Sin embargo, no dispone de muchas pinturas datadas en la segunda mitad de la década de los años veinte y, de ellas, ninguna pertenece al grupo de los «paisajes animados». Por todo ello, la exhibición de esta pieza, generosamente cedida ahora en préstamo por la Fundación Beyeler, es muy interesante en el contexto de las colecciones del propio museo, tanto por tratarse de una obra clave desde el punto de vista artístico e histórico, como por venir a completar una faceta esencial en la trayectoria de Miró hasta ahora no representada en el Reina Sofía.

Mont-roig y la masía familiar

En 1911, cuando contaba 18 años, Miró pasó un periodo de convalecencia en la masía que poseían sus padres en Mont-roig, una población cercana a Tarragona, a la que regresará posteriormente en numerosas ocasiones. Allí, el contacto directo con la naturaleza iba a determinar la mayor parte de sus creaciones iniciales, sirviendo asimismo como punto de partida para su estilo maduro. El resultado de su proximidad a la tierra y al paisaje catalanes sería la creación de un conjunto de obras, entre las que destaca «La masía» (1921-22, National Gallery of Art de Washington), emblemática pintura considerada como la obra clave del denominado periodo detallista de su autor.

Durante el bienio 1924-1925, la minuciosidad con que Miró parece diseccionar cada uno de los elementos del paisaje y el paisanaje de su país, se transmuta en símbolos próximos a la abstracción, emblemas, a su vez, del nacionalismo catalán. En 1926, en una nueva vuelta de tuerca, el pintor imprime otro giro a sus representaciones inspiradas en Mont-roig, surgiendo así los denominados «paisajes animados», en los que la técnica surrealista del automatismo desempeña ya un destacado papel.

Los animales en su producción

En estas realizaciones, cuyo ejemplo más conocido es el popular «Perro ladrándole a la luna» (1926, Philadelphia Museum of Art), utilizando como apoyatura otra técnica surrealista, la desorientación reflexiva, Miró introduce animales que hacen referencia a la vida rural catalana junto a objetos aparentemente extraños. Así, la liebre protagonista del lienzo de título homónimo (1926, Solomon R. Guggenheim Museum de Nueva York) aparece junto a una esfera, y el can de «Perro ladrándole a la luna» está situado al lado de una escalera, lo que también ocurre en «Paisaje (Paisaje con gallo)». Las formas, ya muy simplificadas, se recortan en estas composiciones contra extensos y jugosos campos de color, identificados con la contraposición cielo/tierra.

En «Paisaje (Paisaje con gallo)» se advierten todas las constantes de este interesante grupo de pinturas conocidas como «paisajes animados», cuya realización se limita sólo a los años 1926 y 1927, lo que indudablemente incrementa su interés. El gallo protagonista vuela o canta –o quizá ambas cosas- a la derecha del lienzo, mientras bajo su figura se divisa inscrita la letra «E», en posible alusión a España, rememorada y añorada por Miró desde suelo francés. El resto de los objetos -una extraña rueda, una no menos extraña nube y algunas piedras diseminadas por la tierra rojiza- compiten entre sí para proporcionar un aire de alucinación y misterio a la escena. Tal como aseguran los responsables de la Fundación Beyeler, propietarios de esta espléndida pieza, al contemplarla «nos sentimos atraídos hacia las profundidades de los recuerdos de la infancia, un tema surrealista por el que Freud ya se había interesado».

El Reina Sofía recibe en préstamo un Miró de la Fundación Beyeler

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